ecologismo verde, ecologismo multicolor
La coral de instituciones
y categorías ideológicas que conforman el archipiélago de la
modernidad, haciendo gala de su histórica y admirable capacidad de
adaptación a los desafíos de cada época, están promoviendo
subrepticiamente la revolución de la
sostenibilidad como una
oportunidad para perpetuarse, según aquella vieja estrategia del
Gatopardo de cambiar algo
para que todo siga igual. Todas las fuerzas vivas de nuestra
civilización se están remangando la camisa para conducir el cambio
de paradigma en curso, suficientemente abierto y multidisciplinar (la
sostenibilidad enreda tecnología, estética, espiritualidad,
economía y todo lo demás) como para que todavía pueda resultar en
escenarios muy diversos: por ahora, cada uno de los implicados
intenta arrimar el ascua a su sardina o, dicho más prosaicamente,
sacar la mayor tajada posible en el nuevo reparto del pastel.
Universidad y empresa, tecnología y arte, política y finanzas,
ciencia y capital, se han dado cuenta de que garantizar la
continuidad de su fortaleza les exige apropiarse de ese huracán de
lo ecológico que se intuye en el horizonte pese a ser todavía una
tímida ventisca, y quieren asegurarse de que la eventual
instauración de una civilización sostenible perpetúe la ordenación
actual de lo real: los que estén al tanto de la producción
intelectual anglosajona habrán advertido que los poderes y saberes
están sacando su artillería pesada para que la economía verde se
efectúe bajo plan, y no suponga una amenaza a las líneas maestras
del status quo actual. En su enésima exhibición de
versatilidad y capacidad de adaptación a los requiebros de la
historia, el capitalismo se ha puesto las pilas con muchísima
celeridad para sobrevivir a la inminente revolución energética que,
o bien es minuciosamente gestionada y ordenada por los poderes
fácticos, o bien éstos pueden ver sus estructuras hechas añicos
ante las urgencias que vendrán con lo que se avecina. Marx tenía
mucha razón en su admiración por la capacidad del capitalismo para
mantener siempre la sartén por el mango, dándole la vuelta a todas
sus amenazas para hacer de ellas oportunidades de crecimiento y
expansión de límites… cuya única cortapisa puede ser la acción
cívica.
El inminente “Capitalismo
verde” no va a
pillar desprevenidos a los que reparten el bacalao, y la sutileza con
la que preparan el terreno evidencia que se están tomando el
(aparente) cambio de paradigma muy en serio: algo está pasando
cuando los archiduques del marketing y el I+D industrial han dado un
golpe de timón de 180 grados y ahora concentran toda la potencia de
sus motores en la gestión del advenimiento irrefrenable de la
conciencia ecológica. De un modo u otro el cambio de panorámica
implícito en lo que está por llegar (el fin de la economía del
petróleo y el reparto global de la cadena de producción que llevaba
parejo) es suficientemente severo como para que pueda suceder
cualquier cosa, y lo que muchos vemos como oportunidad para la
revolución de las conciencias corre el peligro de quedarse en mero
aggiornamento epidérmico de las estructuras del dinero viejo.
Pero no quiero ser pesimista en ese sentido: se están produciendo
estudios científicos y culturales muy potentes que, al margen de las
fuerzas que los promueven, nos ofrecen herramientas fantásticas que
pueden servir como armas de resistencia (y de verdadera vanguardia)
si sabemos aprovechar su potencia subversiva.
Este delicado zeitgeist
de incertezas queda muy bien reflejado en el debate que dejo enlazado
al final del post, que con la excusa de la estética de la
sostenibilidad pone encima de la mesa varios temas cruciales que
a muchos nos estaban pasando inadvertidos. Para empezar, porque se
reflexiona sobre cómo lo que en algún post llamé “ecologismo
reaccionario” está siendo monopolizado y capitalizado por los
conservadores como instrumento con el que naturalizar un determinado
orden ideológico e imponerlo como “la realidad” positiva. Ya
hemos hablado de cómo el gran debate de fondo de la dramaturgia
ecologista es acotar con precisión aquello a lo que llamamos
“naturaleza”, y cómo un concepto tan difuso y
problemático redunda en desconciertos por ahora irresueltos: a veces
lo “natural” no es “sostenible”, a veces lo
“sostenible” no es “ecológico”, y a veces lo
“ecológico” se da de tortas con lo “biológico”,
y a toda esta ensalada de dominios hay que añadir (y repensar
éticamente) lo antropogénico. Vuelvo a lo de siempre: IMHO
la metafísica mejor habilitada para resituar la posición del hombre
en continuidad con la ¿naturaleza? es la de Spinoza, que puede ser
instrumentalizada desde morales muy diversas y por ahora en pañales.
El debate en cuestión
está muy bien y se enumeran concisamente muchos de los nudos que
hemos de desmadejar inmediatamente, aunque considero que para que la
lógica de estas cuestiones se desarrolle en plenitud hay que hacer
pie en las aguas más profundas de nuestra cosmovisión: hasta ahí
no llegan los ponentes de esta charla, todos muy bien instruidos en
sus respectivas disciplinas pero a los que encuentro deficitarios de
verdadera hondura. Plantean el problema de la ecología desde la
fricción entre estética y ciencia (hay pasajes muy interesantes
sobre la compatibilidad entre la “mirada estética” y la
mera aprehensión razonada en la cognición de un objeto) y salen a
colación muchos de los temas que han de resolver ya mismo los
diseñadores y arquitectos… pero las reflexiones resultan algo
tibias si, tal y como especulamos por aquí, la nueva conciencia
ecológica se confirma ni más ni menos que como el colapso de la
milenaria escisión cultural entre nurtura y
natura, probablemente uno de los más longevos
cimientos epistemológicos de la cultura occidental tras 2500 años
incuestionado. Revertir esa fisión y promover una fusión
de naturaleza y artificio (con todo el espectro de matices que
albergan ambos términos, juntos y por separado) dará lugar a lo que
los físicos llaman una “singularidad”, es decir a un
escenario en el que las leyes habituales dejan de funcionar y emerge
una legislatura desconocida que nos sitúa ante el abismo de lo
radicalmente nuevo. El ecologismo no será verde,
sino multicolor.
En cualquier caso, el
video es testimonio de un debate encantador y crucial a día de hoy,
que recomiendo especialmente a todos aquellos que, como los
arquitectos, hayan de hacer encaje de bolillos entre lo científico
y lo estético. ¿O ya no? Estemos en guardia porque, no me
canso de repetirlo, la tesitura real es literalmente la de volver a
negociar el reparto entre lo divino y lo humano. Pregunta
viva, debate más que recomendable.
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)))
Post scriptum
(((
Centrándonos sin más
dobleces en la cuestión estética, el debate expone un par de
ejemplos de hasta qué punto es importante la seducción:
hablan por ejemplo del caso de una cubierta verde (el acabado
superficial son vegetales vivos) que, pese a su apariencia
ecoeficiente, termina por resultar ruinosa en términos de
sostenibilidad pues no cumple su función de abrigo de la intemperie,
y consume mucha más agua, trabajo y recursos que una cubierta
“sucia” de toda la vida. Otro caso igualmente inquietante es el
de un coche de bajo consumo tan ecológico como el que más, pero que
fracasa en el mercado frente a los competidores de su misma gama
precisamente porque su apariencia no dejaba suficientemente clara su
sostenibilidad: los ecologistas compraban en lugar de ese coche otros
quizás menos eficientes, pero de apariencia más “eco-friendly”.
Ambos ejemplos me resultan interesantísimos porque traen a colación
un tema tratado con tan poca cintura por los arquitectos como es la
sutura entre “ser” y “parecer”:
cualquier compañero me dirá sin titubear que una buena cubierta es
la que realmente ahorra recursos independientemente de que ello sea
perceptible estéticamente por el usuario… pero yo eso no lo tengo
tan claro, pues la función estética en cuanto ejercicio de reparto
de lo real me parece de importancia similar (o superior) al
ecologismo “científico”, sobre todo al hilo del subsuelo
metafísico que se insinúa en estas aporías.
Un “coche ecológico”
ha de ser algo más que un coche que consume menos recursos… es
importante que vehicule también su propio diccionario icónico y
estético, unas estrategias autónomas de presencia: la retórica
importa, por más que las memeces del Movimiento Moderno hayan
convencido a muchos (a casi todos) de lo contrario. Mi idea de lo
sostenible no consiste simplemente en consumir menos, sino
fundamentalmente en sentir y valorar la vida de otra manera, en todos
sus regímenes y dominios… y también en el simbólico, claro. El
repertorio semiótico de la estética ecológica está por
determinar, y no podemos ser tan idiotones como para pensar que de lo
que se trata es de estirar la tecnocracia del proyecto Moderno
cambiando únicamente el molde tecnológico pero no el
existencial. Es un tema especialmente crítico que merece ser
matizado pausadamente, en otra ocasión.
Ok. Estoy muy de acuerdo en que la revolución no será verde, sino multicolor. Tan multicolor como la exterminación a la que se autosomete el capitalismo, convirtiéndolo todo en capital circulante indiferenciado e indiferente a sus efectos.
ResponderEliminarLos hay quienes intentan separarse del sistema y sus mortales efectos -los hippies y los nuevos ricos-.
También los hay quienes combaten al sistema para reivindicar otro alternativo o sostenible -pero cualquier nuevo sistema va a tender también a su propia desaparición (aunque esa es otra historia, claro)-.
Y luego están los que evidencian la liquidación que está llevando a cabo este sistema -estos son los más necesarios e interesantes, creo-.
Ahora bien, IMHO cualquier forma de seduccción -ética, lógica, estética o metafísica- que requiera nuestro esfuerzo, debería de ser puesta de inmediato bajo sospecha. Aunque para eso existe el humor supongo, para anular esta cultura milenaria del esfuerzo redentor, tan falso como obnibulador.
(especialmente revelador del minuto 15.30 al 18.15 -aunque todo el vídeo es tristemente gracioso :-)
http://youtu.be/PgJf1ogLDag
aissss... me veré la conferencia que linkeas, espero que no sea especialmente horripilante porque soy muy aprehensivo con esas coisas. Por cierto estos días he leído en prensa una historia super bizarra de una sidrería de Gijón en la que uno de los camareros por lo visto envenenaba a sus compañeros por un móvil aún por esclarecer. Además creo que conozco el local pues cuando iba por allí me llevaban siempre a esa encantadora plaza!!! (es un asunto frivolote ya lo sé, pero esas estrambóticas patologías sociales por las que se desborda la angustia de la vida mediocre, me fascinan). - Observer
ResponderEliminarhttp://www.lavanguardia.com/sucesos/20130213/54366681795/detenido-empleado-bar-gijon-acusado-envenenar-comida.html
ResponderEliminaruna metáfora perfecta del hecho de que, decididamente, uno ha de sospechar incluso de lo que come (¿puede haber una civilización más enferma que esa?)
Eeeeey, si eres aprensivo sin hache intercalada, mira sólo el chiste del minuto 15.30, porque dicen que el efecto nocebo es muy superior al del placebo.
ResponderEliminarSi eres aprehensivo con hache intercalada ¡felicidades! Y te añado a un divulgador de teorías alternativas que está teniendo furor últimamente. Hasta le han detenido últimamente en Ibiza creo, por corromper a “la juventud” -como diría Goucho Marx-. Así que he visto algunas conferencias suyas y dice cosas curiosas; como que la industria farmacéutica tiene más beneficios al año que todos los bancos juntos, o que toda la industria de la alimentación y el petróleo juntos.
Como menú degustación -sin tóxico alguno :-) yo me quedaría con un par de trocitos:
del minuto 4.10 al 5.20
y del minuto 11.00 al final
http://youtu.be/sJsxL6FQm-Q
PD: Sus teorías de la conductividad física o energética del cuerpo resultan muy sugerentes, y no sólo en salud, sino también en otros ámbitos.
Bon Appétit!