martes, 2 de octubre de 2012

El placer de la industria. Los 50 mejores discos techno

Tras varias semanas elaborando esta lista (que pretende rellenar el vacío al respecto en internet, donde no hay buenos compendios de este tipo) aquí cuelgo por fin los que considero los 50 mejores discos de techno de la historia desde mi gusto personal. El criterio ha consistido en incluir la mayor proporción de maxis posible (pues ese es el formato donde el género mejor funciona), no incluír más de dos referencias por autor, y prescindir de mixtapes, compilaciones o discos de sesiones. Musicalmente, la exigencia ha sido que se tratase de techno stricto sensu, prescindiendo por tanto de grupos como Autechre, Modeselektor o Luomo que, siendo afines, no pueden encuadrarse al cien por cien en este estilo. El resultado pretende ser un canon para el techno que oscila entre dos polos: el más duro y el más contemplativo, y aunque se quedan fuera verdaderas obras maestras, creo que todos los discos que he recogido son de máximo nivel. Consíganlos y disfrútenlos.




50.

Gaetano Parisio – Advanced Techno Research 98-00 
 (ART, 2001)
 
El simpático término “zapatilla” para definir al techno más bailongo y atolondrado le sienta como un guante al trabajo de Gaetano Parisio, uno de los más brillantes productores de techno festivo y optimista descaradamente orientado para la pista, pero que no por ello renuncia a trabajarse interesantísimos arabescos de ritmos y texturas de funk blanco. Es poner sus discos y empezar a menear las caderas espontáneamente: el suyo puede parecer un trabajo demasiado amable y poco sofisticado, pero todo va perfectamente colocadito en su sitio con sensibilidad, autoridad y oficio. Para mí, un grande; demasiado profuso tal vez, pero siempre resolutivo y eficaz. Un humilde artesano de un tipo de techno impensable hoy en día.



49.

Christian Wünsch – No Man´s Land
(Tsunami, 2006)

No podía faltar en esta lista alguien como Wünsch, que pese a haber nacido en Monaco podemos considerarlo “nuestro” porque aquí es donde ha desarrollado toda su carrera. Paladín de Mulero y colaborador habitual con muchas de las grandes luminarias del techno internacional, su abundante discografía mantiene siempre una calidad media más que notable, con cumbres de tanta pegada como este doble maxi “No Man´s Land”, que contiene alguna de sus piezas paradigmáicas: soy de los que considera “Innocence” o “Secrets” como algunas de las canciones más escalofriantes de la historia del techno, edificadas sobre un ritmo roto y un timbre metálico identificables al primer instante. Hoy en día Wünsch continúa regalándonos auténticas delicias, aunque quizás su pieza de mayor reconocimiento internacional sea el magnético remix del “Disorder and Chaos” de Chris Liebing, cremita de la buena.



48.

Olga + Jozef – Olga + Jozef #5 (Regis remixes)
 (Olga+Jozef, 1999)

No podia faltar el pasional y huracanado proyecto Olga + Jozef, salvaguardas de la esencia del techno en los años de mayor ostracismo mediático. Ya reinvidicada en el anterior blog, su peculiar sonoridad ruda, percutiva, monolítica y barriobajera, luce por méritos propios como una de las más creativas de la inolvidable revolución offbeat, pero elegimos esta impresionante recopilación de remezclas de Regis como lo más inmarchitable de su legado: golpeteos metálicos ensimismados en atmósferas espartanas y rugosas, de regusto marcial y por tanto muy físico, hormonal. El exquisito haiku que abre la cara B es uno de los más exactos monumentos a la poesía techno de todos los tiempos, excepcional juego de tensión filtrada y sostenida sobre susurros y chasquitos crepitantes


 
47.

Joey Beltram – Ballpark
 (Tresor, 1998)
 
No podía faltar el descomunal monstertrack que coronó a Beltram como uno de los más dotados productores de mazazos para la pista: el “Ballpark” original es uno de los himnos sacrosantos del 4x4 cazallero y peleón, con ese pitido / zumbido / subidón capaz de electrizar las neuronas más escépticas y los tobillos más timoratos,  un temazo histórico que hizo de Tresor el sello más influyente en un momento que era el momento. Pero lo mejor tal vez sea la soberbia remezcla de Steve Bicknell en la cara B, un extrañísimo monotrack de textura abigarrada y subsuelo trotón, loop inconfundible y al que cada vez le sientan mejor los años (contrariamente, quizás, a la versión original).


46.

Marco Carola – Fokus
 (Zenit,1998)
 
Muchos nunca perdonaremos al entrañable Marco Carola que se haya pasado al “lado oscuro” de las veleidades ibicencas de la mano de Loco Dice, Magda y demás malas compañías, traicionando al círculo del hardtechno donde siempre había sido tratado con los máximos honores. Fue la primera rata en abandonar el barco, pero para la historia quedan sus potentísimas producciones primigenias, en las que definía con personalidad y firmeza la esencia del fértil techno italiano. “Fokus” es un excepcional compendio de temazos que quitan el aliento, con un particuliarísimo malabarismo entre la rudeza intimidante y la invitación a menear el cuerpo. Tremenda sucesión de monotracks sin títulos, muchas de las cuales se cuentan entre las más vibrantes de un período legendario: aquí hay tres o cuatros himnos que en manos de Mulero convertían las pistas en histéricos campos de batalla pogo.


45.

Inigo Kennedy – Preliminary Statements
 (Asymmetric, 1999)

Otro maestro de maestros, Kennedy es uno de los productores más prolíficos y tenaces de los de su generación, pues desde hace ya más de tres lustros ha venido editando exquisitas producciones con periodicidad estable, en una carrera que empezó como pupilo del rollo duro alemán de Fine Audio y similares, para luego sofisticar su estética acercándola a la IDM, el ambient, o el tipo de techno oscuro y solemne que impera en la actualidad. Este vigoroso “Preliminary statements” pertenece a su primera etapa, y su escucha nos retrotrae a imágenes de raves salvajes, oscuridad, máquinas oxidadas y speed. No obstante, se insinuaba ya su particular sentido de la belleza, pues este productor se cuenta entre los que han sabido hacer del techno un lenguaje de amplitud emocional ilimitada.

 

44.

 Ratio – Transfer
 (Central, 1995)
 
Impresiona todavía hoy la exuberancia de ideas del sello vienés Central, que en su día viajaba entre las maletas más exquisitas del circuito y cuyo nombre quedará siempre asociado a Claude Young gracias al imprescindible mix que el de Detroit hizo para ellos. Si algo caracteriza a Ratio es su exótico sentido del funk, su capacidad de producir un techno de regusto orgánico mediante sonoridades rematadamente digitales. Este impecable “Transfer” ofrece impagables clásicos como el planeador “Nightrain” o las dos versiones, cada cual más rotunda y robótica, de “Positronic Cycle”, uno de los cánones más inmediatamente reconocibles en la historia del género. Tan fresco como el primer día, irradiando todavía un sofisticado y punzante sentido utópico del futurismo.


43.


Outline – Blueprint 05
 (Blueprint, 1995)
 
Cualquiera de las primeras referencias con la vitola de  Blueprint, indiscutible marca pionera del hardtechno británico, desborda méritos suficientes para entrar en esta lista, pero seguramente sea su quinto output el que mejor resume los hallazgos de su escuela. Outline es el proyecto más recordado del sello de James Ruskin, Oliver Ho y el prematuramente fallecido Richard Polson: tres visionarios que sentarían las bases de la luego potentísima escena de loops duros inglesa. Cinco monotracks exquisitos que abarcan desde musculosas excursiones detroitianas a drones ásperos que supuran óxido industrial. Bello y turbulento, y primera obra maestra en un curriculum luego tan titánico como el de Monsieur Ruskin.


42.

Function – Security
 (Infrastructure New York, 1999)

Una de las facetas menos conocidas de David Sumner es su cavernícola trabajo para su propio sello a finales de los 90, el irresistible Infrastructure New York. Con él, nos adentramos ya en terreno decididamente arty, pues en aquellos maxis desarrolló un muy personal estilo de funk esquelético y reducido a su mínima expresión, pegadizo y muy bailable pero al mismo tiempo incómodo por su extrema contención de medios. “Security” es el doce pulgadas más diagramático y cerebral de aquella época, cuatro desarrollos de obsesivo y sistemático estatismo, como un intermezzo entre un himno house y otro de música industrial. Increíblemente dotado para producir una peculiar incomodidad y desconcierto, Sumner afinaría en discos como éste un lenguaje que luego ofrecería momentos prodigiosos.


41.

Philus – Kolmio
 (Sähkö, 1998)
 
La radical austeridad de los finlandeses de los 90 ha ido ganando enteros con los años, y lo que en su día parecía a casi todos un ejercicio delirante de minimalismo llevado más allá de lo concebible, ahora se escucha con la mayor naturalidad. El idioma musical de Vainio es tremendamente particular: sus composiciones, siendo extremadamente gélidas y parsimoniosas, irradian contra pronóstico una inusitada humanidad, donde cabe incluso el sentido del humor (marciano, por supuesto). Zumbidos y clicks secuenciados en espacios donde prima el silencio, y donde nunca llegan a sonar más de un par de timbres simultáneamente. Magistral ejercicio de seducción a través de la insinuación y la sugerencia, obra abierta hasta lo desesperante, “Kolmio” es una de las más garbosas producciones de un señor definitivamente dotado de ángel, y del que como todo buen seductor uno desconoce sus verdaderas intenciones.


40.

Stanislav Tolkachev – Creation from nothing
 (Energun, 2012)

El espeluznante maxi que editó hace unos meses la joven estrella Tolkachev es no sólo uno de los discos del año, sino un prodigio de creatividad y sencillez a archivar junto a los grandes clásicos del género. Utilizando sonidos de sabor retro (sonidos casi “típicos”, contraviniendo el dogma techno según el cual cada tema exige construir los timbres en exclusividad), organiza cinco estructuras asombrosas por su extrañamiento del 4x4, superponiendo loops de tres y cuatro pasos y resultando en piezas de regusto casi surreal. El allegro ma non troppo de “Wasp” es la primera gema de un maxi cuya cumbre es en mi opinión la magistral “Proof”, arabesco melódico en pizzicato sobre un tsnumani de bajos derretidos y ritmos rotos. Un fenómeno de la naturaleza que cada día perfila con más decisión su exquisito lenguaje.


39.

Jeff Mills – Confidentials 1-4
 (Axis, 1994)

El gran volcán de ideas del techno más físico es el indiscutido Jeff Mills, un nigga bien flaco y de apariencia nerd pero garra felina, pues cuenta en su haber con alguno de los temas más percutivos y conmovedores de la escena hardtechno. Pero en realidad, Mills es mucho más, un músico con una versatilidad que asusta: magistral en sus preciosismos detroitianos, siempre sorprendente en los tracks más ocurrentes e imposibles, resolutivo en los mazazos que programa para la pista, y carismático hasta pestañeando. Su genialidad radica en su habilidad para facturar música extrañísima y dislocada que no obstante siempre, siempre funciona. “Confidentials” es uno de sus maxis más inquietos y potentes: se abre con la que en mi opinión es el mejor tema de hard-acid de todos los tiempos, y continúa con tres veloces sinfonías cósmicas y eléctricas. Una exuberante descarga de sensaciones para los sentidos, y mar de fondo de verdadero riesgo. Enjuto y con las uñas afiladas, este doce pulgadas conjuga la belleza de los cuásares con el pálpito de tambores de guerra: una experiencia artística que pone al cuerpo contra las cuerdas.


  38.

Fanon Flowers – Trackmodes
 (Exalt, 1998)

Imposible describir la precisión, exactitud y sensibilidad con la que Fanon Flowers hace que cada una de sus producciones sea inapelablemente perfecta. Siendo honestos, su lenguaje no tiene en principio nada en particular: es techno estricto en su expresión más ortodoxa, pero la espeluznante maestría en la disposición de sus elementos hace de sus canciones orfebrerías inmarchitables. Un tema tan sencillo y normativo como “Mode 05 puede parecer dumb techno de trazo grueso al oído poco curtido, pero los aficionados a la rama más purista de este palo apreciamos ahí una de los dardos 4x4 de mayor puntería jamás lanzados. Arte abstracto de una seriedad quizás indetectable para los profanos en el techno riguroso, pero exquisito para aquellos capaces de apercibirse de la sutileza de cada matiz. Fanon Flowers o el rigor bien entendido: técnica de tal precisión que se solapa con la pura magia. 


37.

Forward Strategy Group – Applied Generics
   (FSG,2009)



FSG son todavía una de las promesas por cumplir del techno contemporáneo: todos sus trabajos merecen una escucha bien atenta, pero apenas han alcanzado a rozar el nivel de este seminal “Applied Generics” en sus producciones más recientes, que los muestran indecisos entre la senda industrial de Raime y Ancient Methods, y la más atemperada línea Berghain. Pero este maxi les encumbró en su día como una las bandas con más sovoir faire de su generación: de hecho, el tema que aparece en su cara A es quizás una de las composiciones más sublimes del último lustro, por el modo en que actualiza las resonancias acuáticas del techno-dub de los noughties oscureciendo los timbres, ralentizando los ritmos y ensuciando los delays y reverbs. Imprescindible ejercicio de transición del dub preciosista a lo Echospace hasta los sórdidos oscurantismos del techno de hoy en día, “Applied Generics” y su espectral concepción del baile dan fe de un talento que todavía tiene que dar lo mejor de sí.

 

36.


Reeko – The Day After
  (Mental Disorder, 2010)

A base de trabajo y fe en el techno, Reeko se ha convertido en todo un maestro del género que atraviesa un período de esplendor creativo para sí quisieran muchas potencias extranjeras. El asturiano da en la clave con este sublime “The day after” en el que deja atrás la tempestuosa contundencia de sus (por otra parte excelentes) producciones juveniles para sacarse de la manga un tipo de techno muy suyo, que incorpora el preciosismo tímbrico contemporáneo a su palpitante universo de bajos gruesos. Su ecualizado de los reverbs es milimétrica, y cada una de estas cuatro canciones atestiguan cierto clasicismo que le sienta muy bien a un lenguaje tan erudito como el suyo. Profundo y emotivo, todo en orden, cada cosa en su sitio.


35.

Robert Armani – Circus Bells
 (Djax Up Beats, 1996)
 
Chicago ha sido de siempre la meca de la electrónica más barriobajera y trotona, donde los productores practican un género propio plagado de martillazos, zumbidos, pitidos y loops histéricos, sobre estructuras cuadriculadas pero en el fondo orgánicas. Ilustre capitán del barco del techno brutto, Robert Armani tiene en su haber una colección de bofetadas musicales inconfundibles por su contundencia y espartana radicalidad, divertidísimos pedruscos de hormigón que funcionan con la adhesividad del chicle y la percutividad de un martillo pilón. Sin embargo su canción más recordada es la antológica remezcla que Hardfloor hicieron de su “Circus Bells”, acid techno de subidón en subidón concatenando diferentes fraseos y loops en una orgía de filtros que se se van superponiendo y sucediendo en una espiral ascendente cuyo éxtasis parece no terminar jamás. Esta obra maestra, pinchada a +8, rompe los muros de Jericó y lo que haga falta.


34.

Silent Servant – Violencia
  (Sandwell District, 2008)

Nadie se sorprenderá al saber que Juan Méndez, el artífice de este delicado diamante electrónico, fuese en su juventud un apasionado del shoegazing y fan incondicional de Slowdive, pues toda su discografía está impregnada por la melancolía distante, brumosa y en tonos sepia del ambientalismo pastoral de guitarras. “Violencia” es otra maravilla por la elegancia de su flanger, la modulación filtrada de un emocionante fraseo de apariencia confortable y que se baila gustosamente, pero el temperamento que le subsiste es similar al de aquellos viejos discos de guitarras paisajísticas. La sublime remezcla de Kalon redobla las campanas con el mero gesto de desplazar un paso el riff central, y obteniendo uno de los temas más reconocibles, apetecibles y memorables de la siempre sobresaliente escuela Sandwell District.


33.

Chevel – Monad I 
 (Stroboscopic Artefacts, 2010)
 
Cualquiera de las otras piezas que componen la ya histórica serie “Monad” de Stroboscopic Artefacts podría entrar en este memorando, pero la escogida es singular no sólo por ser la primera, sino por la insólita consistencia demostrada en el desafío por el semidebutante Chevel. Minimalismo ascético y espiritual, orientalista en el fondo y escandinavo en las formas, de indisimulada voluntad emotiva, pero que logra esquivar la peligrosa amenaza de la cursilería gracias a la tozudez de su tántrico modus operandi, y sutiles incursiones en el feísmo administradas con cuentagotas. Una de las colecciones más influyentes de la electrónica contemporánea (comisariada por la superestrella Lucy) que redactaba sus principios y fundamentos en esta pieza inicial. Melancólico y cálido, contemplativo y arriesgado, hermoso pero sin artificios, “Monad I” define una de las rutas más sugerentes de la electrónica para esta década... Leibniz mediante.


32.

Oscar Mulero – Horses / Like a Wolf / In a Silent Way 
 (Pole, 2011)

La curia mulerista está escindida entre los excomulgados que reniegan de las actuales estrategias creativas del Rey, y los que en cambio estamos encantados con su acercamiento a los modernos alemanes, senda que inició con este magistral maxi y que le llevaría a producir el reciente “Black Propaganda”. Hay como digo quien prefiere sus trabajos más explosivos, pero el espíritu Mulero seguramente no haya sido nunca tan evidente como en la senda de sus últimas composiciones: oscuras y contenidas, con pocos elementos pero muy trabajados, y una atmósfera de noche urbana que se adapta como un guante no sólo a las incertidumbres del zeitgeist europeo, sino a la lógica estética del Mulero de toda la vida. Tres joyitas de acero, vapor y asfalto, ejemplares de aquellos aforismos que conjugaban música, aritmética y metafísica.


31.

James Ruskin & Mark Broom – Erotic Mysery
(Blueprint, 2010)

Imposible escoger una sola referencia de entre el excepcional repertorio de James Ruskin, ídolo personal que se ha esforzado como pocos por mantener el género siempre en tensión, ampliando sus márgenes y perfeccionando las cimas de una herencia siempre alalza gracias a aportes como los suyos. Este emocionante “Erotic Mysery” sirve entonces como mero ejemplo de una discografía rigurosa, muy seria, prolífica y personal: el ejemplar maxi son tres espectaculares monstertracks con flirteos melódicos y bombos de ultratumba, donde todo está mimado meticulosamente y el preciosismo de los detalles redondean el prodigio. El tema titular se cuenta entre los más complejos de Ruskin con ese estribillo serpenteante y casi aleatorio, complementado por la funkoide “Black Lines” y su línea de bajo adhesiva como el chicle. Balance milimétrico entre belleza y enigma.
 

 
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