viernes, 10 de agosto de 2012

Identidad política #1 : ¿Pensamiento Nómada?

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 La dimensión política del Licenciado que se va a freír pollos a Londres





1.
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Je suis moi
)
«¿Goce de qué? De un ser único que sólo tiene una cosa que decir –Soy lo que soy»
 Sigmund Freud

No acostumbro a hacer referencias autobiográficas directas en el blog, quizás con la pretensión inconsciente de que redactando impersonalmente el contenido parecerá más objetivo y generalizable. El código de honor nunca redactado de los ensayistas impone una distancia aparente con aquello que se está exponiendo, lo cual puede ser interpretado como una elegante y puritana renuncia al narcisismo, como una rendición deontológica al Saber como construcción colectiva, o más probablemente como un mecanismo estilístico para enmascarar lo que de necesariamente contingente, particular y parcial hay en todo discurso. Sin embargo, para exponer el asunto de este post no tengo más alternativa que dejar clara mi implicación personal en el tema, pues la problemática fundamental de mi especulación es la de la personalidad en el mundo posthumano, y todo lo que pueda decir al respecto está determinado por el hecho de que yo soy yo.

Acabo de decir una obviedad, ¿no? “Yo soy yo”, la tautología fundacional del principio de identidad que iguala toda entidad a sí misma. ID_entidad. La fórmula parece simple en su inmediatez, pero está recorrida por arduas consideraciones lógicas desde la que muchos pensadores han acorralado los límites de su verosimilitud: si ya en los años 70 los poestructuralistas pusieron en jaque el cogito descartiano exponiendo su vacío ontológico y su naturaleza de ensamblaje, más recientemente Quentin Meillassoux ha llegado a dar por superada la axiomática de la identidad aristotélica, privándonos de la certeza de lo identificable como anclaje sólido al mundo. Reflexiones que en principio parecen circunscritas exclusivamente a la esfera de lo metafísico, pero cuyas consecuencias irrigan el conjunto de nuestra cosmogonía cotidiana, esa que no necesitamos formular pero que rige nuestro comportamiento desde la invisibilidad: el descrédito de “la identidad” es absoluto en la analítica cognitiva y política progresista, hasta el punto de que una Biblia como “El Antiedipo” es un alegato descarado a favor de un sujeto que para liberarse ha de renunciar a cualquier pretensión de mismidad. Más lejos aún, el célebre capítulo “La imagen del pensamiento” de “Diferencia y Repetición”, en su inquietante arquitectura lógica, buscaba esbozar la antesala de una subjetividad cuyo fundamento fuese más bien yo no soy yo.  

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Quizás las complejísimas deliberaciones de Deleuze fuesen innecesarias, pues su aparente estocada letal a la autonomía del Yo había sido ya prevista muchos años antes por el mismo Sigmund Freud, con aquel irremediable aforismo que deshabilitaba la operatividad de cualquier humanismo psicologista o intimista:
 
El Yo no es maestro en su morada
 El propio Freíd, Nietzsche y Marx son los tres vértices de ese triangular “pensamiento de la sospecha” concentrado en la desmantelación del Yo trascendente, y su indolente y severa crítica a la modernidad ha dado pie a una reformulación del rol del individuo en sociedad cuyos lastres colean aún a día de hoy. “El yo no es un maestro en su morada” es un criterio analítico que sirve todavía, por ejemplo, para estudiar la configuración de cada perfil de Facebook en función de la red de amigos y preferencias, o la constitución de identidades colectivas en torno a figuras icónicas como pueda ser un equipo de fútbol. Una genealogía que luego sería ampliada con gran popularidad por Lacan, con aquellos latigazos del tipo “Yo pienso donde no soy, yo soy donde no pienso  o “Napoleón está loco si se cree Napoleón, si cree que su verdad coincide con su saber”: desde esa perspectiva se han construído todo tipo de discursos emancipadores para los que el Yo no es más que una instancia dramáticamente enajenada por su afuera (sea éste el inconsciente individual, el Superyo social, el campo intersubjetivo prepersonal o los aparatos de instrucción del poder) cuyas consecuencias pesan como una losa sobre nuestras biografías, pues es competencia nuestra valorar su vigencia y positividad: se trata de una problemática crucial para cualquier institución de un sujeto político, y me temo que ese es nuestro más urgente imperativo histórico. Incluso después de la muerte de la historia.


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2.
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R_E_I_N_V_É_N_T_A_T_E_!
)


Cada uno de ustedes estará en estos momentos atravesando su particular periplo biográfico, y confieso que el mío es de absoluta incerteza, tras varios años instalado en una situación vital de perpetua “encrucijada” que he terminado por asumir como mi estado natural en el mundo: en el medio de un huracán que sólo puedo pretender surfear minimizando los daños colaterales. Estudié una carrera que me habilita para unas competencias que en el próximo lustro son inútiles (por innecesarias) tanto aquí como en cualquier otro lugar de Europa. Tras haber seguido el pacto social implícito en la estructura político económica en la que fui adoctrinado (he cumplido mi parte del trato siempre: estudié cuando me tocaba, trabajé cuando hube de hacerlo, seguí el “orden natural de la vida” propio del imaginario colectivo de nuestra civilización), y a mis 36 años he vivido lo suficiente como para haberme construido una identidad con todo lo que ello implica: una red sólida de afectos, un esquema de valores, un orden de territorialidad muy claro, mi propio rango de hábitos, y en definitiva “una forma de ser”. Soy suficientemente maduro como para poder decir yo soy yo.

Sin embargo, tal y como he expuesto a día de hoy esa “forma de ser” es insostenible, pues el espacio social en el que estaba inscrita ha colapsado de tal manera que mi supervivencia pasa necesariamente por mi reinvención: he de cambiar de trabajo, de hábitat cotidiano,  y reformular mis habilidades, y ello pasa indefectiblemente por la disolución del yo. Esa adaptación al ecosistema que se nos pide a muchos en estos momentos de crisis es ejemplar de la desterritorialización anunciada por muchos como arma biopolítica del capitalismo, que subsume las vidas de sus participantes a la voluntad omnipotente de la ubicación y trayectoria del capital en cada momento. “Nadie” me exige cambiar de país, o de trabajo, o de amistades, o de mi “ideal de sí”. Nadie, excepto el capital. Y es un trabajo que lleva a cabo con una violencia subjetiva tremenda: mediante la anulación mi Yo como instancia de resistencia, el capitalismo desactiva cualquier potencial reacción política que pueda desplegar desde la atalaya de una “personalidad” que debo dar por muerta. Dicho en español salmantino: no me quedan más huevos que tragar orgullo y adaptarme a la nueva situación, que es lo que toca. Aturdido y superado por la dinámica de los acontecimientos colectivos, he desarrollado una especie de “sentimiento de culpa” y de fracaso personal que erosiona letalmente mi confianza en “mí mismo”. Conste que en esto que cuento, mi caso es únicamente un ejemplo: estoy rodeado de gente en mi misma situación: incluso en eso soy completamente inespecífico, un mero ejemplar de una nueva categoría social de Yos desnortados, derrotados y rendidos.Preparados, por imperativo categórico capitalista, a reinventarnos o morir de hambre. No hablo con metáforas.

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La cuestión es entonces determinar el grado legítimo de elasticidad del yo: hasta qué punto tenemos el derecho a exigir poder seguir siendo nosotros mismos incluso cuando las circunstancias amenazan la sostenibilidad de nuestra forma de vida. Para ecualizar esa necesaria elasticidad, la sociedad tiene muy clara cuáles son sus valores: por ejemplo, se da por sentado que alguien de cierta edad tiene derecho a no irse a trabajar al extranjero contra su voluntad, pues se presupone que tiene una serie de “ataduras” a las que legítimamente tiene derecho a no renunciar. Del mismo modo, un matrimonio con hijos o una persona con contrato indefinido está exenta de reconstruir su identidad: puede que de hecho esté obligado a hacerlo si las cosas se tuercen mucho, pero en su caso la sociedad lo considera “un drama”, mientras que en el caso que yo represento (que muchos representamos) la resistencia es considerada o bien un capricho o una ignominia.  La sociedad tiene muy claras cuáles son las ataduras que eximen de reconstruir la propia personalidad: para el resto, la consigna es

Be water, my friend

Toda persona menor de 45 años, con estudios y más o menos into the groove ha sido educada subrepticiamente en la idea de que todas las experiencias son buenas y enriquecedoras, conforme al ideal imperante de la “identidad líquida”: alguien dispuesto a cambiar de trabajo, pareja, domicilio y amistades según una idea romántica del nomadismo de una vida permanentemente On The Road, algo así como la versión tardocapitalista del río de Heráclito, la épica de un mundo donde todo fluye y lo más sabio es adaptar la subjetividad a los acontecimientos según van viniendo, estoicamente y celebrando las aventuras que propicia esta inestabilidad que se ha instaurado como verdad metafísica absoluta. “Be water” no es sólo un slogan que todo el mundo canturreaba en su día: es el Mandamiento Psicológico más descriptivo de la “modernidad líquida” de la que hablaba Baumann, un pensador que cuando lo leí me pareció poco menos que un doxósofo sensacionalista para gafapastas, pero que quizás haya afinado el disparo con más precisión de lo que advertí en una primera lectura: ahora, los fenómenos que denunciaba Baumann se han efectuado en mi propia vida, y se han adquirido su verdad anímica, su revelación en forma de experiencia.
Insisto que mi caso no es ni mucho menos el más dramático de esta creciente desterritorialización que “los mayores” consideran consustancial a la vida: madurar sigue consistiendo en asumir que, cuando no queda más remedio, hay que hacer lo que hay que hacer por doloroso que sea. Y en eso estoy totalmente de acuerdo, pero el tema oculta muy sutilmente un matiz fundamental: la determinación de “cuando no hay más remedio”. Y aquí empezamos a pisar terreno político.


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3.
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Je suis moi… y mis circunstancias
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En los blogs siempre he mostrado mucha inquietud por las constantes apelaciones por parte de “la cultura” a que seamos siempre nosotros mismos. Be yourself, descúbrete a ti mismo, porque yo lo valgo… sea desde los medios de comunicación, la literatura de autoayuda, incluso el cine de autor, nos insta a inventar una épica para nuestra autobiografía, en una indisimulada refiguración del individualismo luterano perfumado con orientalismo de baratillo y patafísica cuántica que alcanza su paroxismo en el delirante psicologismo del célebre “El secreto”, que afirma indirectamente que el mundo es resultado de nuestras proyecciones personales sobre él. Contrariamente a lo anunciado por Lacan, se nos impele a afirmarnos como nuestro propio Napoleón.
Pero, ¡ay! ¿a quién van dirigidas esas invitaciones al cultivo y cuidado del Yo? No nos engañemos: únicamente al burgués que cumple su papel sin rechistar en la cadena productiva. “Porque tú lo vales” es el tipo de propaganda que se dirige a una potencial compradora de champús o cualquier otra fruslería, pero en ningún caso a alguien cuya fidelidad a su personalidad comprometa la maquinaria del capital. Fundamentalmente, porque al capitalismo le interesa que exista una amplia masa de potenciales trabajadores cuya identidad sea suficientemente elástica como para adaptarse sin rechistar a los requiebros y derivas financieras. Esto suena a marxismo bolchevique de principios del siglo XX, pero el razonamiento conserva su vigencia a día de hoy. Pongo un ejemplo nada sensacionalista, sino completamente habitual y cotidiano: el del licenciado, por ejemplo en biología, que se ve obligado a irse a Londres a servir Macpollos para poder subsistir. ¿”Porque yo lo valgo”? Muy probablemente, muchas veces el sujeto en cuestión habrá optado por la salida londinense con cierta alegría y esperanza, como ruptura higiénica con un país que no le ofrece ningún futuro, pero en muchos otros casos se habrá ido con la sensación de ser un completo fracasado, alguien que no ha sabido competir como se debe en el mercado laboral, o en algún momento tomó una decisión equivocada, o no ha demostrado valía suficiente como para poder decir dónde, cómo y de qué quiere vivir. El sujeto en cuestión, por tanto, se irá sin hacer ruido, por la puerta de atrás y con ánimo derrotista, porque la sociedad ha dictado el veredicto de que su Yo no sirve y ha de buscar fortuna de otra manera. El hecho de que tantos y tantos expats se estén marchando sin armar ninguna revuelta, es porque ignoran que el suyo es un exilio político, tan violento y dramático como pueda haber sido la emigración durante el franquismo.

Repito: exilio político.

Evidentemente, si la Pasionaria se va de España todo el mundo lo considerará un drama y una ofensa a la democracia, pero el chaval que se va a a freír pollos a Londres lo hace sometido al mismo rechazo del estado que cualquier emigrado por cuestiones ideológicas, y bajo el mismo nivel de violencia psicológica. La diferencia es que en el caso del expat 2.0 no hay reivindicación, pues como he dicho su capacidad de resistencia ha quedado completamente anulada: se le ha educado mediáticamente en la cultura del Yo, de tal modo que vive convencido de que los acontecimientos que le sobrevengan serán en gran medida responsabilidad individual suya, y por tanto suya es la responsabilidad de “su fracaso. Su supervivencia no puede pasar más que por renunciar a un Yo colapsado y hacer lo que tiene que hacer para salir a flote. Su identidad ha de ser suficientemente elástica como para re-construirse de acuerdo a las nuevas circunstancias. Y en ese impasse, queda completamente desarticulada la posibilidad de su institución como sujeto político. Bajo semejante grado de violencia subjetiva, no hay posibilidad para la democracia. Para él, no hay más remedio que tomar la decisión que toma: ignora que existen remedios políticos.Y si no los ignora, los da por imposibles pues no siente ninguna comunidad en la que amparar sus reivindicaciones.


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4. 
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Bartleby epic fail
)


Como axiomática, el hiper-individualismo post-personalista de la cultura pop contemporánea es perfectamente compatible con el tipo de analítica social de Foucault y Deleuze, incluso de Lyotard, cuya compatibilidad con los mecanismos de anulación del Yo propios del capitalismo que supuestamente denunciaban es muy desconcertante. Últimamente he estado muy encima tanto de “El antiedipo” como de “Diferencia y repetición” y cada vez me resulta más irritante la ligereza con la que se afirma indirectamente que la verdadera sabiduría estoica es renunciar al Yo, y entregarse a ese devenir líquido de flujos deseantes que nos atraviesan y constituyen. En sus páginas suena como una poética libertaria, un canto a la libertad ante la coacción implícita en toda “Forma de personalidad”; un alegato vitalista a favor de la reinvención perpétua de la propia identidad, de la deriva vital, de una existencia permanentemente incierta frente a la fosilización vital propia de la ataraxia burguesa. He llegado a detestar esa ideología, porque sus defensores ignoraban hasta qué punto en realidad estaban remando en favor de los intereses del capitalismo trasnacional. La idea de que liberarse del Yo es una acción liberadora se ha transformado en una pesadilla IMHO.
Pero en el caso de Deleuze el tema llega a alcanzar dimensiones paradójicas. Como he dicho he estado releyendo muy minuciosa y puntillosamente “La imagen del pensamiento” y pese a lo deslumbrante de sus construcciones lógicas y desbordante erudición, la definición deleuziana del “pensamiento nómada” es terriblemente peligrosa, y en el fondo muy torpe en su supuesta crítica del dogmatismo, pues el suyo es un sistema que se cimenta inconscientemente en un dogma mucho más terrible que aquellos a los que denuncia: la belleza y necesidad de pensar individualmente. De hecho creo que todos esos blogs y foros que se apropian con alegría de esa retórica de rizomas, nomadismos e identidades líquidas no saben muy bien de lo que hablan, por más que al decir esto esté tirando piedras contra mi propio tejado.
Es probable que mi problema sea que no he entendido a fondo los razonamientos de Deleuze, pero no soy el único que se ha dado cuenta de que esa apología del “pensamiento nómada” sólo conduce a la rendición (en términos deleuzianos, “ética estoica”) e imposibilita cualquier tipo de activismo político común: radicalizando mi análisis, me atrevo a afirmar que “Diferencia y repetición” anula completamente la categoría de “lo común”, incluso de “lo social”, y sus páginas son una apología descarada al individualismo más extremo, por más que se pretenda travestir como épica de la singularidad asociativa. Deleuze identifica constantemente y de manera muy sutil lo colectivo con poder, coacción, ordinariez, normalidad, repetición, mientras glorifica el pensamiento nómada por su potencia singularizante, especificante, individuante, diferenciante… ¡¡¡y eso en el contexto de una crítica radical al sujeto!!! No me extenderé sobre este asunto porque no merece la pena, pero lo cierto es que en mi opinión la gnoseología que se deduce de “Diferencia y repetición” es incomposible con el modelo político de “Capitalismo y esquizofrenia”; que nadie espere encontrar ningún tipo de inspiración revolucionaria o políticamente creativa en un sistema filosófico que nos insta exclusivamente a fortalecer nuestra condición vírica y parasitaria, moléculas excéntricas en el límite de un cuerpo (el estado) que ni nos debemos esforzar en destruir, ni del que podamos aspirar a hacer nuestro. Con sus chácharas sobre enjambres, redes y poblaciones, la política guattarideleuziana ignora al estado, una entidad que sólo importa en cuanto “enemigo” invencible.
Ni en Deleuze ni en Foucault hay ni una sola idea que nos puedan sacar de esta crisis: su tesis implica aceptarla, surfearla y sobrevivirla individualmente o en simultaneidad a casuísticas que nos puedan interesar egoístamente, pero nunca diluidos en un cuerpo social determinado o general. La apoteosis de lo tribal en Deleuze, sus perorata sobre la acción micropolítica individualizante, suenan obscenas como contrapunto a un mundo gobernado por megamáquinas como los bancos centrales. 
Al chico que se va a Londres a freír pollos, la salida que le ofrece Deleuze sería únicamente "montárselo por su cuenta" o en colaboración a gente similar, pero insisto en que quedan excluídas las tentativas que impliquen forma democrática. El que quiera seguir dándole vueltas a este asunto puede el trabajo de Phillippe Mengue sobre el carácter antidemocrático del pensamiento de Deleuze, y sacar sus propias conclusiones. Yo me quedo con la idea de que la descripción de pensamiento nómada que se enuncia en Diferencia y Repetición, es antitética a cualquier proyecto común, e incapaz de encontrar alguna forma de dialéctica de consenso, que es lo que necesitamos ahora.


ego 

5.
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no moda nómada
)

Pensaba llevar este post en otra dirección, pero ya que estamos y como sé que el tema interesa, me extenderé un poco más sobre el concepto de “pensamiento nómada”, de significado menos evidente de lo que su enunciado pueda sugerir: el nomadismo al que refiere no es geográfico (Deleuze no hace apología de mudar el domicilio constantemente: es más, él apenas viajó fuera de Francia, y siempre a regañadientes) sino más bien a una nueva concepción del acto de pensar que implica el abandono de todos sus principios dogmáticos o generalizaciones para poder así problematizar cada situación desde lo que ésta tenga de específico. Este nuevo pensamiento aspira a liberarse de cualquier presupuesto (o prejuicio) que pueda minorizar la singularidad de cada desafío, y dicha tarea pasa necesariamente por una relativización de toda forma de identidad, pues lo identitario se da siempre a resultas de un código significante que “prejuzga” al remitir a un referente universal. Esa concepción del pensamiento además no tiene vocación necesariamente resolutiva: el énfasis ha de ser puesto en la definición más ajustada del problema, pues una buena problematización es, en sí, la anulación de lo problemático mediante su superación. Desde este paradigma. insisto, los problemas no se resuelven sino que se derivan, se someten a un abordaje que probablemente no termine con lo problemático, pero sí lo traslade o deje atrás hasta que se convierta en una nueva “idea-problema” y así sucesivamente. Hay un librito ilustrado por ahí que se llama “El deseosegún Deleuze”, y hay una viñeta muy bonita que resume muy bien cómo es en realidad la estrategia del “pensamiento nómada”: las decisiones no se toman, sino que se esquivan. Ese comic tiene otra característica notable: su protagonista siempre está solo, y mucho me temo que el recurso deleuziano a Bartleby se salda en un epic fail.
En resumen, el panegírico del “pensamiento nómada” en principio suena muy poético, muy convincente y seductor, con su halo de épica nerd: esas páginas son una apología al acto de pensar, de pensar libremente, como si en la especificidad de cada estado de cosas hubiese una claridad que el pensamiento pudiese desvelar creativamente… De nuevo implícito en este modelo el río de Heráclito, la realidad como constante devenir , y quizás sea esa volatilidad de lo nomádico lo que en última instancia impide concebir desde ahí ninguna forma de comunidad. El tránsito desde ahí a las categorías de “El antiedipo” da más pistas sobre lo que expongo: en el ensayo con Guattari, más centrado en las dinámicas colectivas del capitalismo,  carece sin embargo de una explicación de ningún tipo.sobre la constitución de “Lo común” 
Resumiendo muy groseramente los tipos de sociedad que entran en el juego histórico del libro, vienen a ser dos: por una parte, las sociedades “que no molan” (organizadas jerárquicamente, codificadas, ordinarias y normativas) y “las que molan” (articuladas como tribus o pandillas, excéntricas, horizontales, no normativas y regidas por el interés común). Las primeras vendía a ser el Estado, y las segundas sus márgenes. En el ensayo viene implícita una consideración que considero muy hábil: en la era de la gobalización, todo el planeta es Estado, ya no hay ningún “afuera” posible, sólo cabe especular con la marginalidad del límite, nunca la alteridad total: incluso las célebres “líneas de fuga” son subsidiarias del estado en el que se singularizan. El activismo que se deduce de ahí ha de ser entonces parasitario: el objetivo no es escapar del estado (pues no tiene afuera), destruirlo (pues de sus cenizas sólo podría surgir una nueva máquina de dominación) ni dominarlo (pues eso no correspondería a los principios éticos estoicos de Deleuze): sólo cabe convivir con él (lo que conduciría a una política exclusivamente habilitada para minorías) o intentar diluírlo (lo cual derivaría en un anarco-capitalismo que traslada la cuestión a otro tipo de debate). No voy a seguir sobre este asunto porque hay infinidad de textos sobre la política de Deleuze en Internet y en todos encontrarán lo mismo: rizoma, molécula, nómada, sociedad de control, línea de fuga… Pero todavía espero a alguien capaz de explicar sin retruécanos filosóficos estériles la constitución de lo común (o, en sus propios términos, de un pueblo) en su pensamiento: el mismo Antonio Negri se lo pregunta varias veces a lo largo de su famosa entrevista, y Deleuze se sale por la tangente sin aclarar absolutamente nada…

Bueno, todo este rollo pude haberlo resumido en: considero que no es posible una política democrática en el sistema deleuziano porque su disolución de la identidad del sujeto individual impide la construcción de un cuerpo político comunitario.


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Toda esta deliberación que acabo de exponer puede sonar muy abstracta, pero me gustaría dejar claro que lo que busco desesperadamente es un sujeto político para la situación actual: una praxis activa y más o menos revolucionaria que de cuenta de las necesidades y la subjetividad específica de, por ejemplo, el chico que se ha de ir a Londres a freír Macpollos. Ese es el desafío que considero más urgente y dramático: un programa de real-politik en los tiempos del post-humanismo en los que el ciudadano ha sido instruido por la cultura para renunciar a su identidad o hiper-significar su Yo desde afinidades meramente epidérmicas (como las chorradas que se comparten por Facebook y similares). Un reto que según entiendo empieza por la caracterización de lo común, con lo dificultoso de esa tarea en una época hiper-individualista como la nuestra.

Tal y como he expuesto mi razonamiento sobre Deleuze, he llegado a la conclusión de que lo dificultoso de su sistema es la incomposibilidad entre su noción del devenir de la subjetividad (marcadamente individual) y lo común. Buscando otras aproximaciones en Internet no he encontrado grandes ideas sobre el asunto, pero sí un texto interesantísimo sobre otro pensador que abordó más claramente la misma problemática, Jacques Derrida. Siempre he tenido muchos prejuicios con Derrida, un tío que hasta cierto punto me cae gordo por su rol de pop star un poco frivolota, pero la verdad es que cada vez que investigo un concepto en particular termina por cruzarse en mi camino y con ideas, por lo general, muy interesantes. En este caso, me ha sorprendido constatar que su enfoque plantea la cuestión en términos muy parecidos a los míos, aunque la conclusión a la que llega es tan decepcionante como la de Deleuze (si bien, en su caso, Derrida se atreve a exponerlo claramente y sin frivolizar con jolgorios retórico-poéticos de izquierda altisonante): es imposible una comunidad a la deriva. Magistral este texto en los que se analizan sus reflexiones sobre el tema, así que no dejen de leerlo si están interesados en la real politik contemporánea.
Otro artículo estimulante sobre el mismo asunto lo tenéis aquí, en el que el autor valora la posibilidad de instituir un cuerpo político colectivo a partir de la concepción lacaniana del sujeto fragmentario: un ensayo muy bien argumentado e ilustrativo, pero que adolece de la misma falla que los pensadores de los que he hablado hasta ahora. Su conclusión más o menos clara es que esa aspiración es más o menos irrealizable.
Dejo para el final de este epígrafe el filósofo que a mi entender plantea el tema con mayor rigor y sistematicidad de todos los que he ido mencionando, el argentino Ernesto Laclau. Todavía no estoy suficientemente familiarizado con su pensamiento como para poder valorar sus potencias, pero de entrada brilla por la precisión y exactitud con la que enmarca el problema. He estado leyendo textos suyos pero me cuesta mucho entrar en su lógica pues su punto de partida, tan lacaniano y de “giro lingüístico”, está en las antípodas de mi foma de entender las cosas, pero por lo pronto su singular conceptualización del populismo y su análisis sobre la hegemonía suenan irreprochables (de hecho, se codea con gente como Ranciere, y está considerado académicamente uno de los posmarxistas más sólidos y consistentes). Advierto que su ensayística es dificultosa por lo técnico de su retórica, pero el que quiera adentrarse en sus ideas puede empezar con este análisis sobre su análisis sobre la constitución de los pueblos, o esta entrevista en la que profundiza sobre los puntos clave de su sistema en relación también a las ideas de Negri y Badiou (otros dos de los pensadores más activos y estimables en la actualidad).

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En fín, el post se alarga demasiado así que prefiero continuar en próximas entregas. Creo que la problemática de articular una dialéctica de lo común desde la que instituir formas de política para los tiempos que corren, partiendo de un socius atomizado donde cada ciudadano parece condenado a hacer la guerra por su cuenta, es uno de los desafíos más arduos para nuestra generación. Lo que está claro es que tenemos que ser nosotros los que inventemos soluciones, porque nadie va a venir desde arriba ni desde afuera a sacarnos las castañas del fuego.

21 comentarios:

  1. Hola. Llego a tu blog a través de un amigo tuyo. Me parece que, lo que he podido entender, tienes razón en cuanto a la violencia del emigrado. Llevo 10 años fuera y la mezcla de derrota y suspensión de la realidad (hablo desde mis sentimientos) está siempre presente. No sé si por culpa de mi trabajo lo sobrestimo, pero me parece que, quizás por lo que tú llamas el hiperindividualismo, olvidamos que nuestra identidad, reacciones e incluso sensaciones, están moldeadas por actores externos ajenos a nosotros mismos. Desde eso que se llama cultura (para mí imposible de definir si no es con sensaciones y vaguedades) hasta el lenguaje, el lugar donde nacemos o la alimentación de nuestras madres. Y olvidar esto y ser un poco cretino, convierte a El Secreto en un bestseller. Quizás sea también la razón que lleva a una mayoría absoluta o a una manera de gobernar. El problema que planteas es muy concreto, cómo dar una respuesta política a la crisis. No lo sé. No tengo ni imaginación ni conocimientos. Lo que sí me ha llamado la atención es lo del alcalde de Marinaleda. Quizás hoy sea un tipo feliz. Quizás ha dado con una respuesta para sí mismo y su "cultura".

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  2. Hola! bienvenido y gracias por participar... gracias también a ese amigo misterioso que me publicita por ahí :-) Lo del individualismo, tal y como lo veo, funciona inoculando en cada uno responsabilidades que decididamente le sobrepasan, y lo paradójico es que ese proceso no está planeado, no creo que haya una élite en la sombra que organice esa superestructura, sino que es el sistema en su totalidad el que funciona así (todos somos el sistema). Los autores de los que hablo buscan conjugar ese individualismo (que tiene cosas positivas, pues favorece la pluralidad o al menos la posibilidad de diferentes formas de vida) con lo político pero es muy,muy difícil. En realidad Deleuze es un crack, pero analizando cuidadosamente sus textos he llegado a la conclusión de que su propuesta sólo sirve para activismos de minoría, y eso es insuficiente.
    Respecto a lo de Marinaleda, es un acto interesante más como representación que como ejercicio político, controvertible como todo pero en mi opinión ha estado muy bien. España está hecha un cromo y la pasividad de la gente es muy inquietante, es otro tema sobre el que quiero reflexionar: hay mucha conciencia cívica, pero apenas resistencia activa. Eso me hace desconfiar del papel de la "conciencia" pues en esta crisis no está sirviendo de mucho. En fín seguiremos sobre el asunto... hasta pronto compañero!!

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  3. Hola de nuevo. Estaba leyendo el otro día El rojo y el negro de Stendahl y me dio dio mucho que pensar sobre el asunto de libertad individual y acción política. Lo fascinante del asunto es que las líneas de poder están muy definidas: o eres ultra (monárquico, católico, escarmentado por la revolución y Napoleón) o eres liberal (jacobino). En un capítulo, se produce una reunión secreta donde la nobleza regional y el clero proponen armar grupos militares para un golpe de estado. Lo descorazonador del asunto es que, dicho esto a brochazos, no me parece que hayan cambiado mucho las cosas. De hecho, creo que estamos ante la primera involución social desde 1936

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  4. Y lo que más me asusta de todo el tema de la crisis es que ni desde los grandes actores políticos ni desde los medios de comunicación se ha tenido en cuenta la motivación política del asunto. Parece que somos una tienda de ultramarinos que se ha equivocado con sus cuentas durante unos años y ya está. Y nadie discute la profunda motivación política que hay detrás de la crisis. "con la que está cayendo" y "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades" demuestran que el objetivo de la crisis es destruir los avances sociales y crear un masa pobre y dócil. No ha habido ningún debate sobre qué modelo de país queremos que salga después de la crisis. Aunque quizás le estoy dando demasiado crédito a los partidos políticos españoles al pensar que puedan tener un prouecto o una ideología

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  5. Ya sé que debería de leer este post un poco más para opinar, pero creo que tienes mucha razón en todo lo que dices. Además este estilo tuyo tan... “desenvuelto” le pega mucho. Y los gifts son geniales.

    Sobre “el fondo” de la cuestión yo pienso como Baudrillard -o Baudrillard como yo, no sé :-)... es algo así como “cuanto peor mejor”. Suena lamentable, pero gracias a esta disolución del yo “lo político” ha vuelto a la palestra tras muchos años de “anestesia” neocon.

    Suena un poco cínico, pero “circunstancialmente” nos ha tocado un periodo de transición creo que “un poquito” brutal, y se está desvelando ya muy claramente lo que también decían Baudrillard, Simondon, Mac Luhan y esa gente: “ya no es lo humano lo que piensa el mundo, nos piensa lo inhumano”.

    Yo también creo que desde que “inventamos” el arco y las flechas nos piensa lo inhumano -y nos seguirá pensando, claro-, pero me parece que ya nos estamos dando cuenta todos -es cuestión de tiempo, supongo-. Y metafísicas al margen, de momento.

    Bonito e interesante post.

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  6. Aunque no me he leido la mayoria de los textos a los que haces referencia el en el blog, me gustaría comentar las reflexiones a las que me ha llevado.

    Creo que la unica forma viable de construir el "yo" en la sociedad actual Europea es en oposición al capitalismo. Una vez ese "yo" esta más o menos desarrollado las variaciones del sistema dificultan la vida, pero no anulan el "yo" creado en oposición al propio sistema. A partir de ahí ese "yo"en proceso de continua construcción, independiente del caracter de las circustancias, pero dependiente de las mismas, requiere de la participacion política a através de grupos cercanos (locales, vecinales,...) con una visión de cambio global, pero con actuaciones locales que tengan en cuenta lo global en cada una de ellas, para evitar la frustración a la que le llevaría el desarrollo de ese "yo" en soledad.

    Mientras eso no ocurra, la gente intentará sobrellevar sus realidades de manera individual y específica de cada situación, lo que imposibilita cualquier proyecto común.

    Considero participación política toda participación social.
    No sé, es una opinión. Más cercana al marxismo que a la mayoría de los movimientos que han surgido posteriormente y que lo único que han hecho, en la mayoría de los casos, es alimentar al capitalismo (sólo hay que ver en que situación se encuentra Europa en estos momentos, y eso no es sólo culpa de los neoliberales).

    Interesante post.

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  7. Siguiendo ese razonamiento, yo deduzco que cualquier entidad surge en oposición a "algo", ergo lo mejor para acabar con el capitalismo es dejar de oponerse tan "visiblemente" a él para que sus contradicciones acaben de "devorarle".

    En lo que respecta a las actuaciones locales... como todos los actos, nunca sabemos hacia dónde nos conducirán por más proyecto común que tengamos, y que sin embargo por otra parte sí que nos piden un "compromiso" aquí y ahora... así que sobre ese asunto yo soy bastante escéptico o demasiado suspicaz tal vez.

    Y sobre la frustración de la soledad, ahí si que discrepo totalmente, puesto que la soledad la veo como una reflexión "indispensable" para percibir lo que nos rodea sin las emergencias de automatismos organizativos "comunales" o "sociales".

    En fin es mi opinión.

    ... y de doxa tras doxa dicen que sale la "episteme" :-)

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  8. gracias a todos por participar, diez caracteres para todos, si alguien se anima a escribir algo ya sabe que aquí estamos encantados con el método "pasapalabra". La verdad es que es un tema complicao y en un mismo día puedo pensar cinco cosas antitéticas al respecto... incluso simultáneamente!!!

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  9. Respecto al primer punto creo que si no se construye en oposición un sistema alternativo, en el momento que el capitalismo cayese no habria alternativa desarrolada. Además, el cambio se produce por causas objetivas y subjetivas y el desarrollo de experiencias alternativas viables ayuda al cambio de perspectiva de la opinión pública sobre una posible alternativa, lo cual junto con otros factores da lugar al cambio.

    Respecto al segundo, si estamos hablando de un proyecto común, desde mi punto de vista no existe un proyecto común si no hay compromiso.

    Y respecto al tercero, creo que es posible desarrollar nuestra personalidad lo más idependiente del sistema (sin olvidar que el sistema siempre nos afecta por mucha soledad que tengamos) y a la vez participar en proyectos comunes sin que estos y la gente que participa defina por entero nuestra personalidad.

    Que opinais?

    Gracias por el debate.

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  10. Hola, lo que dices de un sistema alternativo a mí me parece el quiz de la cuestión, y el problema más importante en estos momentos sin ninguna duda: la ausencia de una utopía. No quería hablar sobre ese tema porque lo trato en un texto que editarán pronto y mientras no salga no estará clara mi postura, pero vamos, para mi ese es el tema más grave.

    Si tuviésemos un sistema alternativo creíble o al menos una Utopía hacia la que pudiesen ir convergiendo todas las decisiones, estoy seguro de que la gente "despertaría". Una gran parte de la sociedad está a favor de un cambio, pero lógicamente no está dispuesta a una Revolución que no tenga una hoja de ruta para el "día después", pues ese tipo de sublevaciones,en cuanto salto al vacío, suelen terminar mal. Es imprescindible tener un proyecto alternativo, y la problemática de la utopía está muy presente en los debates filosóficos contemporáneos. Precisamente ayer me vi un debate entre Zizek, Badiou y otros sobre esa especie de descrédito que sufre el pensamiento utópico hoy en día (en gran parte por el colapso de los socialismos del XIX, el comunismo, la degeneración del liberalismo en neo-liberalismo...) y la urgencia de reconstruírlo.
    Mi idea del pensamiento en ese sentido es similar a la Deleuze, por eso me da tanta rabia que "la cague" en otros puntos. Para él, y para mí, pensar es una especie de trayectoria que acoge pasado, presente y futuro; el "sentido" como componente imprescindible en todo relato o discurso, es por tanto inexistente si no hay una mínima idea de futuro. Cuando uno tiene una cierta idea de cómo puede sobrevenir el futuro, esa "utopía" afecta al presente y al pasado, obliga a reonstruir las decisiones en tiempo real, y también la historia. Por eso, esa ausencia radical de "FUTURO" nos tiene tan desnortados como civilización. Sencillamente, sin un mínimo planning de futuro, el pensamiento es imposible. El propio Heidegger hablaba de que pensar es siempre una proyección sobre el futuro.... y por tanto no puede haber bienestar sin esperanza.

    El compromiso... a ver, yo no creo en el imperativo moral, sino en el incentivo moral, Es decir sólo puede haber compromiso si el ciudadano está convencido de que ese compromiso repercutirá retroactivamente en su felicidad. Es decir, no un tipo de compromiso en sentido católico, de obligación metafísica, sino un compromiso pragmático, incluso egoísta, que nazca de la convinción de que esa idelidad al proyecto significará mejoras en la calidad de vida.

    Y respecto a la libertad, hoy en burbuja debatiendo con unos liberales me gustó la conclusión a la que llegamos. A ver, en prinipio todos somos libertarios, cada uno tiene derecho a hacer lo que le de la real gana. Pero hay temas en los que uno NO ES LIBRE POR MUCHO QUE SE LO PROPONGA: por ejemplo, todos necesitamos comida, cobijo y cultura. Uno no puede "ser libre de no comer", o de "no saber hablar", o de "ir desnudo en invierno", porque esa libertad está limitada por el cuerpo. Entonces, lo que propongo es: un sistema absolutamente libertario, pero basado en una renta mínima universal que garantice esos derechos universales, garantía que ha de venir dada por alguna forma de institución colectiva (la palabra "estado" o "público" están muy viciadas y es mejor evitarlas). Creo que incluso Hayek hablaba de eso, pero la verdad es que leí "Camino de servidumbre" pero esa cuestión me pareció que no la desarrollaba con rigor.

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  11. Dejo el link al primer video (creo) de la serie "Communism a New Beginning", si ponéis esa frase en el buscador de youtube os saldrán todos. Tiene pasajes insufribles porque Zizek cada día está más perdido y habla de manera más vacía, pero el resto van diciendo cosas interesantes.
    Alparecer el último libro de Badiou recupera y actualiza ciertos elementos del comunismo pero no lo he leído.PEro este texto que salió en el país está muy bien:
    http://blogs.elpais.com/tormenta-de-ideas/2012/05/el-despertar-de-la-historia.html

    por cierto el link al video que mencioné:
    http://www.youtube.com/watch?v=JEuV7DMKess

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  12. Pues sí, esta frase me parece muy sugerente... "sólo puede haber compromiso si el ciudadano está convencido de que ese compromiso repercutirá retroactivamente en su felicidad"

    La clave está es ese escurridizo asunto de "está convencido", porque todo gira en torno a "el discurso", o más bien desde mi punto de vista: al mito.

    Decía Ciorán que la vida sólo tiene sentido por el grado de mistificación que pongamos en ello. Y por supuesto, los medios de información, entretenimiento y propaganda se vienen encargando hace bastante tiempo de este asunto.

    Alternativas hay muchas. Grupos con los que "comprometerse" también. Y creo que el Gran Capital está encantado con este escenario de despropósitos -muy bienintencionados, eso no lo dudo-.

    Pero lo único que a mí me parece que puede anular -y lo anulará por el mismo bien del Gran Capital- es El Estado (aunque la palabra esté efectivamente algo "viciada")

    Cuando los Estados vean que la deuda-trampa del Gran Capital está supercabreando a sus súbditos, no les quedará otro remedio que ayudar al Gran Capital a sobrevivir bajo otros nombres: ecología, sostenibilidad, renta básica, etc... antes de que "aparezcan" masivamente palabras como decrecimiento, incentivo moral o responsabilidad corporativa, e inunden "el discurso" que nos "convenza" para "comprometernos" retroactivamente en nuestra "felicidad".

    PD: siento poner tantas comillas, pero es que las palabras ya nunca dicen exactamente lo que insinúan :-)

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  13. Respecto a los comentarios de Badiu, diría que me parecen muy acertados, aunque estoy en desacuerdo con su definición de marxismo, pues considero que es una herramienta metodológica para analizar la realidad y no un sistema político o una herramienta de cambio. Es un metodo para el analisis de la economía, la sociedad, los estados, etc... a través del materialismo histórico, y eso no tiene caracter temporal. Lo que si tendría caracter temporal son los analisis que hace Marx a través del materialismo dialectico en sus estudios. Y todo hay que decirlo, ha dado en el clavo, y eso que apuntó esto a finales del siglo XIX. Lo que es necesario es volver a escribir el capital a través del materialismo dialectico, utilizando los datos históricos de más de un siglo, y así apuntar las nuevas tendencias. Mes zaros lo intentó con "Más allá del Capital".

    Respecto a la busqueda de utopias estoy completamente de acuerdo contigo, pero no podrán ser nunca utopías cerradas sino en construcción. Lo que quiero decir es que la participación en proyectos alternativos y en grupos con propuestas alternativas al sistema (siempre con un caracter global) será parte del desarrollo del sujeto político, que a su vez irá modificando el proyecto y la utopía y a su vez la utopía y el projecto le irá modificando. Sólo así se podrán construir alternativas.

    En ese proceso es indispensable que no sólo allá acciones locales (bajo consideraciones globales), sino también acciones globales localizadas.

    Creo que ya hay diferentes realidades tanto en España como en el resto del mundo que están planteando posibles alternativas. La participación en estas posibles alternativas y la participación política en grupos con una visión global es lo que ayudará a crear esa utopía. Lo que es una pena es que el control de los medios de comunicación sea tan brutal, porque es imposible escuchar los proyectos disonantes en los medios masivos.

    Espero con interés que nos envies cuando salga el link del texto sobre utopías.

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  14. postdos... ok me gusta lo que dices, pero te quedas en el mito y no me cuentas de dónde viene el mito, que a mí me parece la siguiente pregunta abismal. Todo gira en torno al mito, ¿pero en torno a qué gira el mito? Eso es otro tema que me separa de la izquierda clásica que justifica la inoperancia de su discurso porque la gente está sometida a discursos míticos y demás. El paradigma que acusa al fútbol de "secuestrar revolucionarios" atontándolos con placeres plagados de mito. Baudrillard creo que eso lo vio muy bien, porque al final "la seducción" consiste a dotar de contenido mítico a un continente banal.
    El que quiera cambiar algo, tiene que seducir. Y hacerse su propio bestiario de mitos, ¡¡¡lo cual me parece estupendo!!! siempre he creído que los sectores más moralistas de los revolucionarios son los que hacen que las revoluiones no funcionen, porque la convierten en una especie de "obligación histórica" desvirtuándola como el acto estrictamente sensato y conveniente que en realidad deberían ser.

    Respecto al papel del estado, eso sí que no lo tengo claro en este momento, porque estamos asistiendo a una crisis tan bestial de la institución estado, y su superviencia está tan amenazada que ahora tendrá que demostrar su vigencia. El problema es que antes habría que "recuperarlo", porque está visto que ahora mismo está secuestrado por unos zotes que ya no sé si es que son mediocres, mentirosos, corruptos o qué. De todos modos la cuestión del estado es interesante por el cambio de la escala de la identidad social. La globalización incluso la más progresista y crítica promueve una lógica que en realidad hace al estado innecesario: tal y como comenta el amigo anónimo, lo global tiende a estar focalizado entre el polo "universal" y el polo "hiperlocal", y la escala de los estados, que está sobre todo vinculada a inercias históricas derivadas de problemas obsoletos, parece haberse vaciado un poco de sentido. La idea misma de "frontera" parece perder valor tanto económico como ético, y las singularidades que "crear identidad territorial, fraternidad" creo que se organizan de otra manera, bajo otros afectos.
    Eso sería en un escenario muy radical y no sé si utópico: el de estados de otra escala. Hay quien habla de un nuevo feudalismo, como conservación de la diferencia en un mundo tendente a la repetición global. Pero ese tipo de utopía que rompe tan radicalmente con la historia se me va de perspectiva, no sé si es viable. La verdad es que últimamente la vieja idea de nación me resulta simpática y hasta tierna, tiene un algo de solidaridad que por desgracia se ha perdido o desviado a chorradas como el fútbol. El imperativo posmoderno de sentirse apátrida como forma de modernidad (es algo por ejemplo muy habitual en arquitectura, tengo que hablar sobre ese tema...) cada vez se muestra más ambiguo, porque como digo en el post eso se presta a nuevas formas de dominación.

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  15. Sartre decía que "todo grupo es un grupo juramentado contra algo o contra alguien". Se trata de identificar "el mal". El enemigo. Y si no existe, se inventa. Para de esa forma poder justificar todos los medios grupales "necesarios" para alcanzar ese fin, y poder pedir a sus miembros esfuerzo y compromiso, claro.

    Los mitos simplifican e identifican "lo bueno" y "lo malo". De un sólo golpe de vista acercan y separan amigos y enemigos. ¡Es un invento genial! Incluso "lo malo" está tan mistificado hoy en día que nos acercamos a ello casi por "necesidad"... a ver qué pasa, en esta era técnica de automatismo y control. ¡Cómo no vamos a ir en busca del descontrol! (algo tan mistificado como lo que más)

    Los mitos giran en torno a quienes los crean y por tanto en torno a sus "necesidades". Y hay mitos para todos los gustos: producir mucho para ganar dinero y ser feliz, organizar a la población para mantener unos "privilegios", comer vegetales que prolongan la vida y son más éticos y sostenibles, comer carne que adelgaza, montar en bici que fortalece el corazón, o ir en todoterreno con el aire acondicionado a tope -porque pasar calor no es saludable-, y de paso "caldear" el ambiente para que el ciclista sude más y elimine mejor los tóxicos que suelta el Hummer :-)

    Pero sólo se me ocurre un mundo posible que nos ha seducido a todos: el mundo promocionado por Walt Disney -el american way of life-. Hasta que hemos visto que era un bluff, claro. Pero ahora llegará otro mito, poblablemente el de la sostenibilidad, e incluso puede que el del socialismo -como decía Marx que ocurriría debido a las contradicciones del capitalismo-. Y nos pedirán el mismo esfuerzo y compromismo que pedían los faraones a sus súbditos para honrar a Anubis, Osiris, o el dios que se terciara.

    Lo único que yo digo es que habría que examinar con más cuidado "lo bueno" y "lo malo". Y que habría que hacerlo en soledad, porque cuando se reunen dos o más personas, necesitamos llegar a un acuerdo sobre "lo bueno" y "lo malo". Y no digamos ya cuando son miles o millones: la simplificación se multiplica al cubo... otra vez "necesariamente" -¿qué casualidad?-.

    Yo creo que cuando reflexionamos lo hacemos atendiendo a nuestras vísceras, estado físico, emocional y esas cosas, y no nos preocupamos por la coherencia de nuestro discurso, por sus contrasentidos y demás. Con tal de que nos entendamos nosotros mismos basta. Incluso con tal de que tan sólo intuyamos "lo que pasa" es suficiente para que sigamos vivos, que creo que es lo que más importa, supongo. Se trataría incluso de ir en contra de esa colectividad que nos exige esfuerzo y compromiso a través de los mitos, sin atender nuestras necesidades particularísimas.

    Mientras que cuando hablamos, ya estamos introduciendo y alimentando mitos necesariamente, porque queremos comunicarnos, es decir, aprender precísamente a eliminar o crear creencias personales y mitos colectivos que nos "orienten" un poco nuestra particular -y colectiva- supervivencia.

    Yo no digo que haya que eliminar los mitos. No se puede.
    Yo digo que habría que mantenerlos "a raya" para que no nos determinen "tanto" y nos den un poquito más de libertad de pensamiento y más tolerancia, que era lo que creo que Sócrates empezó a hacer cuando se opuso a los dioses y a los mitos griegos.

    Aunque como vemos con la historia de Sócrates... hay que ir con cuidado, porque como me parece que decía Savater: "todos flotamos en creencias de la misma manera que el feto flota en el licor uterino".



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  16. Diez caracteres, precisamente ayer estuve mirando un texto de badiou sobre el mal que se me hizo demasiado denso con la caló que hace ahora mismo en Galicia (efectivamente, somos vísceras pensantes :-) y servidor se convierte en una marmota a partir de los 30 grados). si alguien quiere leerlo :

    http://www.elortiba.org/badiou.html

    sólo un apunte a lo que comentas... te preguntaba por el "eje" de los mitos porque creo que en realidad se pueden remitir a esas "vísceras" de las que hablas de un modo incluso más radical. Hace poco colgué el link a una ontología de la representación musical, que brillaba por su capacidad para referir absolutamente cualquier fenómeno intelectivo a un fundamento fisiológico. En ese sentido, creo que "Mito" es una cración muy territorial, construída a partir de reelaboraciones de sensaciones y reminiscencias cotidianas muy dependientes de los cinco sentidos. Más que su causalidad "Moral" me interesa su dimensión "formal"... porque en el fondo son la misma cosa. en fín hace caló, a ver si me da la cabeza para escribir otro post... Gracias compañeiros!!!

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  17. Pues a propósito lo que dices ("Mito" es una cración muy territorial, construída a partir de reelaboraciones de sensaciones) yo estaba ahora mismo investigando ese asunto de "las membranas"; esas reelaboraciones de tejidos orgánicos flexibles y resistentes que surgen del repliegue sobre sí mismos, y que conectan y protegen "el cuerpo", filtrando las sensaciones venidas del exterior -o del choque de cuerpos que dice Deleuze-. Seguiré investigando.



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  18. Soy el anónimo que ha estado escribiendo desde el 11 de agosto. Hay una cita de Paulo Freire que creo que trae luz a que tipo de persona nueva debería surgir para enfrentar las problematicas de estos tiempos:

    "Una educación que permita al hombre la discusión valiente de su problemática. Su inserción en esta problemática. Que le advierta de los peligros de su tiempo, para que, consciente de ellos lograse la fuerza y el coraje para luchar, en lugar de ser llevado y arrastrado a la destrucción de su propio ser, a través de las exigencias de los demás. Una educación que lo pusiese en diálogo constante con los demás. Predispuesto a constantes revisiones. Un análisis crítico de sus "hallazgos". A una cierta rebeldía en su sentido más humano. Que le identifique con los métodos y procesos científicos." (Freire, La educación como práctica de libertad, p. 97)

    En ese sentido creo que Freire ya dejo bastante claras las bases de una pedagogia crítica, anima a criticar los propios mitos impuestos desde fuera y desde dentro.

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  19. Ok, estoy de acuerdo con el tal Freire, pero más que de los "peligros", yo creo que de lo que deberíamos de ser conscientes es de que -como dicen en una canción- "si no es por una cosa es por otra, pero siempre va a faltar algún detalle" :-)

    Por cierto, seguro que a Freire este documental le iba a gustar, creo:

    http://www.youtube.com/watch?v=-1Y9OqSJKCc

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    Respuestas
    1. Me he visto el documental y no, creo que a Freire no le hubiese gustado. Es cierto que tiene puntos críticos a la educación formal con los que estoy completamente de acuerdo, pero no es una educación transformadora. No promueve una conciencia crítica en los educandos tomando como realidad su propia vida y el mundo que les rodea. Creo que se aislan también del mundo como le critican a la escuela formal. Al final es un desarrollo personal del educando, pero no de la transformación social. Se parecen bastante a las comunidades socialistas utópicas de finales del XIX con correctos puntos de vista pero sin una actitud transformadora. Las mismas críticas que hizo Marx a estos grupos podrían extenderse a el tipo de educación que promueve el documental. Es muy parecido al tipo de sociedad que promueven las ecoaldeas. Comunidades e individuos que cambien el mundo a través del ejemplo y del cuidado de los menos favorecidos, pero sin preguntarse porque son los menos favorecidos. Solo tienen en cuenta el aspecto espiritual del individuo y no el aspecto material que al final es el que configura nuestra realidad.
      Freire quería promover esa consciencia crítica a la vez que el pensamiento crítico a través del metodo científico, y siempre dirigido a el cambio de la sociedad una vez se comprende la injusticia .

      Creo que Freire le gustaría mas este enfoque de educación, del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra de Brasil:
      http://vimeo.com/30915962

      No lo encuentro con subtitulos en castellano. Lo siento.

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  20. El vídeo se entiende muy bien en portugués, pero me resulta una cultura demasiado ajena a la mía como para juzgar hacia dónde puede llevar esa transformación que inició Freire. Tiene buena pinta, pero transformador es absolutamente todo, desde lo más insignificante a lo más "importante". No estoy de acuerdo en que "el aspecto material es al final el que configura nuestra realidad". Creo que son "los discursos" -propios y ajenos- los que la van configurando y desconfigurando. Y cada uno en su "terreno" hace lo que puede, como no puede ser de otra manera supongo, ya que intervienen factores absolutamente dispares e incontrolables.


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