RAY BRASSIER Y LA UNICIDAD DE LO REAL
El
movimiento del “realismo especulativo” existe únicamente en la
imaginación de un grupo de bloggers que promueven una agenda que no
me despierta ninguna simpatía: teoría del actor-red
salpimentada con metafísica del pan-psiquismo
y retazos de filosofía procesual.
No creo que internet sea un medio apropiado para debates filosóficos
serios, como no creo que sea aceptable intentar construir un
movimiento filosófico online recurriendo a blogs para explotar el
entusiasmo desnortado de estudiantes universitarios impresionables.
Estoy de acuerdo con la afirmación de Deleuze de que en última
instancia el objetivo más básico de la filosofía es impedir la
estupidez, así que encuentro poco mérito filosófico en un
“movimiento” cuyo mayor logro ha sido hasta ahora generar una
orgía online de estupidez.
Ray
Brassier, aquí.
Estas
rotundas y belicosas declaraciones de Ray Brassier sobre la filosofía
en internet pueden ser leídas como una pataleta histriónica de la
mano de alguien que, de no ser por la difusión de sus reflexiones en
la red, apenas sería más que otra anónima ratita de biblioteca,
chico para todo eternamente ninguneado al servicio del catedrático
de turno: poner de verano a los blogs que forman tu medio natural es
una jugada de marketing muy efectiva para conseguir que se hable más
de ti, gracias al inevitable runrún que despiertan aquellos que
muerden la mano que les da de comer (creyéndose por ello, a menudo,
héroes). O quizás, su virulencia sea consecuencia de la reciente
moda entre los schollars consistente en posicionarse como “chicos
malos”, pensadores que exageran su
libertinaje intelectual como supuesto marchamo de “autenticidad”
en el lodazal de simulacros que somos siempre los demás. En el caso
de alguien tan demoledoramente reaccionario como Brassier, creo que
la intención es otra (tanto si es de manera consciente como si no):
él aplaude tácitamente el elitismo intelectual cimentado sobre las
instituciones de la ilustración, a las que mantiene la exclusividad
de la soberanía y custodia del rigor en el discurso. Poder pastoral.
Conste que
no me siento interpelado en absoluto por sus palabras, pues este no
es un blog de filosofía sino, en todo caso, de ideaciones en caída
libre (para mí sólo los Sistemas son auténticamente filosofía,
aunque ello no los hace ni mejores ni peores que la más relajada
doxa). Pero lo cierto es que hay que ser muy estúpido para recuperar
ese estúpido aforismo deleuziano sobre la estupidez (algunos
pensamos que Deleuze
era completamente opuesto a la democracia y las formas folklóricas
de conocimiento, por más que tan a menudo se esforzase vanamente en
afirmar lo contrario). La cuestión no admite dobleces: se trata de
defender la honorabilidad del gesto puro de pensar (siempre precario,
e incluso casi siempre equivocado) o no hacerlo y condenar a “los
ignorantes”, redimiéndolos en la condición de oyentes pasivos de
los postulados revelados por los Oráculos ilustrados. Una
fanfarronada como esta de Brassier jugando a malote probablemente le
prive de la credibilidad que como intelectual pudiera tener, pero en
todo caso ilustra una de las tendencias más delicadas y
comprometedoras del “realismo especulativo”: su tangencia con el
fascismo.
El problema
no se reduce a que Brassier nos inste a taparnos la boca antes de
decir sandeces (amordazar y proscribir a idiotas es una tradición
tan vieja como la del humanismo al que este autor dice oponerse),
sino a que la estructuración de su pensamiento metafísico conduce
irremediablemente a una actitud dogmática y elitista sobre la
gestión de la Verdad. Para ilustrar esto que
digo me he tomado la (fatigosa) molestia de traducir al castellano un
extracto de la entrevista que podéis encontrar aquí, como botón de
lo que estoy argumentando:
Pregunta:
Nihilismo es
uno de los conceptos filosóficos más ambiguos. ¿Cuál es tu idea
al respecto? ¿Te consideras un nihilista? ¿El nihilismo excluye la
religión? ¿Qué tienes que decir sobre la fe nihilista de
Meillassoux, alimentada por la creencia en la inexistencia de Dios?
Respuesta:
Muy sencillo: el nihilismo es una crisis del
sentido. Esa crisis está condicionada históricamente, porque
aquello que entendemos por “sentido” es resultado de una
producción histórica. Nos hemos desplazado desde un estadio en el
que el fenómeno del “sentido” era auto evidente a otro en el que
se ha convertido en un enigma, y por tanto en un asunto primordial de
investigación filosófica. El intento de explicar qué es el sentido
implica una profunda transformación de nuestra manera de
conceptualizarlo, un cambio que creo será tan profundo como el que
hemos llevado a cabo en nuestro entendimiento de espacio, tiempo,
causalidad o vida, provocado por la física y la biología.
Según el
punto de vista pre-moderno, que se mantuvo muchos milenios y propició
la transición del politeísmo al monoteísmo, el mundo y la
existencia humana tendrían un sentido intrínseco. De acuerdo a esta
cosmogonía, hay un orden natural, y dicho orden es comprensible por
el ser humano en sus líneas generales, por no decir en sus detalles.
La religión en general, y el monoteísmo en particular, ofrecen una
llave para descifrar este orden natural mediante la explicación de
la mayoría de las intenciones de Dios al crear el mundo: Dios es
bueno, nos creó a imagen suya, de tal manera que nos esforzamos en
alcanzar la Bondad, siendo gratificados con la gracia eterna si lo
logramos, o condenados al sufrimiento eterno si fracasamos. Dios es
la fuente y garantía definitiva del sentido de este orden, que
permite al ser humano encontrar un sentido para sus vidas en términos
de pugna entre pecado y redención, el bien y el mal, etc.
La
aparición de las ciencias naturales matematizadas alrededor del
siglo XVI señala el punto en el que este modo de darnos sentido a
nosotros mismos y al mundo comienza a fallar. No colapsa
repentinamente, pero empieza a perder su sanción teórica oficial en
el discurso de la teología una vez que la nueva ciencia comienza a
socavar los fundamentos conceptuales de esa visión del mundo. A lo
largo de unos pocos siglos, la longeva asunción de que todo existe
por una razón, que las cosas tienen un propósito intrínseco y han
sido diseñadas de acuerdo a un plan divino, es lenta pero
sistemáticamente desmontada, primero en física, luego en química,
y finalmente en biología, campo en el que se había perpetuado más
férreamente. La curvatura del espacio tiempo, la tabla periódica,
la selección natural… ninguna de estas figuras son comprensibles
en términos narrativos. Galaxias, moléculas y organismos existen
sin razón. Por más que lo intentemos, resulta cada vez más difícil
construir una narrativa racional y plausible sobre el mundo que
satisfaga nuestra necesidad de historias que se desarrollen desde un
origen, y a través de crisis, hasta una resolución final.
Por
supuesto, el nihilismo en su sentido más amplio, entendido como el
predicamento según el cual la vida y existencia humanas están
condenadas al sinsentido (al sin propósito), ciertamente acecha al
desarrollo de la ciencia moderna (piensa en el Eclesiastés).
Pero la aparición de la ciencia moderna le da un fundamento
cognitivo del que antes carecía, pues mientras el nihilismo
pre-moderno era consecuencia del fracaso del entendimiento –“no
podemos entender a Dios, y por tanto el sentido no es accesible a
criaturas de entendimiento limitado como nosotros”-,
el nihilismo de la modernidad obtiene de la ciencia un éxito sin
precedentes – “entendemos la naturaleza
mejor que antes, y esta comprensión ya no necesita el postulado de
ningún sentido subyacente”. Lo que ha
sucedido en este cambio es que la inteligibilidad se ha desvinculado
del Sentido: mediante la ciencia moderna, la racionalidad conceptual
se sacude las estructuras narrativas que continúan imperando en
teología y la metafísica influida por ella. Ello marca un paso
decisivo en el lento proceso en el cual la racionalidad ha ido
abandonando lentamente lo mitológico, que era esencialmente la
interpretación de la realidad en términos narrativos. El mundo no
tiene autor y no hay una estructura encriptada de la realidad. La
naturaleza no despliega una narración, y desde luego tampoco la
historia monoteísta tradicional en la que el drama humano del pecado
y la redención ocupaba un lugar central, debido a que la humanidad
era espejo de Dios.
Todo esto
tal vez resulte muy reiterativo: sin duda los existencialistas ya
habían advertido este proceso histórico. La diferencia es que los
existencialistas creían todavía que la conciencia humana es capaz
de proveerse de ese sentido ausente en la naturaleza: la existencia
es un sinsentido, pero el desafío del hombre es darle un
significado. Mi idea es que dicha solución ya no es posible, pues el
proyecto actual consiste en comprender y explicar la conciencia
humana en términos compatibles con las ciencias naturales, de la
misma manera en que los significados generados por la conciencia
pueden ser comprendidos y explicados como instancias que carecen de
un propósito, pero resultantes de procesos perfectamente
inteligibles que son simultáneamente neurobiológicos y
sociohistóricos. No digo que la ciencia haya logrado ya explicar la
conciencia, pero sí que ha habido avances considerables,
contrariamente a lo que afirman quienes insisten en negar dicho
avance y lo refutan desde un principio. Ha habido muchos intentos de
ese tipo, e indudablemente seguirá habiéndolos, pero ninguno de
ellos me parecen persuasivos, y tampoco deberían influir a los
científicos actualmente enzarzados en la comprensión de la mente
humana.
Evidentemente
muchos pensadores, incluso algunos científicos, insisten en intentar
producir algún tipo de narrativa psicológicamente satisfactoria
partiendo de la cosmogonía científica moderna. Pero dicho esfuerzo
es en vano porque la categoría de lo narrativo ha sido descrita como
redundante en la ciencia moderna. La ciencia no necesita negar el
sentido de nuestra evidente necesidad psicológica de narrativas,
simplemente la deriva de su anterior status metafísico hasta la
condición epistemológica de “ficción útil”. Algunos objetarán
que hay una contradicción entre mi refutación de la realidad
metafísica de un orden narrativo y mi aceptación de una narración
del progreso cognitivo en la historia del intelecto. Pero no existe
esa contradicción: es perfectamente posible trazar una explicación
del progreso en el dominio conceptual sin invocar dudosas narrativas
metafísicas sobre la marcha impertérrita del Espíritu. Creo que la
relectura de Hegel
realizada por Robert Brandom consigue
esto –libera el ideal normativo del progreso intelectual de su
referencia metafísica y en última instancia mitológica a la
historia universal del Espíritu. Al igual que Nietzsche,
creo que el nihilismo es resultado de la voluntad de verdad. Pero a
diferencia de él, no creo que la culminación del nihilismo consista
en postular que no hay verdades. Nietzsche confrontaba la verdad y el
sentido y deducía que dado que el sentido es resultado de un
artificio humano, la verdad no es más que una forma de convención.
Sin embargo, ya que la verdad es despreciada, lo que queda es la
diferencia entre ficciones que favorecen o entorpecen el poder, y en
las que la vida es la fuente fundamental del poder y el árbitro
definitivo de la diferencia entre ficciones vitalistas y ficciones
mortecinas. Puesto que el abandono de la verdad hace innecesaria la
denuncia de las ilusiones, se termina por legitimar la producción de
nuevas narrativas, siempre y cuando éstas demuestren ser favorables
a la vida.
Me
considero nihilista precisamente en la medida en que rechazo esta
solución nietzscheana y sigo creyendo en la diferencia entre verdad
y falsedad, realidad y apariencia. En otras palabras, soy un
nihilista precisamente porque todavía confío en la verdad,
contrariamente a aquellos cuyo triunfo sobre el nihilismo se logra
gracias al sacrifico de la verdad. Creo que es posible entender el
sinsentido de la existencia, y que esa capacidad de comprender el
sentido como un fenómeno regional implica un progreso fundamental en
la cognición.
Respecto
al nihilismo y la religión: bueno, la credibilidad racional de la
religión puede ser refutada sin invocar la ciencia moderna ni el
nihilismo. Demócrito
y Epicuro
lo hicieron hace más de dos mil años, utilizando argumentos que
todavía son válidos hoy, aunque los teístas prefieran ignorarlos.
Pero por supuesto la irracionalidad de la creencia religiosa nunca ha
impedido su florecimiento, es más, es precisamente lo que la
inmuniza contra la refutación racional, en la medida en que la
religión es diseñada para satisfacer necesidades psicológicas, no
requerimientos racionales. Marx
tenía razón cuando decía que la religión no será erradicada
mientras no se evapore la necesidad de ella. Obviamente, dicha
evaporación tendrá que realizarse en la práctica y cognitivamente.
No he
leído “L’inexistence
divine” de Meillassoux
y por tanto no conozco los argumentos que aduce para legitimar la
hipótesis de un inexistente Dios-en-camino.
No dudo que serán excepcionalmente ingeniosos, pero mantengo mi
escepticismo, pues no veo la necesidad de dicha hipótesis. De hecho,
creo que esa insistente fascinación intelectual por el monoteísmo
es profundamente perniciosa y deberímos declarar una moratoria para
prevenir cualquier discusión sobre Dios entre filósofos. No creo
que sea una mera coincidencia que la crítica a la racionalidad
científica de mucha filosofía del siglo XX vaya en paralelo al
revival de temas teológicos. Obviamente la religión satisface
necesidades humanas profundamente arraigadas, pero ha sido una
catástrofe que continuamente ha impedido el progreso epistémico,
contrariamente a la perniciosa actitud revisionista que afirma que el
monoteísmo siempre ha estado de lado de la ciencia y la verdad. El
conocimiento humano ha progresado a pesar de
la religión, nunca a
causa de ella. La filosofía no debería tener
ningún lazo con la religión.
Desconozco
el desarrollo metafísico que supongo habrá llevado a cabo en sus
libros para justificar estas ideas, pero en principio suenan
completamente delirantes, inaceptables en alguien de su status. O
bien es capaz de sistematizar muy minuciosamente los atributos de los
conceptos que invoca, o bien su filosofía es un absoluto desatino
fruto de un profundo desconocimiento de cómo funcionan las ciencias,
a las que concede un estatuto meta-narrativo asombrosamente místico.
¿De dónde obtiene ese axioma según el cual las categorías
científicas operan al margen de un determinado relato de lo real? Su
juego retórico hace aguas por todos lados, pues esa especie de
“historia progresiva de la cognición”
que va implícita en su sistema es una narrativa como cualquier otra,
y el vacío de sentido que atribuye al orden matemático es
indefendible de ninguna de las maneras. ¿Cómo se atreve a utilizar
la palabra Progreso
después de haber desactivado la posibilidad de cualquier Sentido?
No es la primera vez que alguien pretende apropiarse del arbitraje de
la Verdad, y probablemente la última hasta ahora habían sido las
papillas de conceptos que utilizaban los ideólogos del
neoliberalismo, y más concretamente las pedantes mixtificaciones de
lo apodíctico en aquello del Objetivismo de Ayn
Rand.
Esta postura
ya se chirriaba en el libro de Meillassoux:
allí, se insinuaba una todavía vaga defensa de la infalibilidad
apodíctica de las matemáticas que, por lo visto, estaba ya prevista
en Lógica de los mundos
de su mentor Badiou.
Pero el sector más “realista” del movimiento especulativo
radicaliza su particular e innecesario “principio de realidad”
concediendo a las categorías científicas un estatuto de certeza
ontológica que se presta a deducciones francamente tenebrosas.
Argumentan su postura mediante complejos arabescos lógicos que
aparentemente “demuestran” infalsablemente esa condición suprema
de la Verdad Científica por encima de la experiencia, o lo que es lo
mismo, recuperan del platonismo aquella peligrosa minusvaloración de
lo sensible al remitir el Conocimiento a una esfera que trasciende la
vivencia personal. Como explicaré en el post sobre arquitectura que
estoy preparando, esto conduce a una suerte de distopía
up>bottom opuesta a la que proponía Teddy
Cruz: si en aquel caso la constitución de lo
colectivo se hacía desde la soberanía irrenunciable de la
experiencia de cada uno (y de las tradiciones, valores, afectos y
símbolos siempre legítimos de cada cultura histórica), aquí se
hace de manera inversa, es decir, aquí es el
individuo el que ha de plegarse a ese Sistema superior que es el
cosmos descrito por la física, la química y la biología, no
impugnable dada su veracidad incontrovertible.
Puede parecer que exagero mi apreciación, pero os insto a buscar
entrevistas con Brassier y Meillassoux y comprobaréis que no les
tiembla la voz a la hora de promover el elitismo cognitivo basado en
el dogma de que el “sentido” que cada uno encontremos para la
vida no sólo es falso e ilusorio, sino también patológico… pero
¡¡tranquilos!! Tenemos a la Ciencia para encontrar todas las
respuestas.
De ahí la
inquina con la que Brassier se despacha en el tema de las religiones:
evidentemente no puede tolerar sistemas de pensamiento, creencia o fe
que ofrezcan una verdad, pues él tiene una
Verdad mejor, la verdad más verdadera..
Ahora bien, su equiparación de los constructos narrativos como mera
“Mitología” frente a la racionalidad
inmancillada de la ciencia resulta
intuitivamente aterradora. E insisto, sorprende que gente tan culta
como ellos no adviertan lo peligroso y fascistoide de su pensamiento
(como ya se ha señalado en millones de posts en la blogosfera
anglosajona), pues su objetivo no consiste
únicamente en afirmar su verdad, sino más bien, en deslegitimar las
verdades ajenas. No logro entenderlo, no
alcanzo a comprender qué interés puede tener el aparato filosófico
de la cienciocracia en
denunciar la ilusión de todo sentido para lo real, pues el sentido
no hace mal a nadie. Algo que Deleuze no supo advertir pero que
estaba implícito en su sistema, es que la mejor filosofía es
aquella que encuentra la Verdad incluso en las filosofías que se le
oponen, pues una de las características esenciales de la realidad es
su irreductibilidad a una filosofía,
pues la plural multiplicidad del mundo sólo es mapeable mediante
infinitas filosofías.
Ese sincretismo no equivale a relativismo, algo que no parecen
entender Brassier y Meillassoux, cuya estrategia para superar la
angustia posmoderna (imponer una verdad y deslegitimar las demás) no
puede ser menos afortunada en el mundo acrisolado que debería
resultar de una Globalización bien hecha. Y es que donde dice
“religión” como
objetivo de sus dardos podría decir “folklore”,
“creencias”,
“tradiciones” y
“culturas”, pues
todas estas categorías responden a esa misma necesidad de proveernos
de un sentido colectivo para la realidad (por
más que se esfuerce en convencernos de que dicho Sentido es
quimérico).
Según la
lógica teleológica del marxismo, a cada momento de la historia
gobierna el gremio que tiene “la sartén por
el mango” de la estructura
económico-social: los mercaderes
dominaban el mundo cuando su tarea era la más fértil y dinamizadora
para el desarrollo de los pueblos, los financieros
se hicieron con el poder cuando su labor de administración de la
sobreproducción contribuía a ciertos desarrollos económicos, los
burgueses hicieron su
revolución cuando la urbanización del mundo alcanzó cierto umbral
que sólo ellos podían controlar… Y habrá quien piense que la
“revolución” escondida en la actual crisis nos conduce a un
mundo dominado de nuevo por la banca. Pero nada más lejos de la
realidad imho, pues hay cierta “gravedad” material en el
desarrollo de los acontecimientos que terminará por desbaratar por
completo sus planes: no me cabe duda de que en los próximos años
seremos gobernados por los informáticos,
pues son ellos los que actualmente más contribuyen al orden social
en que nos encontramos, y sólo es cuestión de que tomen conciencia
de su descomunal poder para que se decidan a someternos a los demás
(de hecho, incluso el Dinero es una figura informática hoy en día,
que ellos podrían manipular a su antojo y sin que la banca pueda
impedirlo). Pero el movimiento de fondo es un
mundo futuro en que nos gobernarán los científicos,
al menos según la lógica marxista que acabo de exponer: de ellos
depende nuestra prosperidad, y son ellos los que en última instancia
tienen la sartén por el mango del devenir del mundo actual. Ya
mandan en todo, excepto (por ahora) en política. Desde esta
perspectiva, el movimiento del Realismo no es más que su intento por
imponer la Verdad científica como única, y así autolegitimar su
primacía en el orden intelectual con la misma insolencia con la que
en su día los sacerdotes, los burgueses o los militares construyeron
sus propias ideologías y sus propias metafísicas. El verdadero
materialismo es demasiado astuto como para caer en la trampa de
Brassier y Meillassoux, y así algunos especulativos como Grahan
Harman y Bruno Latour
se han posicionado muy críticamente con las
posturas que quieran monopolizar la Realidad e imponerla como única.
La gracia y musculatura intelectual de este movimiento debería
radicar no en un Realismo Especulativo,
sino en los diversos Realismos
Especulativos capaces de figurar las
infinitas Realidades que, de hecho, conviven en el mundo. Nunca el
nihilismo –el pathos libertino por excelencia- resultó tan
claustrofóbico como en Brassier.
ResponderEliminarGracias por la traducción. Ahora tengo mucho más claro que hasta que la ciencia no se dé el gran castañazo, la especie humana -y las otras también, claro- nos seguiremos calentando lentamente como la rana esa del cazo puesto a calentar hasta que hierve. Yo también creo que muchos “pensadores” -privados o académicos-, científicos, intelectuales, opinólogos e incluso comentaristas del corazón, no sólo no se enteran de nada sino que no quieren enterarse. Pero yo cada vez leo a más y más científicos renegando de la ciencia. Y si la religión sigue siendo una buena terapia hasta que no haya otra mejor, puesto que la ciencia y la política se autoconsumen, pues qué se le va a hacer. Habrá a mucha gente a la que le vaya bien con ello, no sé, supongo.
Estoy muy de acuerdo con lo que dices, salvo con lo de los informáticos. Ahí tienes a Billy Gates o a los de Google con sus megacorporaciones reproduciendo el sistema capitalista a toda máquina, y no hay cambio que valga. Y los chinos siguen un camino parecido. De modo que hasta que el capital flotante no se reduzca drásticamente con el oil peak, el cambio climático o cualquier otra cosa, pues no veo ninguna otra manera de cambiar el paradigma filosófico, científico, o lo que sea... sin que el capital que quede se intente llevar de nuevo el pollo a su sartén -o como se diga :-)
Como decías tú en otro post, es el capital lo que tiene que desaparecer tal y como le conocemos. Y lo que desaparecerá sin duda. Lo único preocupante es la soberbia del capital en su agonía, con todas sus variedades de filosofías, religiones y adcripciones diversas en una defensa nostálgica -y muy comprensible- de lo que pudo ser y fue una auténtica mierda.
¿Tan rápido has cambiado tu opinión? Hay muchos aspectos positivos de este movimiento (de estos nuevos realismos). El más claro es el de la fecundidad de pensamiento y de la propia especulación, del trabajo filosófico. El problema, quizá, es que se apresuró demasiado al elegir sus "maestros": Brassier y Meillassoux son dos de "los Cuatro Caballeros" (junto con Hamilton Grant y Harman), que, junto al legado analítico-positivista que forma parte del ámbito anglosajón, arman un cóctel neo-racionalista y cientificista de talante bastante ingenuo. No sé hasta que punto percibo demasiada prisa en generar novedades, muchas veces sin profundizar demasiado en las bases (pocas veces he leído una crítica seria entre ellos respecto a las pretensiones absolutas de su filosofía, o cuestionando esa primacía de la ciencia que tanto admiran); el resultado es una filosofía que resulta a lo mucho "cool", nada más. No me parece, sin embargo, que la filosofía haya muerto con Deleuze, Heidegger, Foucault, Nietzsche, etc.; si es cierto que en el ámbito hispano-americano hay cierto descuido e incluso desprecio en torno al pensamiento nuevo, sí creo que hay un estudio más arduo y una comprensión más seria respecto a los pensadores "continentales" que, a pesar de hacernos conscientes de ese etiquetado fácil y genérico que hacen de estos autores los anglosajones, desemboca pocas veces en pensamiento autónomo. Nick Land está en otro nivel, igual que Latour y Laruelle, que, aunque son leídos por gran cantidad de estos nuevos realistas, son lo bastante inteligentes para no adscribirse su movimiento. Es Graham Harman quien hace una lectura de Latour en esta clave; es Harman quien lo critica a partir de su teoría de "redes" (no olvidemos que Harman quiere el objeto qua Uno, la Red es múltiple); crítica precaria, por cierto, que consiste en tildarle de "correlacionista" lo que, a mi parecer, es completamente irrelevante dado el propósito y potencia que sugiere el trabajo de Latour (sociología, ecología y filosofía). Porque no es que el "correlacionismo" invalide toda aproximación a la realidad, ni es que la niegue (cuestión que no han comprendido), simplemente impone un límite al discurso científico sobre ella, simplemente señala y remarca que hay un "factor finito" (el observador, el instrumento de medición, ni siquiera tiene que ser "humano") en el conocimiento racional o matemático. Creo que en es en esta reacción (contra el pensamiento que trastoca el mito de la ciencia) donde reside el espíritu de este movimiento.
ResponderEliminarsin tiempo para comentar... no me desdigo del anterior post, estoy em`pezando con harman y me parece muy cuerdo e interesante, su punto de partida (la resiliencia de la objetualidad en cada "cosa", más allá de la suma de sus relaciones potenciales) pero el Brassier me ha decepcionado. Aquello de "Alien theory" que creo era su tesis doctoral parecía muy sólido, áspero pero bien argumentado y de un nihilismo todavía creíble, pero lo de ahora me supera.
ResponderEliminarLos más nihilistas entenderéis que como arquitecto la teoría del hiper-caos me parece bastante graciosa, pues como ya he dicho la potencia que encuentro en Meillassoux es precisamente es por el modo en que indirectamente necesita un Dios (pues ese hiper-caos nunca se ha dado, las leyes del tiempo y el espacio nunca hanm sido traicionadas, y como él mismo reconoce esa estabilidad es muy comprometedora para el nihilismo).
En realidad la filosofía de Meillassoux es todo menos potente. Me explico: Al afirmar que "todo puede suceder, sin razón alguna" (o la necesidad de la contingencia) no está diciendo realmente nada; es cierto que "Dios" puede darse en cualquier momento, pero igualmente puede no darse. Esta es una teoría que no añade información alguna respecto de nada, esto es, no sirve para explicar nada, ni construir nada, nunca toca suelo; además, no veo donde está la ruptura con esas "leyes del tiempo y el espacio", si por lo que M. apuesta es por un "tiempo sin devenir", un tiempo eterno o vacío como le ha enseñado su maestro Badiou y parecido al paradigma newtoniano -ergo no es tiempo... Y aquí me remito a tu post anterior, donde has intentado ridiculizar esa "ontología plana" de la que se habla, cuando Meillassoux es uno de sus defensores, al igual que Graham Harman (con esa "resilience" que mencionas, que no es otra cosa que la "sustancia" aristotélica maquillada y, más aún, empobrecida -puesto que el análisis aristotélico es mucho más afortunado como ontología realista) y Tristán García. Este supuestamente nuevo "giro ontológico", defendido explícitamente ellos, intenta despojar a todo (lo real, o lo que sea que entiendan por "realidad") de sus accidentes, relaciones, cambio, potencialidad y virtualidad, en suma, eliminar al tiempo del plano teórico, reduciéndolo a relaciones espaciales, extensión pura... Esta es una escisión clave de la OOO respecto a la filosofía procesual (herencia de Whitehead, James, Latour, Deleuze) que, al contrario que ésta, apuesta por un nuevo estatismo. En cuanto a la filosofía de Meillassoux, realmente se diferencia poco de los racionalismos (antropológicos, idealistas y correlacionistas) que supuestamente critica, y eso es porque nunca explica, ni ningún Realista Especulativo lo hace, en qué consiste esa Razón que garantiza este tipo de especulación (que ya huele mal), por qué se gana el derecho de ser una facultad autónoma; su "divinidad" es un mero presupuesto, indemostrable (que sí, molestia de la que Meillassoux se desprende al salvar para su Hipercaos únicamente el principio de no-contradicción en lugar del de Razón suficiente). De los "espacios lisos" de Deleuze y Guattari a la ontología plana hay, en cambio, una brecha enorme, y esto es porque está el factor clave de la "intensidad" (contrapuesto a la extensión), que a su vez resalta la noción de "relación" como "agenciamiento" en contraposición a la unicidad y al esencialismo del objeto. El caos de Meillassoux, por otra parte, es un caos lógico -como contingencia, que resulta inútil a la hora de decirnos algo sobre el mundo, que ni siquiera es el caos de la física o de las matemáticas; cuestión que no sucede con el caos en tanto virtualidad (o si quieres inmanencia), como plano de diferenciación pura.
EliminarEn realidad los regímenes hipercaóticos se dan en multitud de sistemas. Por ejemplo, un simple mapa discreto derivado del modelo diferencial de Lotka-Volterra (el famoso modelo depredador-presa):
ResponderEliminarx[k+1] = ax(1-x)-bxy
y[k+1] = dxy
para los parámetros a=3.5, b=0.2 y d=3.8 presenta un comportamiento hipercaótico.
Efectivamente! Por eso la ciencia sólo puede llegar a conocer "lo muerto", lo congelado y lo viviseccionado. De ahí que nos quiera a todos "zombies", porque es la única manera de que nos ajustemos a sus parámetros, a su forma de vernos y a su manera de "medirnos".
EliminarLa ciencia tal y como la conocemos no se sostiene por más tiempo, y los únicos que pueden seguir interesados en mantenerla son los que viven de ella -que son una auténtica legión-. La forma más cínica e hipócrita IMHO de vivir "del cuento" actualmente, debido a sus terroríficos y autistas efectos "colaterales". Por eso decía que hasta que este barco -"la ciencia"- no se hunda del todo, pocos son los que se atreven a abandonarlo -por ahora, claro-.
Muy interesante lo que cuentas, de hecho me gustaría exponerte mis dudas sobre el manejo que se hace en ciencia del concepto "caos" por si tuvieses la amabilidad de ofrecernos algunas respuestas.
EliminarDe lo que expones, lo primero que no entiendo es cómo puede expresarse el hiper-caos a través de una función, pues al menos en la definición de Meillassoux, precisamente su esencia consiste en el sobresalto de cualquier imperativo lógico: tal y como lo entiendo, si ese fenómeno que funcionas fuese verdaderamente hipercaótico, ni siquiera se comportaría conforma a la función que das, ¿no? Y en cualquier caso, ese comportamiento caótico ¿es estrictamente local, o digamos que "contagia" su caos al ambiente en el que transcurre ese fenómeno?
Pero en todo caso el "cogollo" de mi ignorancia es que no consigo comprender cómo es el proceso de la actualización conforme a la física cuántica. Te expongo lo que se nos suele decir a los que no somos científicos sobre el tema (en los típicos documentales o libros generalistas, seguramente simplificando el asunto): a nivel "pop" se dice que la indeterminabilidad cuántica se da en el noúmeno, por así decir, y no en el fenómeno, es decir que es la naturaleza en sí la que viene indeterminada, y no es un problema de nuestros dispositivos de medición. Para empezar esta afirmación me parece muy soberbia, en la medida en que quizás utilizando otros parámetros y categorías sí sería posible determinar plenamente la dinámica de las partículas (pero en fin, supongo que esa cuestión estará más que requetedemostrada). Pero el problema es que se afirma que hay ciertos "estados" de la materia en los que una partícula puede estar, por ejemplo, en dos lugares simultáneamente. Bien. El caso es que en el mundo a escala humana no se dan esos fenómenos extraños del submundo cuántico, por lo cual deduzco que en un determinado momento esa "indeterminación" o "apertura" se cierra, se determina, y la partícula que podría estar en dos sitios, definitivamente sólo está en uno. Según entiendo el experimento del gato de schrodinger, lo que "actualiza" la realidad final de la partícula es el ambiente, la influencia de otro tipo de energías y flujos que obligan a que el experimento se realice en una única dirección (gato vivo, o gato muerto). EL caso es: si en cuántica se utiliza el mismo modelo de tiempo que en la física que nos enseñan en la universidad, opera mediante "fotogramas" por así decir, es decir hay un instante T al que sucede otro T´y luego T´´ y así sucesivamente, frente al modelo de Bergson que supone un tiempo no discreto.El problema que encuentro entonces es cómo es el paso de lo virtual a lo actual en el mundo cuántico, o de lo posible a lo concreto por así decir, de la duplicidad a la singularidad.¿Hay un fotograma t en el que la partícula está en los dos lugares, al que sucede un fotograma t´en el que la partícula sólo está en un lugar? Si la actualización de los fenómenos se da siguiendo esa lógica, el paso de lo actual al nuevo virtual me parece una aporía: si la partícula ya ha sido "concretada", ¿qué la vuelve a "desconcretar" para que el proceso pueda seguir infinitamente? Es decir los experimentos cuánticos hablan del paso de lo posible a lo actual, pero la dificultad es explicar cómo de esa actualidad pueden aparecer nuevas virtualidades... Supongo que el concepto que utilizan del tiempo es diferente y no sigue la sucesión de fotogramas que acabo de exponer, supongo que lo virtual y lo actual deben darse simultaneamente, lo cual es completamente antiintuitivo (es decir, dogmático).
Tal vez he dicho muchas tonterías pero desde luego el manejo que se hace en ciencia del concepto Caos me interesa muchísimo y todo lo que puedas decir es bienvenido, sólo he leído lo típico de Prygogine y similares y me pareció demasiado general, demasiado poco minucioso por ejemplo en cómo es esa sucesión (o no) de lo virtual / actual / virtual...
- observer
Bueno, mezclas temas que requieren explicaciones extensas y pormenorizadas para llegar a extraer algún factor común con sentido. Un par de indicaciones que quizá ayuden:
Eliminar1) El concepto de caos se refiere a caos determinista. Se trata de relaciones cuantitativas, normalmente expresadas en ecuaciones diferenciales, de ahí la continuidad implícita en los cursos materiales que describen, que producen series de estados reproducibles bajo las mismas circunstancias (iguales en cuanto al valor de las variables se entiende), teniendo en cuenta la capacidad limitada de nuestros métodos de cálculo (precisión, capacidad de cómputo, inexistencia de soluciones analíticas, etc.)
2) Si el tal Meillassoux se refiere a un incognoscible-inobservable, "misterio" misterioso sin determinación alguna, no hay más razón para llamarlo "hiper-caos" que, con toda imprecisión, "nada". Si es la posibilidad de un cambio indeterminado o directamente de la reversibilidad espontánea de todas las leyes físicas y psicológicas, pues es una hipótesis fantasiosa que no se podría llevar siquiera a una novela de ciencia ficción, a no ser que se mantengan ciertas invariantes que permitiesen el relato... teniendo en cuenta la regularidad manifiesta considero más interesante como constructo ficcional el punto omega.
El concepto de hipercaos caracteriza un tipo de comportamiento que se da en algunos sistemas dinámicos. Se refiere al comportamiento de un sistema para aquellas condiciones bajo las cuales al menos dos de sus exponentes de Lyapunov sean positivos. Los exponentes de Lyapunov expresan la divergencia o la pérdida de información de un proceso (entropía de Kolmogorov).
Otro día más, saludos!