Nuestra comprensión del mundo empieza
en la diferenciación de sus intensidades y potencias, paso previo a
su entendimiento, formalización e instrumentalización. La
producción de una identidad como codificación de una esencia
nace mediante la inscripción de sus
diferencias en un sistema de valores: difererenciar es
especificar, y especificar es remitir a un phylum.
“Indiferencia”
es una palabra muy bonita, por lo elegante de su literalidad.
Indiferencia
es un fenómeno perceptivo antes que valorativo. Nos es indiferente
aquello cuya esencia no hemos comprendido, porque no nos afecta. O,
más bien, porque no somos conscientes de sus niveles de afección:
los afectos rara vez son conscientes.
En sentido estricto, indiferente es
aquello que no entra en nuestro campo de visibilidades: no ha sido
diferenciado, individuado, esencializado, y por tanto permanece
disuelto en el ruido de fondo, inespecífico. La Indiferencia
es ruido o es silencio, nunca es melodía.
Por tanto, lo indiferente es libre: no
ha sido maniatado por el código. Cuando resultamos indiferentes,
podemos actuar con mucha más temeridad y autonomía, pues nuestros
actos no son apercibidos. Es la potencia del anonimato, la discreción
y el camuflaje. La estrategia del camaleón: diferenciarse
continuamente, para mantener su Indiferencia.
¡Qué casualidad! Estaba pensando en cómo escribir un post “autoexplicativo” sobre la identificación de lo que nos “alimenta”, de lo que nos “envenena”, sobre la identificación del “enemigo”, sobre el camuflaje, sobre el “doble juego”, sobre la conversión de la antigua sociedad en “sociedad” de masas “indis” y todo ese jaléo... cuando justo al mismo tiempo aparece tu post sobre la indiferencia y “alguien” me envía un vídeo sobre el antiquísimo tema de la sofronización.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=Uo3IRX44XSI
PD: Cuando algo acontece al mismo tiempo tres veces dejo de creer en la casualidad y empiezo a pensar en la causalidad, así que otro día retomo el asunto más “en serio”, si es que eso es posible, claro :-)
Por cierto, muy sugerente lo de que la indiferencia es ruido o silencio, nunca melodía.