martes, 11 de diciembre de 2012

) ) ) eco ( ( ( sistema ) ) ) #5: Olympic Boobs



El vocablo “límite” define una frontera infranqueable, el tope virtual de un determinado movimiento o desarrollo: además de barrera y continente, el límite es lo que define de manera abstracta una determinada forma, cuya esencia habilita.
En cambio, la palabra “extremo” se refiere al nivel máximo o mínimo de ese mismo movimiento o desarrollo expansivo considerado como serie diferencial, con lo cual siempre ha de estar contenido en (ser interior a) la forma límite. Si el límite es potencia o virtualidad, el extremo es actualidad. Para lo que vamos a hablar en este post, “extremo” equivale a “margen”.
Según la wikipedia, el pomposo lema olímpico “Citius, altius, fortius” fue ideado a finales del siglo XIX y no en la edad antigua tal y como su sonoridad latina podría sugerir. El slogan suele asociarse a los “valores” saludables y fraternales del deporte y en general de toda actividad humana, expresando de manera épica y finalista la dignidad de esa tendencia ¿connatural? al hombre que le impele a ampliar constantemente sus fronteras, derribar las barreras que se le presentan, ir siempre más lejos, resolver cada desafío llegando gozosamente a un meta aún más dificultosa. En principio, a nadie se le ocurriría pensar que “citius, altius, fortius” tenga nada de problemático (¡todo lo contrario!), pues el lema parece ser el motor espiritual de los avances científicos, la evolución del arte, la mejora de las condiciones sociales o la promoción de nuevas y fructíferas ideas y conocimientos, Sin embargo, la frase en cuestión tiene mucha miga porque define en tres palabras la antropología utópica que subyace al capitalismo, al que podemos llamar “capitalismo olímpico”, entendido no sólo como un orden económico, sino como un sistema cultural, una civilización en su conjunto.

 
Una de las ideas utópicas que habíamos advertido en los fundamentos del capitalismo era la fe en el progreso natural, del orden teleológio de la sociedad a través del tiempo, y en consonancia con ese corolario el lema olímpico viene matizar la condición necesaria para que dicho “progreso” ilimitado pueda tener lugar: la ausencia de los límites. En el horizonte epistemológico de nuestra civilización, el “límite” es inaceptable, y los “extremos” o “márgenes” han de ser por fuerza expansivos, pues todas las actividades humanas están orientadas a la ampliación de sus dominios. En su estructura esencialmente dinámica, el “límite” como contención o barrera supondría el fin del capitalismo, un sistema que para su correcto funcionamiento necesita que sus variables aumenten de manera sostenida e infinita.


El problema evidente es que el mundo es finito y limitado, y por tanto el capitalismo antes o después alcanzará límites a su expansión que, coartando su imprescindible capacidad de crecimiento, supondrán su muerte: nuestro sistema, como las Olimpiadas, está ideado para batir cada día un nuevo record, y asume el dogma metafísico de que la realidad es ilimitada. No se trata únicamente de asuntos monetarios, pues todos los campos de actuación humana están sometidos a esa misma lógica, de manera un poco delirante. Uno de los postulados básicos del método científico consiste en la potencial proliferación infinita del conocimiento, de tal manera que por mucho que avance la ciencia siempre habrá nuevos descubrimientos posibles, en un continuo descifrado de la realidad que se puede prolongar eternamente, al igual que los nuevos cachivaches tecnológicos que vayan deduciéndose de dichos descubrimientos. Esta cosmovisión es paralela por tanto a la lógica del marcianísimo Libro Guinness de los Records: para cualquier meta alcanzada, siempre habrá alguien que llegue más lejos, incluso en los desafíos más absurdos (del tipo “record del mundo de cien metros lisos en tacones”). La lógica del olimpismo es delirante y paranoica: supone que a medida que pasen los años, aparecerá alguien que corra los cien metros lisos en 8 segundos, luego en 7, y así… ¿hasta cero? Conceptos como "productividad" o "rendimiento", tan empapados en nuestra vida cotidiana, parten de esa estructura irrenunciablemente inflacionaria de nuestro sistema, que se basa en una definición de nuestra existencia como una carrera de obstáculos no sólo contra nosotros mismos (eso del "crecimiento personal", uno de los memes más recurrentes de occidente) sino más penosamente contra los demás: por más que alguien tenga las tetas más grandes del mundo, su record será siempre efímero, y pronto aparecerá alguien con unos pechos incluso más descomunales
En ese sentido, el problema ecológico es un verdadero quebradero de cabeza para el capitalismo, pues denuncia un hecho incompatible con la lógica desarrollista de nuestro sistema: los recursos de nuestro planeta son ilimitados, y por tanto hay muchos dominios de la acción humana que no pueden crecer indefinidamente. Los ejemplos más meridianos de ello son el peak oil y la intolerancia de la capa de ozono a las emisiones de gases nocivos, cataclismos resultantes del momento en el que los márgenes de un sistema alcanzan sus límites. En realidad, esa cosmogonía inflacionaria es el dogma sobre el que se fundamentan todas las burbujas que en mundo han sido.



Citius, altius, fortius” es la Némesis de la sostenibilidad, y he ahí donde el pensamiento ecológico supone una amenaza más severa a la lógica capitalista, pues apunta a su estructura misma, a su condición necesariamente expansiva. No puede haber un “capitalismo sostenible” porque, sencillamente, ello sería la antítesis de la dinámica del capitalismo: una estructura que cuando se estanca, colapsa. No se trata ya sólo de que el PIB deba crecer un 3% para que la máquina siga rodando, sino que todas nuestras estructuras culturales operan sobre esa misma esperanza en el crecimiento potencialmente infinito: en ese sentido, el icono característico de esta forma de pensar sería Zena Fulsom, la legendaria estrella porno de los años 70, famosa por ser la poseedora entonces de los pechos más grandes del mundo… para ser luego ampliamente superada por boobs de tamaños incluso más colosales.El aburrido nuevo record de goles de Messi es el último peldaño en esta escalada absurda hacia ninguna parte: antes o después aparecerá alguien capaz de marcar cien goles, y luego doscientos, y así hasta el infinito.
La población del planeta no puede crecer indefinidamente, ni el consumo de petróleo, ni el desmenuzado de las partículas subatómicas fundamentales, ni el tamaño de nuestras ciudades, ni el de las tetas de las estrellas del porno. Sostenibilidad exige sustituir una idea del tiempo como “progreso” por una estructura más circular: quizás disciplinas como la filosofía o el arte, en su aparente avanzar, no hayan dado más que vueltas en círculo sobre una serie de problemas que son siempre los mismos. O cambiamos el chip, o algún día aparecerá una chica con unos pechos tan grandes que su fotografía no quepa en Internet… aunque, bien pensado, para entonces Internet ya habrá traspasado su límite correspondiente.

3 comentarios:


  1. Ok todo. Pero la cosa va a “más” por arriba y por abajo.

    A los de abajo sólo les queda ir a más para quedarse:

    http://youtu.be/YBNg5X0BvEI


    Y a los de arriba sólo les queda ir a más para poder marcharse:

    http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/08/120802_ciencia_planetas_que_pueden_albergar_vida_bd.shtml


    Pero como yo no creo que exista el “aurea mediocritas”, sino sólo una cierta resignación temporal, pues a mí me parece que el movimiento sólo puede ir de un lado al “otro”. Siempre que exista “el otro”, claro. Y hoy por hoy “el otro” creo que se está elaborando a marchas forzadas. Aunque desde mi punto de vista no se trataría de una nueva división de clases, sino de especies.

    … y si lo pensamos un poco “más”... pues supongo que es hora de que aparezca una ciencia de “antropología invertida”, es decir una ciencia que empiece a estudiar a estas nuevas especies de posthumanos, y no tanto para llegar a una conclusión como para intentar aclarar un poco “más” el asunto :-)

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  2. me gusta lo que dices! ¿salida por la tangente? Por lo pronto, apunto esa "antropología invertida" en mi agenda de asuntos a retorcer.

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