martes, 2 de octubre de 2012

El placer de la industria, II

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30.


Shifted - Control
 (Mote-Evolver, 2011)
 
A más de un purista le parecerá precipitado incluir en esta lista a alguien con tan poca experiencia como Shifted, pero todas y cada una de las producciones de este imberbe mocoso destilan un conocimiento de causa de los entresijos del techno que sin duda lo abocan a convertirse en leyenda. De su excepcional trabajo me quedo con este punzante y flotante “Control”, cuatro majestuosas composiciones redondeadas en conformidad al canon clásico y que por lo pronto ya está en las maletas de los más grandes (Mulero lo pincha con asiduidad). Tiene algo del paisajismo contemplativo de Chain Reaction, pero las bases son mucho más potentes y el objetivo indisimulado es ponernos a gastar suela. De lo mejor que hay ahí fuera ahora mismo, y enésima reinvención de la cultura pop británica, que siempre damos por muerta antes de tiempo y a la que siempre volvemos cuando se trata de encontrar nuevas experiencias.



29.

Green Velvet – Constant Chaos
  (Music Man, 1999)

Magia negra de primer nivel, el hormonal hipnotismo de Green Velvet se mantiene como uno de los lenguajes más inmediatamente reconocibles del hardtechno de ascendencia Chicago: bombos que resuenan en tu caja torácica, zumbidos industriales que en otro contexto resultarían insoportables (y aquí agradecidos), y la voz cannabica del divo recitando absurdos versos sobre drogas, esquizofrenia y fiestas. Lo fascinante de su fórmula es el tenebroso hedonismo que transpira, por lo descaradamente bailable de su sonido y la decrépita atmósfera mongolide propiciada por el atolondrado fraseo de Velvet. “Constant Chaos” recopila lo mejor de un productor sin cuyos hallazgos no hubiesen existido Daft Punk ni Ed Banger. Subidones imposibles, ruidaco fuera de control, bases que golpean el estómago hasta cortar la digestión e himnos para ravers pasados de revoluciones. Kinkys y perversas, “Water Molecule” o “Abduction” se mantienen como cimas inolvidables de un estilo que murió de éxito, y de sobredosis de pastillas. 



28.

Obscurum – Dom 
(E-Com, 1997)

El ambiente solemnte, grave y para algunos sepulcral del repertorio Obscurum ilustra muy eficazmente lo que muchos considermos el legendario volkgeist alemán: un pueblo cuya indolente gestualidad puede leerse como gélida o ígnea, según los afectos del oyente. Música tan distante y lóbrega como esta, de una rítmica tan maquinal que prohibe cualquier asociación emotiva, sorprende en su fondo por el modo en que, arañando el “grado cero” de la inexpresividad, termina por encontrar un nuevo lenguaje para el dramatismo. Música esculpida en hielo que parece salida de un corazón en punto muerto, pero en cuyos secretos matices uno continúa encontrando mensajes cifrados de una emoción esquiva, quizás malsana, pero honesta e indudablemente profunda. Un maxi inapelable cuya continuidad en forma de disco de remezclas (ardiente Mugon, punzante Regis) que a estas alturas ha sobrepasado el status de leyenda para convertirse en sacramento. En Galicia y Asturias especialmente, muchos fuimos feligreses del opaco culto a E-Com y Obscurum.




27.

Robert Hood – Internal Empire 
 (Tresor, 1994)

Temprano escudero de Jeff Mills en el proyecto H&M, la primera entrega de Hood para la saga “Waveform Transmission” definía ya el repertorio expresivo de un creador que en este “Internal Empire” lograría su primera obra mayor. Desligándose de su pasado filo-electro y afilando las aristas de sus sonidos metálicos y vítreos, la suspensión de todo atrezzo innecesario daría pie a lo que en su día se llamaba “minimal” y que sigue teniendo en la descomunal “Minus” la pieza con la que han de medirse los demás: hincapié sostenido en un minúsculo motivo musical que se trenza y modula en capas paralelas, en un juego de coincidencias armónicas de compás actualizando el ideario estético de Steve Reich y llevándolo a una hipnótica pista de baile. Si el serialismo siempre había estado destinado a transformarse en dinámica de cuerpos, fue Hood el primero en trazar el puente que posibilitaría tal afrenta. Corazón electrónico de doble núcleo que comparte procesado con una sensibilidad de raza negra.


26.

Planetary Assault System – The Messenger 
 (Ostgut Ton, 2011)
 
Reconozco que la vitalidad y brillo de un disco tan descomunal como “The Messenger” me pilló desprevenido, pues el hombre responsable de sus surcos es un perro ya viejo como Luke Slater, enésima estrella que parecía obsoleta y que está rejuveneciendo admirablemente gracias al cariño de los jóvenes admiradores alemanes. Alemanes a los que demostró con esta obra maestra que el diablo sabe más por viejo que por diablo, apropiándose de los sonidos más en boga en centroeuropa y regurgitándolos con personalidad, autoridad y algunos de los mejores momentos de la historia del techno. Temas secos y punzantes, de filo cortante, junto a exploraciones abismales por ambientes más propios de Flying Saucer Attack que del 4x4 que tan grande hizo a Slater. Un disco moderno y comedido, hecho con el corazón y sin perder el tiempo en lo accesorio. Sugerente, fresco y muy bonito, más de una pieza encajaría sin problemas en contextos más experimentalistas y especulativos, pues sus coqueteos con los límites del género lo llevan en ocasiones a territorios de puro riesgo.


25.

Plastikman – Hypokondriak / Africa 
 (M_nus, 1998)

Richie Hawtin cuenta en su haber con una trayectoria de lo más singular: inicios como raver malsano, una etapa posterior entregado a la definición de un minimalismo purista como pocos, y finalmente su actual esplendor ibicenco, en los que parece renegar de los marcianos experimentos de sus mejores tiempos para conformarse con espectaculares truquiñuelas que ya sólo sirven para ambientar Stradivarius y Bershkas. Pese al recelo que pueda producirnos el personaje hoy en día, hay que reconocerle que su discografía mantiene siempre un nivel altísimo, que IMHO alcanzó su cima en este magnético maxisingle cuya radicalidad se ha diluído con los años como consecuencia de la normalización de un lenguaje por entonces inédito. “Hypokondriak” sigue siendo un tour de force magistral de tensión creciente, un subidón infinito que se alarga y se alarga en un efecto narcotizante y místico cuya magia sigue intacta. Serio y profundo, este es el tipo de producto al que se debería dedicar Hawtin, y olvidar por fín las monerías de sus últimos jueguecillos de fashion victim.


24.

Robert Görl – Sex Drops 
(Disko B, 1998)
 
El petardo Robert Görl, leyenda indiscutible de la música industrial oscura gracias a su trabajo en DAF, parecía  perdido para la música y entregado a vagabundear de cuarto oscuro en cuarto oscuro hasta que Regis le puso las pilas y le produjo este monstruoso disco: uno de los albums más potentes y contundentes del hardtechno de los 90, secueniado a cara de perro y con esos flirteos con el ruidismo, el serialismo y el feísmo maquinal que hicieron de DAF un proyecto tan cool. La mano de Regis adquiere tanta presencia que uno sospecha que aquí en el fondo Görl no pintaba nada, pero ello resulta anecdótico ante tan excelsos resultados: hay temas tan sucios que su sonido parece construído loopeando el ruido de la cadena del vater. El tipo de música que uno baila con cara de malas pulgas y vestido de cuero negro… lo del cuarto oscuro lo dejamos para los que quieran llevar esta estética hasta sus últimas consecuencias.



23.

British Murder Boys – All the Saints Have Been Hung
 (Counterbalance, 2005)

Cuando se juntan dos fenómenos de la naturaleza como Child y O´Connor no puede resultar más que en un encuentro explosivo. Pero en este caso, el resultado fue algo más: la reinvención del techno tal y como lo conocíamos. Oscureciendo las texturas, endureciendo las bases y sincopando los ritmos , BMB radicalizarían la violencia de la música de baile convirtiéndolo en un ritual catártico en cuya letanía física se esboza la esencia del purgatorio. Duro y con malas pulgas, todo el legado BMB fue una ácida y sulfurosa  reinvención del malestar urbano en una década que parecía remar en otra dirección. Por lo visto se han vuelto a juntar y ya han grabado material inédito, lo cual no sé si es una buena noticia: es casi imposible que logren estar a la altura de las expectativas tras habernos impactado en su día con escalofriantes obras de arte como este “Todos los santos han sido ahorcados”, ejemplar como estrategia de superación del monotrack sin por ello renunciar a la radical militancia de cuando el techno, en palabras de sus autores, situaba en su agenda la tarea de actualizar la modernidad.


22.

Kalon - Born Against
 (Sandwell District, 2008)

Comparando este sinuoso y elegante disco con la obra pretérita del hombre que la firma, podríamos pensar que se trata de otro caso de fierecilla domada, cuando en absoluto es así: la sutil percusión filtrada qu protagoniza el excepcional "El hombre es el animal superior" mantiene en crudo la tensa marcialidad de un Regis que de aquí en adelante optaría por suavizar las formas para conservar los (malos) modales. Los que pensaban que el discurso O´Connor funcionaba por su brutalista desafección por los detalles, se quedaron helados ante un par de temas tan bien producidos como estos, continuados en una remezcla de David Sumner que puede considerarse el mejor tema de Maurizio grabado por alguien que no sean Maurizio. Hechicería caribeña y esteticismo japonés hacen las paces en un doce pulgadas devastador, fiero y hermoso, techno de purasangre que conviene escuchar con un buen sistema de sonido para emocionarse por la artesanal belleza con la que viene mimado cada detalle acústico.


21.

Terence Fixmer – Electrostatic
 (International Deejay Gigolo, 1999)

En tiempos recientes Fixmer nos está sorprendiendo con un refinado gusto por el techno más exquisito y trabajado, una deriva inesperada en alguien como él que se hizo un nombre gracias a las electrizantes bofetadas electroestáticas con las que nos puso a bailar hace diez años. Aquel antiguo Fixmer, el de sus tiempos en Internationa Deejay Gigoló, modernizaba otro de los pilares fundamentales del techno (la electronic body music belga de los 80) a través de contundentes y electrizantes himnos de pegada incomparable, siempre bruttos y de estética decididamente nihilista. “Electrostatic”es la mejor instancia de una discografía que tendria otras cumbres en las legendarias “Body Pressure”, “Breathe” o “Cerveaux sans Ames”, que retrotraen al techno a su primigenia función de dinamizador (y agitador) de corporalidades. Hasta varios años depués no supimos que, además, ahí dentro había un corazón.


20.

Lucy – Banality of Evil
(Stroboscopic Artefacts, 2012)

Siempre hemos confiado mucho en el techno italiano (país aparentemente de segunda división a nivel mediático, pero que secretamente ha ido regalándonos verdaderas obras maestras) y hoy en día el orgullo de nuestro país hermano es una superestrella como Luca Mortellaro alias Lucy, uno de los productores más influyentes de hoy en día (por no decir sin titubeos que el más influyente) y responsable del sello más delicado del momento, el exquisito Stroboscopic Artefacts. Este maxi entra en la lista como ejemplo de una discografía tan elegante y emocionante que en verdad es imposible seleccionar una única referencia: a nivel popular su pieza más reonocida es el ya legendario “Wordplay for Working Bees”, pero su lenguaje no deja de incrementar su sofisticación y cuyos títulos (ilustrativo este “banalidad del mal”) dan testimonio de una cabeza perfectamente amueblada.Aplicación y esmero en la gestión del sonido pero, por encima de todo, intuición para sacar petróleo emocional de estructuras de apariencia glacial.


19.

Porter Ricks – Port of Nuba / Nautical Nuba
(Chain Rection, 1996)
 
Porter Ricks llegaron a editar (juntos y por separado) discos tan rematadamente malos que uno no sabe si lo sublime de su discografía en Chain Reaction fue casualidad, error o producto de inmejorables compañías. Sea como fuere, este maxi tuvo en su día un impacto descomunal en toda Europa, continente que ahora se decidía a plantar cara al imperio techno detroitiano, mediante una radicalización de la fórmula: bases monocordes y rutinarias (pero exquisitamente secuenciadas), ruidos por doquier y ambientaciones acuosas, gaseosas, ingrávidas, tormentosas, dando lugar a un paisajismo turbio y de cadencia hipnótica que actualiza el temperamento de Schelling o Friedrich cifrándolo en ars digitalis. Sus discos posteriores tendrían momentos de cierto brillo, pero la gran promesa del techno alemán se diluiría en producciones que es mejor olvidar. Su período portuario y oceánico, sin embargo, sigue siendo uno de los más socorridos paradigmas para el deep techno, que llegó a abusar tanto de la fórmula que hasta los fans más irredentos acabamos por aborrecerla. Estos dos temas, sin embargo, siguen tocando hueso y desgarrando fibra.

 
18.

Surgeon – Breaking the Frame
(Dynamic Tension, 2011)
 
Maestro de maestros y el más entrañable genio del techno: ese es Anthony Child, mayestático visionario que siempre se ha encargado de auscultar los límites del género ampliándolo mediante su incoparable erudición y versatilidad de gustos: en su formación musical caben los drones, el krautrock, el dodecafonismo, músicas del mundo, dub y mucho acid, y con esos ingredientes ha ido construyéndose un lenguaje personal e inconfundible que brilla especialmente por su punzante sentido del ritmo. Este reciente “Breaking the Frame” sin embargo nos muestra al Surgeon más introspectivo y espectral, con 9 canciones introspectivas y de rictus circunspecto, que serpentean entre los momentos más compatibles con la pista (especialmente la sobrecogedora “Radiance”) con piezas cercanas a la electroacústica o el dark ambient de última generación. Serio y embriagador, el trabajo de este hombre no deja de sorprendernos con regalos tan escalofriantes como su último remix para Scuba, pero que en sus momentos más quijotescos se recrea en los aspectos más especulativos, experimentales y libérrimos de su lenguaje. Enésima obra maestra en su hoja de servicios, propia de un talento inmune al envejecimiento.

 
17.

Jeff Mills – Kat Moda
(Purpose Maker, 1997)

Tal vez hubiese sido más lógico incluír en la lista cualquiera de las sobresalientes retrospectivas del trabajo de Mills, pero me gustaría reivindicar su trayectoria como especialmente brillante en formato maxi, formato en el que ha editado discos legendarios como “Shifty Disco”, “Force Universelle”,Java”, el magistral “Skin Deep” o muy especialmente este genial “Kat Moda”, que queda para la historia como el disco en el que apareció el inmarchitable himno “The Bells”. Una canción muy popular en su día pero que no debería eclipsar los incomparables hallazgos paralelos de un genio como Mills, que con la excusa de poner a la gente a bailotear se inventó un idioma acústico más marciano de lo que pueda parecer. Negro hasta el tuétano y valiente en cada decisión, hemos insistido tanto en el oblicuo y exótico sentido de la armonía de Mills que apenas queda nada por decir: el suyo es un repertorio que hay que escuchar atentamente y en segunda vuelta, para apreciar detalles y destellos de magia que probablemente se escapen en una primera audición. Tal vez sea el más grande, pero su falta de proflaxis creativa y sus cochambrosos discos de ambient han hecho muy poco por sostener su leyenda: su campo natural son los trallazos para la pista, y en maxis como “Kat Moda” es donde se obtiene la verdadera medida de su genialidad. 


 16.

Cristian Vogel – Busca Invisibles
(Tresor, 1999)

No podía faltar en esta retrospectiva un disco ejemplar de la inolvidable escuela No Future, aquel colectivo formado por Vogel, Tobias Schmidt o Neil Landstrumm que a finales de los 90 apostó con bilis negra por un tipo de sonido delirante, incómodo,de humor absurdo y hechuras fieras, que les ganó un (efímero) lugar en el panteón arty del circuito Sonar para quedar luego relegados a un incomprensible olvido: sus barroquismos y exabruptos envejecen prematuramente un estilo que sin embargo mantiene vigente su vitriólica y endemoniada capacidad de extrañamiento y desconcierto, con piezas retorcidas sobre sí mismas que parecen autodestruirse en un burlesco coqueteo con la patafísica. Para la posteridad quedan discos de tanto músculo como este rotundo “Busca Invisibles”, vagamente legitimado con argumentos políticos (Pinichet y tal) pero cuya eficacia no es otra que la de los calambres bio-neuronales. Ciberpunk histérico y de gestualidad excesiva, profuso en hallazgos inolvidables y que algún día deberá ser recuperado con los honores que merece.


15.

Karl O´Connor & Peter Sutton – Againstnature
(Tresor, 2000)

Siempre he considerado que el papel de “Againstnature” en la historia del techno es similar al del “Loveless” de My Bloody Valentine en la historia del rock: la reinvención a través de un “muro de sonido” en el que los sonidos se licúan hasta formar una masa informe e ilimitada, mesmerizante. Este impresionante album de mis dos mayores ídolos salda con nota tan complicado desafío, en un paso adelante en la historia del género cuya importancia no ha sido suficientemente calibrada. Especialmente la gestión de los bombos puede tildarse de absolutamente revolucionaria, pues se abandonan las viejas percusiones (ejem) percutivas para instaurar bases de doble bombo con el ataque más largo, haciendo de los graves una especie de magma informe que sin embargo continúa manteniendo la estructura de cada pieza. Es difícil encontrar en la historia del techno un disco con unas bases tan fangosas y profundas, en las que el golpeteo se transforma en un latido en forma de onda, que blbucea en lugar de golpear. Los sonidos se diluyen entre sí y la “masa sonora” resultante, sin perder la fuerza rítmica, retrotrae al tipo de sonido característico de Phil Spector o el “Psychocandy”, pero en una reinterpretación brutalista y muy ruda donde priman los acoples digitales. “Hanoi Hanoi” o “Guiltless” siguen siendo un desafío intimidante para todo el que quiera trabajar en esta senda: el listón quedó demasiado alto. Existen dos versiones, la original (la que yo tengo) y una reedición en Downwards que todavía no he podido conseguir, pero que por lo visto reconstruye algunos pasajes con desigual fortuna.


14.

Dave Clarke – Red 2
(Bush, 1994)

Su nula capacidad de adaptación a los tiempos han hecho de Dave Clarke uno de los mayores has beens de las cabinas, pues el que en su día fue considerado el DJ más imitado e influyente del mundo es hoy poco más que una vieja gloria de tercera fila. Dicho lo cual, aquella serie de maxis “Red” mantienen todavía hoy una vigencia inesperada dado lo temprano de su  factura: estamos hablando de ¡¡1994!! Y sin embargo el sonido característico mantiene intacta su pegada y su belleza. El loop sobre el que se construye este monsterclassic “Red 2” es uno de los más imitados de la historia del género, y no dista mucho de lo que luego se haría por ejemplo en Chain Reaction. Un recordatorio de cuando la iconografía del techno era especialmente futurista y ciberdélica, cuando podía permitirse el optimismo de confiar en un futuro utópico de convivencia pacífica entre humanos, naturaleza y máquina: tal y como evoluciona el mundo, o bien aquellas ensoñaciones han fracasado o bien debemos seguir esperando en que algún día se cumpla su profecía. Un disco, entonces, quizás utópico, ojalá profético.

  

13.

Marcel Dettman  - Translation
(Ostgut Ton, 2011)

Difícil escoger una sola referencia de Dettman, pues su talento brilla infinitamente más como remixer o en puntuales hits que en la elaboración de discos de empaque. Pero la estatura alcanzada por el personaje, que en pocos años se ha convertido probablemente en el DJ techno más influyente del mundo, bien merece un puesto de honor en nuestra lista: siendo honestos, y pese a que en muchas ocasiones lo que hace no llegue a convencernos, hay que quitarse el sombrero ante la carrera de un tipo que, junto a Ben Klock, ha resucitado al techno alemán de sus cenizas y lo ha vuelto a situar en el epicentro de la cultura berlinesa. Dettman tiene un talento descomunal pero, en mi opinión, lo desperdicia en sus continuos e innecesarios flirteos con otros géneros: lo que de verdad se le da bien es producir esos hits de cadencia tan particular, con bases rígidas y severas y riffs descuadrados y de extraña compostura. Alguien capaz de regalarnos algo tan mágico como el “Planning” incluido en este maxi no debería perder tiempo en absurdas grabaciones pseudomelódicas para las que no está hecho. Sirva pues este “Translation” como recordatorio de toda la tropa Berghain (Klock, Fengler, Shed, EQD y demás) responsables de que el techno esté viendo en los últimos años cómo reverdecen sus laureles gracias a un nuevo estilo seco,oscuro, vibrante y elegante en el que todos los flashes apuntan a la figura de Dettman, cuya corta trayectoria han hecho de él toda una leyenda viva. El presente es suyo, pero el futuro todavía tiene que ganárselo.


12.

Emptyset – Emptyset
(Caravan, 2009)

Junto a Orphx y quizás Vatican Shadow, Emptyset son lo mejor que le ha sucedido a la música industrial desde que Pan Sonic empezaron a ser un coñazo. Un grupo que recupera la estrategia fundacional del techno escandinavo (monotracks glaciares construidos con silencios, basura sonora digital y percusiones incómodas, como secuenciando los sonidos de un fax o una máquina registradora) pero dándole lustre mediante los sofisticados artificios digitales de hoy en día. Música que, sin perder por tanto pie en la tradición dark wave de la que indisimuladamente bebe, se inscribe sin problemas en el idioma habitual del techno alemán contemporáneo, donde cada vez son más venerados. Este su primer disco definía lo que luego serían las pautas de su estética, sombría e industrial, alternando momentos de introspección traumática con latigazos purificadores de rítmica maquinal para el cuerpo. Geometrías austeras y timbres perturbadores que conjugan un estado de ánimo infeliz pero en cualquier caso disfrutable. Un grupo con un sofisticado sentido de la elegancia al que no le pierden las veleidades de arte y ensayo que abundan en un discurso como el suyo, que busca trascender desde varios flancos las constricciones de la pista de baile.
 

11.

Female – Angel Plague
(Downwards, 1999)

La incomodidad parece ser el tema central al fabuloso trabajo de Peter Sutton, perro viejo que en sus mejores momentos se recrea en placeres perversos típicamente aristocráticos: su truco consiste en apropiarse de la fórmula monotrack para enrarecerla, ensuciarla, desvestirla y reconquistarla a través de frirteos con el humor absurdo, el feísmo y un desconcertante balance entre tipismos y rarezas. “Plaga de ángeles” es uno de sus discos más redondos, en los que como siempre oculta su vena rematadamente arty en la apariencia de dumb techno para monguis: ciclos desapasionados y maquinales que transforman los exotismos latino y tribal en opresivos ambientes paranoides, bases de baratillo sobre las que encuadra arpegios amenazantes, corporalidad aberrada y síncopas narcotizantes para un discazo cuya sutil excentricidad se aprecia en escuchas sucesivas. Caramelo envenenado que no obstante esboza un sentido muy suyo de “la belleza”, de la mano de un autor que decididamente sabe cuál es la sustancia de lo que hace (tiene una carrera paralela comobody artist) pese a que su personalidad ensimismada y autista le hay alejado del reconocimiento mediático. El Buñuel del 4x4.

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