miércoles, 27 de febrero de 2013

elegante, inquietante



polirritmo, polifonía #7: latido y exhalación

 
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La nueva experiencia del tiempo y la memoria derivada del “presente continuo” de la telépolis contemporánea, el cíclico eterno retorno de la posmodernidad capitalista y su sedación de lo histórico, ha situado al Fantasma en el centro de las meditaciones metafísicas, entendido como no-presencia o inconsciente cultural que repta por los códigos simbólicos colectivos amenazando la viabilidad de sus olvidos: el espectro es portador de cierta Justicia, de aquello que quedó irresuelto en su día y retorna, ya cadáver, para exigirnos explicaciones y responsabilidades. Como el monstruo en el armario que asustase a los niños de occidente, el “fantasma que recorre Europa” previsto por Marx ante la sigilosa primavera socialista sería retomado por Derrida como el desencadenante de una fértil “hauntology” obstinada en la demarcación ontológica del espectro. Incluso el astuto bandwagonesque Simon Reynolds se ha sumado a la fiebre por la fantasmagoría con su libro sobre el retro, pero su trabajo (como el de casi todos los estudios culturales espectrológicos) incide únicamente en el carácter reminiscente del fantasma, más que en estudiar su paradójica presencia, su estricta corporalidad. Puede hablarse de los espectros incluso en términos hápticos, de sensación del cuerpo, y es un camino que convendría estudiar: la cognición materialista de lo fantasmal como presencia.

lunes, 25 de febrero de 2013

Tiqqun y el síndrome de Estocolmo

Lo que sustentaba el problema de ¿Qué hacer? era el mito de la huelga general.
Lo que responde a la pregunta ¿Cómo hacer? es la práctica de la HUELGA HUMANA.
La huelga general permitía interpretar que había una explotación limitada
en el tiempo y en el espacio,
una alienación parcelaria, debida a un enemigo reconocible, por tanto derrotable.
La huelga humana responde a una época en la que los límites entre el trabajo y la vida acaban por difuminarse.
Donde consumir y sobrevivir,
producir "textos subversivos" y precaverse de los efectos más nocivos de la civilización
industrial,
hacer deporte, el amor, ser padre o estar con el Prozac.
Todo es trabajo.
El Imperio gestiona, digiere, absorbe y reintegra
todo lo que vive.
Incluso "lo que yo soy", la subjetivación que no desmiento hic et nunc,
todo es productivo.
El Imperio ha puesto todo a trabajar.
Idealmente, mi perfil profesional coincidirá con mi propio rostro.
Incluso si no sonríe.
Las muecas del rebelde venden muy bien, después de todo.
TiqqunCómo hacer




Ocaso, Hogar.

viernes, 22 de febrero de 2013


polirritmo, polifonía #6: Diálogo plástico



la dialéctica imposible

Hace unos días hubo en un grupo de facebook sobre Gilles Deleuze una polémica en torno a un pobre hombre que tuvo la osadía de publicar un libro relativizando la incompatibilidad entre dialéctica y deleuzianismo, desatando una airada tormenta de reproches de la que tuve noticia por otros blogs: la congregación de los iluminados por Nietzsche puso el grito en el cielo ante una especulación según ellos tan peregrina como indignante, por cuanto sólo puede ser planteada desde la absoluta incomprensión del modelo de devenir esbozado en la Sagrada Escritura “Diferencia y repetición”. Más allá de la inconsistencia de los acérrimos de Deleuze que se definen como radicalmente ant-hegelianos (puesto que “anti” es una postura dialéctica), se trata de un debate muy profundo porque la de fondo fondo es determinar si es posible la afirmación pura sin el recurso de la negación. Ese problema es una de las críticas más inmediatas que se derivan de la lectura de Dif/Rep: todo el libro es prolijo en amplísimas refutaciones de ideas de otros pensadores (Kant, Husserl y Hegel especialmente), cuya recensión sirve a Deleuze como “localizadores”, por distanciamiento, de su propia filosofía. Es decir, al final la única manera de comprender el concepto de “diferencia” que propone es midiéndolo y distinguiéndolo de las concepciones previas sobre el mismo concepto. Lo cual, como digo, es una postura tremendamente dialéctica. Hace años, tanto Zizek como Badiou ya cuestionaron el supuesto inmanentismo de la multiplicidad como etiqueta definitiva para Dif/Rep sin armar tanto revuelo, pero supongo que por aquel entonces las huestes rizomáticas no estaban inmersas en la deriva de integrismo deleuziano monocromo que ha hecho del francés una lectura que tributa a su propia Academia y por tanto muy poco apetecible.

lunes, 18 de febrero de 2013

Máquinas disciplinarias



oscar mulero .  
about discipline and education.


Siempre me han seducido mucho, como espectador, las formas artísticas muy regladas, que imponen un estricto código normativo para su repertorio estético, suficientemente típico y genérico como para que sus obras maestras alcancen el sabor de lo impersonal, incluso a costa de que dichas normas sean completamente absurdas o insignificantes. El ejemplo perfecto de lo que digo son los Haiku, brevísimos poemas japoneses de métrica legislada hasta el delirio mediante unos parámetros que son como son, pero que podrían ser completamente diferentes. Habitualmente, los practicantes de las artes que orbitan alrededor del zen se limitan a perfeccionar con insistencia obsesiva tres o cuatro normas básicas cuyo criterio no es necesario justificar ni mucho menos cuestionar: la elaboración de jardines japoneses, la artesanía del abanico, el ritual del té o las plegaduras del Origami son labores a desarrollar con rigurosísima fidelidad al canon que las funda, y que en muchos aspectos no responde explícitamente a ninguna lógica técnica ni funcional. Supongo que todos los rituales tienen algo de Dada, y tal vez este tipo de prácticas obtengan su potencia hipnótica de su desafección por el sentido.

) ) ) eco ( ( ( sistema ) ) ) #7: de_estética



ecologismo verde, ecologismo multicolor

La coral de instituciones y categorías ideológicas que conforman el archipiélago de la modernidad, haciendo gala de su histórica y admirable capacidad de adaptación a los desafíos de cada época, están promoviendo subrepticiamente la revolución de la sostenibilidad como una oportunidad para perpetuarse, según aquella vieja estrategia del Gatopardo de cambiar algo para que todo siga igual. Todas las fuerzas vivas de nuestra civilización se están remangando la camisa para conducir el cambio de paradigma en curso, suficientemente abierto y multidisciplinar (la sostenibilidad enreda tecnología, estética, espiritualidad, economía y todo lo demás) como para que todavía pueda resultar en escenarios muy diversos: por ahora, cada uno de los implicados intenta arrimar el ascua a su sardina o, dicho más prosaicamente, sacar la mayor tajada posible en el nuevo reparto del pastel. Universidad y empresa, tecnología y arte, política y finanzas, ciencia y capital, se han dado cuenta de que garantizar la continuidad de su fortaleza les exige apropiarse de ese huracán de lo ecológico que se intuye en el horizonte pese a ser todavía una tímida ventisca, y quieren asegurarse de que la eventual instauración de una civilización sostenible perpetúe la ordenación actual de lo real: los que estén al tanto de la producción intelectual anglosajona habrán advertido que los poderes y saberes están sacando su artillería pesada para que la economía verde se efectúe bajo plan, y no suponga una amenaza a las líneas maestras del status quo actual. En su enésima exhibición de versatilidad y capacidad de adaptación a los requiebros de la historia, el capitalismo se ha puesto las pilas con muchísima celeridad para sobrevivir a la inminente revolución energética que, o bien es minuciosamente gestionada y ordenada por los poderes fácticos, o bien éstos pueden ver sus estructuras hechas añicos ante las urgencias que vendrán con lo que se avecina. Marx tenía mucha razón en su admiración por la capacidad del capitalismo para mantener siempre la sartén por el mango, dándole la vuelta a todas sus amenazas para hacer de ellas oportunidades de crecimiento y expansión de límites… cuya única cortapisa puede ser la acción cívica.

viernes, 15 de febrero de 2013

Cruce de miradas en el escaparate de un Zara

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Terminábamos el anterior post reconociendo que hoy en día muchas de las posiciones reformistas y antisistema requieren el ejercicio de resistencia más que de vanguardia, un fenómeno desconcertante para los que hemos crecido fascinados por la épica de la modernidad y el futurismo, atónitos ante la sensación de que los babyboomers neocon han secuestrado nuestro porvenir para reembolsárnoslo envasado al vacío y en celofán: la actitud que impera entre los colectivos vecinales beligerantes con el gélido barbarismo de la troika liberal no es tanto la de “¡a por ellos!” como un mucho más humilde “no pasarán”. ¿Realmente el futuro se perfila tan tenebroso como para que el enroque en la nostalgia sea la actitud más fértil para refundar expectativas ilusionantes? ¿Tiene razón Koolhaas cuando nos insta a reconocer que el triunfo de la corporatocracia y sus formas de vida es imparable e inevitable? ¿El urbanismo del sprawl ha de ser aprovechado como “una oportunidad”? ¿El fenómeno pop de la retromanía evidencia el sentir de un tiempo cuya utopía sea la vuelta del ayer?

martes, 12 de febrero de 2013

Urbanismo y hojarasca





Uno de los asuntos tratados con más insistencia en los foros de paisajismo es la gestión de las plantas invasoras, especies generalmente deslocalizadas artificialmente por el hombre, desde un hábitat originario en el que no resultaban problemáticas, a otro en el que proliferan por la ausencia de sistemas de depredación que puedan poner coto su sobreabundancia. A lo largo de la historia ha habido innumerables ejemplos de cómo el comercio y tránsito de semillas dio lugar al hundimiento de ecosistemas hasta entonces equilibrados, y que con la llegada de los nuevos huéspedes quedaban trastornados hasta desembocar en situaciones de ruina ecológica. Lo que caracteriza a la planta invasora es paradójicamente su exceso de éxito: el triunfo de su adaptación se debe a su exacta adecuación a las condiciones del entorno en el que se instala, que le ofrece unas condiciones óptimas de supervivencia en ausencia de factores que sirvan de cortapisa a su propagación.

lunes, 11 de febrero de 2013

polirritmo, polifonía #5: Jordan Peterson







Vivimos en la cultura del caos porque, para empezar, hemos inventado la palabra caos y el concepto que ella vehicula, pues prácticamente ninguna civilización anterior a la modernidad contaba en su lenguaje con un término equivalente. Mucho más longevos son los conceptos de “desorden”, “azar” y “aleatoriedad”, que  contrariamente a lo que su uso cotidiano nos lleva a creer, refieren procesos que no tienen nada de caóticos. Y es que el caos es una figura epistemológica utilizada para significar sistemas de orden complejo irreductibles a funciones lineales y, en consecuencia, de desarrollo impredecible… pero ni casual ni libre: lo caótico es el residuo cognitivo de las ciencias deterministas, de las que nace y a las que se debe, pues sólo en su marco puede tener lugar. Fuera de un espacio medible, no hay caos.

sábado, 9 de febrero de 2013

cynical zeitgeist

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Cynical Zeitgeist 
(Deconstruyendo a Parménides) 

tags: el hábito y el monje / el hábito y lo habitual / metafísica del camuflaje 
texto post dos



 Leyes, libro I

Ateniense:... suponiendo que tengáis leyes bastante buenas, una de las mejores será la que prohíba a los jóvenes preguntar cuáles de ellas son justas y cuáles no; deben convenir en cambio al unísono en que todas son buenas, porque su origen es divino; y a cualquiera que diga lo contrario no hay que escucharlo. Pero un anciano que advierta algún defecto en vuestras leyes podrá comunicar su observación a un gobernante o a alguien que lo iguale en años, cuando no haya ningún joven presente. Cleinas: Es exacto, extranjero; y aunque no hayas estado allí en esa época, me parece que, cual un adivino, has comprendido plenamente el propósito del legislador... 

Platón, Las leyes.

jueves, 7 de febrero de 2013

Alonso Quijano es Don Quijote



 El desencanto, Jaime Chávarri, 1975


La cultura española ha mostrado desde siempre (desde que existe España), una férrea y obcecada vocación de realismo, que probablemente pueda ser atribuible también a los demás pueblos latinos y, en menor medida, a Europa en general. La cultura institucional y su aparato intelectual orgánico de legitimación han demonizado con fiereza cualquier forma narrativa que se atreviese a desdeñar el consenso normativo sobre la constitución y estatuto de lo real, en un indisimulado recelo punitivo contra géneros como la fantasía o la ciencia ficción que, en nuestra tradición literaria, han sido minusvalorados como fabulaciones escapistas destinadas al entretenimiento de los niños o las audiencias más embrutecidas. Por exhaustivas que sean, las antologías de literatura fantástica española sorprenden por lo increíblemente escueto de su contenido, apenas algún cuento periférico y anecdótico de nuestros escribanos más especulativos, pero de envergadura mínima si la comparamos a las descomunales bibliografías de esos géneros propias de los países anglosajones o eslavos. La raza ibérica ha cultivado con mimo sus costumbrismos y picarescas, sus interiores tenebristas y naturalezas muertas, los cuentos caballerescos y poesías de amor a la tierra, pero carece de un acervo musculoso de cuentos de hadas, elegías de titanes o leyendas élficas (a excepción quizás de la tímida pero valiosísima herencia celta, que por desgracia hoy está muy devaluada por la instrumentación política con la que los nacionalismos quieren monopolizarla).

martes, 5 de febrero de 2013

La voz




My Bloody Valentine. M B V, 2013

No es nada fácil construirse una voz, entendiendo por tal a la correspondencia identificable entre estilo y discurso. Velázquez tiene una voz, Kafka también, Autechre llevan muchos años desarrollando la suya propia: la doxa contemporánea da por sentado que todo verdadero autor necesita hacerse con una, pues es la voz lo que dota de contenido real a su firma. Hacerse con esa ansiada voz propia requiere insistencia a lo largo de los años, coherencia en el planteamiento formal y conceptual de la propia trayectoria artística, y detalles diferenciantes capaces de singularizar al artista de entre todos los que le rodean hasta hacer de su discurso un idioma único. No hay reconocimiento si no hay “voz”.

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