domingo, 23 de septiembre de 2012

Identidad política #8: Kill Your Idols

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Kill Your Idols
 (pero a Mulero, ni tocarlo) 



1. Mónadas y Paquirrines

Sin un temperamento paranoide es imposible hacer filosofía, pues el pensador más profundo es siempre aquel que desconfía no sólo de su propia sombra, sino también de fenómenos aparentemente “normales” y carentes a priori de cualquier de misterio o doblez, de todo aquello que parece estar ahí “porque sí”, de modo natural y autoevidente, sin que urja una explicación o justificación. La seminal pregunta metafísica “¿por qué hay algo, y no más bien nada?”, en su aparente misticismo abstracto y pedantón, en realidad nos interpela a preguntarnos por el origen de cada pequeña presencia cotidiana: por qué hay canciones, o árboles, o chicles de fresa, o perroflautas o sobres lacrados. Todo, incluso lo más evidente, merece un ejercicio de inquisición intelectual, y dicha práctica detectivesca (que viene a ser el impulso detrás del filosofar) puede ser muy saludable para defendernos de un mundo que en demasiadas ocasiones se aprovecha de nuestra ingenuidad e inopia para hacernos desagradables regalitos por detrás. Incluso Paquirrín es un problemático desafío filosófico: ¿por qué existen paquirrines, por qué gustan a la gente, por qué son famosos? Por desgracia, ni la Monadología, ni la Crítica de la razón práctica ni la Fenomenología del espíritu tenían un mísero capitulito dedicado a las celebrities, y es una exigencia muy de nuestro tiempo el encontrar el motivo de la existencia e insistencia de los famosos.

 
Quizás usted no se haya preguntado nunca por qué hay famosos. Acostumbrados a su omnipresencia desde que tenemos uso de razón, la existencia de las celebrities y el interés que a ellas les dedicamos nos puede parecer tan de Perogrullo como el hambre o el ciclo solar: los famosos son famosos, no hay que darle más vueltas. Inquietarse por el sentido de la prensa rosa, el glamour de papel cuché y el gossipeo de colorín parece no merecer la pena por cuanto, según se nos dice, son evidencias del componente “irracional” del ser humano, pura follie jubilosa, “ocio” y mera diversión; exentos entonces de merecer una segunda lectura, pues lo irracional sería aquello que se da sin un motor lógico o causa necesaria. Paquirrín y su circo parecen más afines a absurdos figurantes de un libro de Lewis Carroll o Kafka que a la retórica de mónadas, conatus y dassains habituales en los papers de estudios culturales, pero si nos tomamos en serio los misterios que esconde su oronda figura nos damos cuenta de que ese tipo de personajes –las celebrities- son instancias sociopolíticas que representan y efectúan fenómenos de máxima importancia: todo marxista verdaderamente revolucionario debería hacer acopio del QMD, la Cuore y el Lecturas como pruebas fehacientes de los desmanes ideológicos capitalistas, que se sirve perversamente de las celebrities como “caballos de Troya” con los que nos son inoculados todo tipo de memes, valores, deseos y juicios morales disfrazados de “ocio” inane.
Un racionalista radical como yo no cree que haya ningún fenómeno “irracional”(al menos, no como complementario a otros fenómenos sí “racionales”), y mucho menos creo en esa idea vaga, absurda y sin fundamento que es el “ocio”: el ocio no existe, es uno de los conceptos más estúpidos de entre los muchos conceptos estúpidos que salpimentan la estúpida ideología de clase media, y una presuposición tan delirante e ilógica (la existencia de algo llamado “ociosidad” entre los siempre funcionales hábitos humanos) no puede ser aceptada de ninguna de las maneras. No me extenderé en argumentar esta deducción pues ustedes, que son tan listos, ya habrán advertido que admitir algo así como “ociosidad” implica una excepcionalidad ontológica de ciertos comportamientos respecto a otros (los que “sirven para algo” frente a los que “no sirven para nada” y por lo tanto terminan en sí mismos) que exigiría una verdadera fractura de la realidad: ¿alguien ha visto alguna vez un electrón ocioso? ¿un átomo de helio descansando y “no haciendo nada”? ¿un planeta “tomándose un kit kat” entre ciclo orbital y ciclo orbital? Pues de la misma manera, nosotros estamos continuamente funcionando, cumpliendo nuestro deber natural, haciendo algo importante, incluso cuando leemos la “Cuore” o nos juntamos para echarnos unos vicios con el FIFA. Todo lo que hacemos es por algo, y las repercusiones y resonancias de nuestros jolgorios son siempre endiabladas. Desde el materialismo rogelio, el “ocio” tiene fundamentalmente dos funciones: una, la de instarnos a consumir (acto imprescindible para dar salida a la hiper-producción capitalista) y la otra, por decirlo claramente, sorbernos el cerebro. Las celebrities son brain eaters como los de las pelis de zombies, pero vestidos de Versace.
Lo que acabo de exponer sonará a comedia o boutade, pero el discurso es absolutamente honesto y serio: todo lo que hacemos se inscribe en la compleja red de causas y consecuencias de la acción humana, y las repercusiones de todas y cada una de nuestras costumbres y hábitos es de alcance ilimitado, e incluso nuestros actos más lúdicos, vanidosos o caprichosos van de la mano de profundas tramas ideológicas y dinámicas sociales estructurantes. Por ello considero tan importante preguntarnos por ejemplo por qué existen celebrities, por qué siempre las ha habido, de dónde obtienen su magnetismo una serie de personas elegidas de entre los demás, y a qué dominios de nuestros aparatos de percepción y cognición se aferran para resultar tan insistentes y, pese a su aparente fruslería, tan importantes. Evidentemente, cuando digo “celebrity” no me refiero sólo al rango de una Duquesa de Alba o un Kobe Bryant: famosos lo son en la misma medida Karl Marx, Marie Curie o Federico García Lorca, y por mucho que nos engañemos no lo son tanto por sus méritos “naturales” o “reales” como por su 

mitificación,

que responde siempre a potencias afectivas y efectivas muy profundas para la sociedad que los proclama. Así que al menos tenemos algo ya claro: la celebrity es la versión contemporánea de una figura detectable en cualquier cultura como es el “mito”, “ídolo”, “tótem” o como quiera nombrarlo y matizarlo cada escuela de antropología. El famoso ocupa un lugar privilegiado en el imaginario social general, lo cual, poniéndonos rojeras y aplicando la noción de superestructura, le sitúa más bien del lado de los poderosos, es decir, de las clases dominantes, es decir, de los beneficiados por las diferencias de rango social, es decir, de los malos



2. Fenómeno fan y Lucha de clases

Si han visto “María Antonieta” (aquella película de la Coppola que retrataba a la última nínfula del absolutismo como precursora moral de Paris Hilton o Naomi Campell, it girls de vida disoluta) entenderán lo que quiero decir: el fenómeno “Fan”, en paralelo al fenómeno “lucha de clases”, es tan antiguo como el mundo, y es probable que los primeros homínidos de Atapuerca tuviesen ya muy claro quién era el jock de la tribu, la groupie cavernícola, el nerd neandertal, y demás estamentos diferenciantes de valor social. Ahí habrá empezado ya no sólo la “Lucha de clases” (el troglodita más forzudo sometiendo a los tirillas del clan) sino también el “Fenómeno fan” (el tirillas, a su vez, desarrollaría una extraña adoración por su dominador como si se tratase de un Ser Superior idealizado hasta la semi divinidad), una práctica social tan compleja que no tengo muy claro qué dirían Freud o Marx al respecto, pero que en cualquier caso sigue inevitablemente el mismo patrón: el individuo de menor valor social idolatra y sacraliza al de mayor valor. Monarquías, absolutismos, totalitarismos… siempre funcionan igual: un sátrapa omnipotente arriba, y por debajo millones de súbditos que se comportan como fans. Obama y Elvis no son iconos tan dispares como podría parecer.
Insisto en que el concepto “fan” tiene difícil explicación desde una analítica estrictamente marxista, pues si desde la óptica de “El manifiesto comunista” la relación entre las distintas clases sociales es de dominación asimétrica, lo que no llega a explicar es cómo es posible que el pánfilo proletario sea tan zote como para, aún encima, convertir a su dominador en objeto de adoración como si fuese una rock star. ¿Nunca habéis conocido a viejos fans de Franco? Cuando uno observa la pasión de los ingleses por la memorabilia de su casa real, la cantidad de tazas y camisetas que ilustran con el careto de su príncipe o los best-sellers que cantan las bondades de su cochambrosa Lady Di (el concepto “princesa del pueblo” merecería toda una enciclopedia de estudios marxistas para comprenderlo) uno se cuestiona seriamente las teorías de izquierdas según las cuales la jerarquía social se basa en la dominación de los fuertes sobre los débiles, pues pareciese que son los propios débiles los que se abalanzan desesperadamente a la búsqueda de un sátrapa al que idolatrar. Los marxistas justifican el fenómeno afirmando que el pueblo tiene “sorbido el coco” por la propaganda capitalista que les induce a entrar en ese juego de idolatrías, pero lo cierto es que observando la historia, el proletariado siempre se ha inventado gustoso a ídolos omnipotentes a los que admirar y ante los que arrodillarse jubilosos: no es casual que los cuentos que se les cuentan a los niños estén protagonizados por princesas o, en todo caso, por “sirvientas convertidas en princesas”, pero nunca por sirvientas que se quedan como tal.
Fenómeno fan como némesis de la lucha de clases, entonces... Al hilo de lo cual, retomo mis recelos respecto al wishful thinking propio de los seguidores del paradigma Matrix, esos que creen que si “las masas” despertasen de su engaño dejarían de comprar el “Hola!” para pasarse al “Revista de Occidente. Entiendo que mi reflexión es muy frustrante y aparentemente pesimista a nivel antropológico: tiene delito que un quiniestoseurista de Vallecas no sólo no se rebele contra los que le subyugan, sino que además tenga la santa valentía de decorar su habitación con posters y camisetas con estrellas pertenecientes a las clases sociales más pudientes, que para más inri viven del cuento y de chuparle los cuartos a tan cateto fan. No obstante, esto que estoy relatando no pretende ser un demérito al fenómeno fan: yo mismo soy extremadamente idólatra, fan obsesivo y entregado, capaz de auto inmolarme o entregar todas mis posesiones a una Causa si así me lo pidiese Oscar Mulero, Robert Rodríguez o cualquiera de mis Santos personales, cuya Voluntad es sacramental para mí. Lo cual les puede parecer una coña, pero es la misma actitud que tienen los comunistas respecto a la palabra de Marx, los católicos con su Virgen starlette o cualquier otro culto colectivo en torno a un tótem o unas sagradas escrituras. Evidentemente, this post has Nietzsche´s seal of approval. ¿Era Joaquín Luqui un siervo de la casta Bielderberg?




3. Celebrities Proletarias de Hispanistán

Insisto en que para mí los famosos funcionan como iconos, son el producto de una máquina de escritura iconográfica colectiva: como sociedad, nos auto proveemos de “famosos” que representen determinados arquetipos, deseos y valores, y que luego utilizamos como pivotes desde los que enjuiciar determinadas casuísticas morales. Es decir: la relación entre Bisbal y la Tablada, por ejemplo, sirve para que las sociedad comparta ideas sobre qué es el amor, cómo es una ruptura, quién tiene la culpa cuando el amor se termina, quién se queda con los niños y un largo etc.: al igual que las “ficciones”, las celebrities son fundamentalmente instrumentos de instrucción moral ejemplificante (incluso en modo negativo: hay famosos que sirven para ejemplificar “lo que no hay que hacer”, caso de malos oficiales del tipo Bin Laden). Una celebrity es entonces un ensamblaje de valores, sean morales, estéticos, políticos, etc. mimetizados y escondidos en nuestra red de fetichismos generales.
De hecho, los grandes totalitarismos siempre han funcionado convirtiendo a los sátrapas en auténticas superestrellas pop idolatradas, como ya he dicho, por sus millones de fans, sea en el caso de Stalin, Hitler o Kennedy: mitos legendarios humanizados, que seducen no tanto por su ideario político oficial como por su carisma personal y los detalles de sus peripecias vitales, convertidas en leyenda. Sin embargo, las democracias contemporáneas occidentales (al menos las europeas: el caso yanky merecería un post aparte) ya no juegan tanto a convertir a los políticos en celebrities de ese tipo, pues los ciudadanos ya no entran en el juego con tanta facilidad. ¿Alguien puede ser fan de Rajoy o Rubalcaba? ¡Imposible! En todo caso, el carácter de celebrity pop de los políticos es cada vez más tendente a lo grotesco, a presentarlos como seres mediocres, zafios, un poco oscuros y en el mejor de los casos, humorísticos. La política representativa ha perdido esa capacidad de producir iconos con los que se identifique la sociedad, y ahora los verdaderos proveedores de valores morales colectivos son las estrellas del deporte, la canción o el cine, lo cual supone un triunfo para el programa liberal: la educación sentimental del ciudadano utiliza cada vez subterfugios más sofisticados, quizás porque el propio ciudadano secretamente así lo prefiere.
Y en ese sentido, el caso español es verdaderamente ilustrativo de cuáles son los valores de nuestra cultura, porque la especificidad de nuestro famoseo da cuenta de espeluznantes idiosincrasias atávicas escondidas en nuestro inconsciente colectivo más profundo. Hay un tipo de celebrity típicamente hispanistaní que es el “chico de barrio” que triunfa a base de esfuerzo y humildad, arquetipo repugnante y farisaico como pocos, pero que en nuestro país sigue siendo el patrón moral más admirado. ¿Ejemplos? La engañabobos Belén Esteban (que pretende seguir vendiéndose como una “chica de la calle” cuando es una multimillonaria con su chaletón, su Cayenne y su sórdida dermoestética), Estopa (que cada vez fuerzan más su falso carisma callejero), “Aída”, el follonero, Alejandro Sanz (indignante titular suyo la semana pasada: “Sólo soy un chico de barrio que ha viajado”; ¡¡pero qué cara más dura tiene este multimillonario!!), Rosa y todos los demás OT, Melendi, El Canto del Loco, el propio Paquirrín… Todos ellos son celebrities que utilizan como herramienta publicitaria sus orígenes supuestamente humildes, el hecho de “conservar a los amigos de toda la vida”, el salir de cañas y jugar al futbolín, el haber salido de la nada y haberlo conseguido todo a base de esfuerzo, humildad y compañerismo, y por supuesto una vez en la cima haberse mantenido fríos, conservar su esencia de “chicos de barrio. Es verdaderamente insultante semejante estrategia de autopromoción, máxime cuando no es más que una versión castiza del sueño americano. Y por supuesto, lo más tétrico son los valores que representan y encarnan, pues todos ellos comparten características como su descarado sexismo (los roles de hombre y mujer que siguen proponiendo son pleistocénicos), el orgullo de no ser demasiado inteligentes (en España gusta mucho el famoso un poco lerdo, sin cultura pero simpaticote), el declarase apolíticos (su postura al respecto es un recurrente “yo de eso no entiendo”) y el pretender ser fundamentalmente normales. Y así, normalizar a sus seguidores.



Pero el caso más hardcore de este culto ibérico al gañán venido a más es el de las estrellas del fútbol, auténtico veneno ideológico que confirma punto por punto lo dicho hasta ahora. Los casos más flagrantes y ofensivos de esta falsa constelación de “chicos de barrio” son la Santísima Trinidad de Ídolos Gañanes formada por Casillas, Iniesta y Del Bosque. En las docenas de campañas publicitarias que protagonizan cada uno de ellos se presentan en situaciones muy similares a las que pueda vivir un chaval de Carabanchel o Sabadell, vestidos con sudaderas y birra en mano, riendo con sus amigos con naturalidad, como si fuesen “uno más” y mostrando siempre sus valores de humildad, compañerismo y solidaridad, y por tanto tratando al espectador de subnormal profundo, pues evidentemente son multimillonarios horteras que visten D&G (y no, no leen D&G), conducen espantosos deportivos italianos, se amanceban con pilinguis esculturales y mononeuronales, no les falta absolutamente de nada y viven en casoplones diseñadas por Joaquín Torres. Ya dije en su día por qué soy tan fan de Cristiano Ronaldo como icono pop: él va con la verdad por delante, es una estrella, guapo y millonario, no es como tú ni como yo ni pretende ejercer como tal, y lo delirante de su caso es que ¡¡¡la gente le culpa por ser demasiado “estrella”!!! ¿Qué clase de esquizofrenia sufre una sociedad que pide falsa “humildad” teatralizada a personajes que ella misma convierte en ídolos y semidivinidades?
Ahora bien, como he dicho considero que este tipo de famosos no son creaciones propias del poder para dominar a los proletarios, sino al contrario: son los propios proletarios los que se proyectan a sí mismos en las estrellas y, así, inconscientemente (pero no sé si involuntariamente, y he ahí la clave), mantienen viva la lógica estructural que propicia los desequilibrios sociales y económicos. Porque esos Iniestas y Del Bosques evidentemente no están del bando de los sometidos, sino que cumplen un papel que favorece a los poderosos, pues son ellos los que efectúan y naturalizan las diferencias de clases propias de una sociedad competente. Es un tema muy complejo que merece muchas reflexiones, y que IMHO fue tratado con especial perspicacia por Guy Debord, cuyo “La sociedad del espectáculo” tengo que releer un día de estos. Como él mismo detectó, estos fenómenos se pueden resumir en que
the representation of the working class radically opposes itself to the working class
Por fortuna, ninguno de mis ídolos (Mulero, O´Connor, Pavese, Bergman, Warhol, Betke, Highsmith, Vainio, Deleuze, Schiele, Breton, el propio Debord o cualquier otro) ha dicho nunca una sandez del tipo “soy un chico de barrio, una persona normal”. Es más, ninguno de ellos ha sido nunca real: las celebrities son personajes, ficciones con un mínimo de inmanencia, receptáculos sobre los que proyectar nuestra sombra, y obtener el reflejo deformante (idealizado) de nuestra propia identidad. Una construcción mutua y dialéctica, de la que conviene no olvidar nunca la escisión radical entre nuestro sueño y su realidad. Elegir a nuestros ídolos es una de las tareas más comprometedoras y vinculantes: ellos dotan de invisible consistencia a ideogramas que, vuelvo a decirlo, operan como caballos de Troya. Y es que para saber cuál es la identidad política de alguien, lo más sencillo es fijarse en los famosos a los que admira: y es que si alguien dice Me gusta Alfonso Ussia porque soy de derechas, simultánea e inconscientemente está reconociendo Soy derechas porque me gusta Alfonso Ussia.


5 comentarios:


  1. Un post fluído que efectivamente sirve para darle vueltas “al coco” -en sus dos sentidos para no variar :-) Pero el tal Baudrillard ya dijo que en estos momentos la pregunta filosófica por excelencia ha cambiado, y ahora es ¿por qué no hay nada en lugar de algo? Y también dijo que puede que esa sea la culminación de la cuestión filosófica; que no es la nada, el otro de lo real, el otro de lo racional lo que crea el problema es lo real mismo.

    Bueno, cambiando de tema... he encontrado varias noticias “revolucionarias” en la última semana, así que aquí las dejo para aquellos que hayan estado okupados :-)

    http://internacional.elpais.com/internacional/2012/09/18/actualidad/1347988454_958477.html

    http://www.39ymas.com/temas/francisco-martinez-soria-y-la-editorial-ariel/

    http://www.youtube.com/watch?v=hm465yTtPsI


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  2. Post tres (ser único, no bipolar)24 de septiembre de 2012, 12:25

    No se preocupe, no se le molestará nunca más. Tampoco se moleste en contestar, sus palabras caerán en saco vacío al igual que las mías.

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    1. Contestar no es molestia, los bipolares tenemos la virtud de no necesitar “al otro” demasiado, ya que nos dirigimos a nosotros mismos como “al otro” y viceversa claro. Además para su información -quiero decir, para la mía-, pertenezco a una generación más hou-hou-hou-house que el astronauta del que se habla en el primer post de este blog. Por cierto, muy sugerente su comentario posterior.

      http://www.youtube.com/watch?v=47tdnwlH-4I


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  3. http://youtu.be/O7-DlOaCsjU

    sé que te gustan estas cosas

    -x-

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  4. hola compañeiros, no respondo porque en estos momentos mi acceso a internet se reduce a cinco minutos al día. Mi precariedad de medios limita mucho mis posibilidades. Esta semana iré a verín y les responderé en condiciones. no sean conspiranoicos!!!
    - observer -

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