Beyond the Black Raimbow, film de Panos Cosmatos, 2010
El tiempo ha venido
demostrando que los hallazgos conceptuales y formales ideados por las
vanguardias terminan por ser incorporados a la cultura
popular en el momento y el lugar más insospechados, y a menudo
reinterpretados y recontextualizados de un modo muy diferente al
esperado en origen. La historia del arte funciona mediante
transferencias locas de imaginarios, a su propio ritmo, y sin que
haya lugar para la impaciencia, pues muchas grandes ideas han
necesitado décadas hasta que el mundo estuviese preparado para
asimilarlas. Por más que la modernidad haya jugado siempre a
mimetizarse con la urgencia de cada ahora,
lo cierto es que las obras de riesgo son un mensaje en una botella
lanzado al mar de la historia, sin destinatario definido y cuyo
despegue tendrá lugar dónde, cómo y cuándo se den las condiciones
necesarias para su desarrollo. En arte no hay fracaso: en todo caso,
éxito diferido. Tal vez en la radiofórmula del mañana se programe
a Derek Bailey y música concreta, los oficinistas perezrevertianos
lean metapoesía deconstruída, y Zara venda ropa inspirada en la
costura belga de los noventa. Siempre hay que esperar, a ver por
dónde irrigará cada creación nueva.
En cualquier caso, la
cadena cultural que hilvana el Arte y Ensayo con el pop más lowbrow
sigue unas pautas más o menos estables: hay toda una serie de pasos
intermedios entre la obra radicalmente experimental y el producto de
consumo mainstream, que habitualmente toman cuerpo en lo que
se suelen llamar “obras de culto”
facturadas por visionarios capaces de convencer simultáneamente a la
intelligentsia y al público de centro comercial. Ejemplos de
ese tipo de artistas serían David Lynch, Radiohead,
Chuck Palahniuk o La Fura dels Baus: quizás demasiado
radicales para el espectador de a pie y excesivamente amables para
las exigencias del paladar fino, pero necesarios en cuanto
intermediarios entre dos mundos (high art y street wear)
generalmente demasiado estancos. Y en esa categoría intermedia es
donde inscribiría una película como “Beyond
the Black Raimbow”, hipnótica rara avis de hechuras
excéntricas y regusto intelectualoide, pero redactada en relativa
conformidad a los cánones del pulp de toda la vida.
De una extraña frialdad
casi autoparódica, el film me sirve como instancia perfecta desde la
que dar cuenta de un tipo de narrativa cada día más prolijo y
popular que llamaré (a falta de un nombre mejor) “reálisis”:
historias a medio camino entre el fantastique
y el metarelato existencial, ambientadas por lo general en ucronías
o limbos de espaciotiempo indeterminado, y que se caracterizan por
presentar una realidad incompleta y gobernada por una lógica
autónoma y desconcertante cuyo desciframiento será el motor de la
narración. El ejemplo más canónico y exitoso de este modelo
narrativo será la celebérrima serie de televisión “Perdidos”,
pieza fundacional en la que sedimentan los grandes temas que
caracterizan esta “reálisis” de la que hablo: personajes de
identidad confusa transportados a un espaciotiempo paradójico y
misterioso, expuestos a acontecimientos de causalidad incierta, y
donde cada evento remite directamente a la resolución de la
incógnita que gobierna el transcurso de los hechos. Una historia
cuyos segmentos pueden parecer caprichosos, inexplicables,
deshilachados o abruptos, pero de los que el espectador sabe que
encontrarán al final una epifanía que explique, conjugue y dote de
sentido a la constelación de catástrofes que ha ido presenciado.
Thrillers en los que el asunto a resolver no será el quién hizo
qué, sino el orden lógico que gobierna el microverso en el que
transcurre la historia.
Digo “reálisis”
porque si algo caracteriza a este tipo de relatos es la fractura
de la realidad en acontecimientos incongruentes: transcurren en
universos inconsistentes donde, mientras no se determinen los
límites de lo posible, cualquier cosa puede
suceder. Presididos entonces por un estado de ánimo de
desconcierto, desconfianza e incertidumbre, la ansiedad de los
protagonistas y los espectadores derivará de esa ignorancia de la
cosmogonía a la que están asistiendo. Metáfora indisimulada del
estado de ánimo generalizado (o generalizándose) del ciudadano
contemporáneo (que ha dejado de comprender la lógica que gobierna
el mundo, pero a la que intuye poderosa), esta nueva tradición
narrativa retoma muchos asuntos habituales en la intelectualidad del
siglo XX como la literatura de Pirandello, Joyce o
Brecht, la noción de “caosmos”
de Deleuze y Guattari, la disolución de lo histórico anunciada por
la posmodernidad, o los paradigmas del “hombre
sin atributos” o el “hombre
unidimensional”. Pero, de manera muy perspicaz, hoy en día
esos conceptos no se desarrollan en el circuito intra académico de
connoiseurs profesionales, sino que se inscriben en historias
comerciales para todos los públicos en las que la especulación
teleológica viene presentada mediante aventuras, explosiones y, si
se tercia, tetas y culos. Y no hay nada de malo en ello, ¡todo lo
contrario!
Vayamos con la peli,
pues. Dirigida por el debutante (y más que prometedor) Panos Cosmatos, la historia tiene lugar en un microcosmos
autoconclusivo (la práctica totalidad de la acción tiene lugar en
el interior de un aséptico edificio gélidamente moderno, sin
ventanas, e iluminado en mórbido clarosuro) y en un vago 1983
refigurado acentuando el aspecto kitsch de los ochenta, como en una
reconstrucción semiparódica de los clichés que rodean a la era
Reagan. Ese extraño tono caricaturesco (pero en absoluto risueño)
se continúa en la construcción de los personajes y los eventos, de
tan marcada iconicidad y “tipismo” que parecen recuperados de
oscuros VHS de serie Z: un malo malísimo de gestualidad
histriónicamente tenebrosa, tecnología vintage salida de un
cementerio de imágenes de nuestra infancia, diálogos calcados de
literatura barata y una banda sonora que se diría fusilada del
primer John Carpenter. Un carrusel de reminiscencias espectrales de
unos años ochenta tan arquetípicos que resultan extrañamente
irreales. Todo ello además iluminado con neones de matiz rosáceo, y
filmado con una parsimonia que resulta en un tempo estático y como
de onstante interludio, como si el espectador estuviese en la sala de
espera de un hospital nocturno y hubiese perdido toda referencia
horaria.
Formalmente el film puede
ser referenciado al tipo de revival surrealista que en elcampo del
avant pop ha hecho fortuna de la mano de John Maus o
Ariel Pink: reconstrucciones desconcertantes de recuerdos
desenterrados del inconsciente colectivo, y organizados de un modo
tan hierático y ambiguo que más que de un homenaje cómplice o
nostálgico, de lo que se trata es de evidenciar lo místico, extraño
y ajeno que sobreviene con un pasado reciente que, sin embargo,
resulta extrañamente “inmemorial”.
Al director no le tiembla la mano en la redacción de una caligrafía
aparentemente trash de cuyos tópicos se apropia de manera
retorcida y absolutamente consciente: esto no es kitsch
en el sentido atribuido por Susan Sontag (“seriedad
fallida”) sino más bien el tipo de “seriedad
travesti” profetizada por los posmodernos pero que hasta
tiempos muy recientes no empezó a dar pie a obras de categoría. En
cualquier caso, desde los títulos de crédito resulta evidente la
voluntad de convertirse en cult movie generacional, pues todos
los detalles están milimétricamente acompasados con el tipo de
coherencia estética de la que sólo los grandes visionarios son
capaces.
Me gustaría dar un par
de apuntes sobre la sinopsis, pero no quiero spoilear una peli
que conviene ver con ojos medianamente vírgenes: diré no obstante
que se trata de un pulp de ciencia ficción metafísica que, ya os lo
podéis imaginar, quiere beber tanto del “Solaris”
de Tarkovski como de los exploits ochenteros de terror o del
manga cyberpunk. Una historia desconcertante, ensimismada,
incompleta, que como he dicho orbita en torno a
la sensación realíptica
de la pérdida del suelo de lo real,
protagonizada por personajes que, privados del consuelo de su propia
memoria, carecen de identidad: en este punto las historias de
reálisis a las que me refiero son profundamente nostálgicas,
pues a diferencia de lo previsto por Deleuze esa superación de lo
identitario no supone una liberación, sino una forma de esclavitud e
indefensión. Pero sobre este punto ya hablaremos en próximos
posts.
Lo interesante de la
mecánica narrativa de este tipo de films de última hornada es la
nueva vuelta de tuerca que aportan a la tradición surrealista
(que, no lo olvidemos, tomaba su nombre del apócope de
superrealista). En el surrealismo
clásico la renuncia al sentido
propiciaba la desaparición de toda consideración lógica, de tal
modo que la superrealidad que proponían era un universo
completamente onírico, delirante, imprevisible, caótico y
caprichoso, gobernado únicamente por las asociaciones afectivas que
emergían entre los objetos. En la reálisis, en cambio, se
renuncia al sentido pero no a la lógica: los microversos que
plantean no tienen explicación posible, ni principio ni final, ni un
espaciotiempo medible o predecible, pero sin embargo presentan un
orden lógico endógeno y secreto, resultando en hipo-realidades
gobernadas por una matemática propia menos aleatoria que la del
superrealismo. Frente al método surrealista de asociación
espontánea, aquí se articulan estrambóticas relaciones entre
objetos y acontecimientos, en una atmósfera presidida por el
desconcierto ante un mundo no completamente caótico, pero sí
ingobernable.
“Beyond
the black raimbow” es desde ya la típica peli que
tenéis que ver, mis queridos modernitos. Uno no puede ir por la vida
sin conocer “Eraserhead”, “The Rocky Horror
Picture Show”, “Happiness" o
“Arrebato”, y en esa estela de insularidades
radicalmente personales (y demasiado potentes como para no
perdonarles las inevitables torpezas) es donde yo colocaría un film
como este, ideal para freakos de la ciencia ficción malsana a lo
Phillip K. Dick, los estetas
mumblecore, los espeleólogos de
rarezas gafapasta, e incluso el thirysomething
palomitero que paga siete euros por verse “The Ring”
en el mall. Una película encantadora que se presta
a muchísimas especulaciones culturetas sin por ello renunciar al
deleite dionisíaco: carne de cañón para la Cahiers del 2030.
Sugerencia de presentación: clickear la opción 2 y ver la peli online... o bien descargarla con dwhelper (programa gratuito descargable desde softonic, por ejemplo)
ResponderEliminarhttp://eduman-movies.com/ver-beyond-the-black-rainbow-dvdrip-online-2011-subtitulada/
PD: esta forma que tienes de escribir los post -tan cultista- me parece muy buena, digamos que se te da muy bien, o por decirlo de otra forma: te pega :-)