martes, 14 de agosto de 2012

Identidad política #2: ¿Convicción? Conmoción

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Irevolution
o... ¿por qué nadie está en la calle pateando culos?



No sé hasta en qué medida las ágoras de Internet son estadísticamente ilustrativas de los memes ideológicos que salpimentan la ideología colectiva, o hasta qué punto el “estado de ánimo” que desprenden sirven como termómetro creíble del zeitgeist social, pero en cualquier caso a día de hoy todos los foros virtuales españoles están en llamas. El nivel de indignación, hartazgo, desesperación, rabia y asombro en cualquier debate online es altísimo, y no hay que irse a los espacios más claramente díscolos para encontrar a ciudadanos iracundos: basta leer los comentarios de los lectores en las noticias de La Razón o el ABC para constatar que el ambiente social está caldeadísimo, como si nuestro país estuviese despertando entre el pánico y la cólera a una realidad que de repente resultase inadmisible, e inaceptable. La gente está que trina, y los comentarios a cualquier titular relacionado con la crisis deriva en peticiones airadas de guillotinas, llamadas a la sublevación, improperios salidos de madre y búsqueda de justicia y venganza contra ese ente ya popularmente conocido como “la casta” (el contubernio entre políticos y financieros). Hay algo muy inquietante en este status quo: la clase media parece por fin haber desarrollado una conciencia crítica con la situación, y muchos que antaño reducían su participación en la política al eximente voto y olvido, comienzan a interesarse con urgencia por cuestiones que nunca habían ocupado su atención. ¿Brotes verdes en la conciencia social?

 
No pongo en duda que la problematización consciente de lo que está pasando es requisito indispensable para que las cosas cambien en una u otra dirección, pero esta aparente explosión de indignación puede quedar en agua de borrajas si no cristaliza en un activismo cívico capaz de alterar el orden de los acontecimientos. Y eso, por ahora, no está pasando: esa neonata “conciencia crítica” se vive como un gesto meramente intelectual que en la mayoría de las ocasiones no fructifica en acciones eficientes en la vida cotidiana. Miremos a Grecia: una población sometida a recortes sociales pavorosos, hundida económicamente y humillada repetidamente por las autoridades europeas, que ha hecho pública su irritación de infinidad de maneras (manifestaciones pacíficas, actos vandálicos, desobediencia civil, paros masivos…) y que no ha obtenido absolutamente ningún provecho de sus expresiones de rabia. Misteriosamente, los países más azotados por esta delirante crisis no han sido capaces de obtener rédito de su evidente irritación, y parecen haberse resignado a la inevitabilidad de un hundimiento económico y social para el que todo mecanismo de protesta parece insuficiente. El ánimo de la clase media en España no es sólo de indignación, sino también de resignación ante un abismo que oficiosamente aceptamos como preceptivo. El ciudadano medio está cabreado y su pesadumbre es directamente proporcional a su conciencia de lo que pasa: expresa su exasperación en el teclado, pero no termina de atreverse a salir a la calle y patear un par de culos.


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Este fenómeno me parece interesantísimo, máxime cuando está tan relacionado con un medio potencialmente tan revolucionario como internet , del que esperásemos fuese capaz de establecer nuevos lazos entre subjetividades de los que podrían emerger colectividades activas y espacios de fluctuación de la realidad social no sólo virtuales, sino absolutamente actuales. Sin embargo, por ahora las formas de activismo real directamente gestadas en Internet son tremendamente minoritarias, y por lo general sólo logran involucrar a gente previamente familiarizada de un modo u otro con activismo: esa masa informal de “clase media”, colérica en los foros, no da el paso de efectuar en “la realidad” esas ansias revolucionarias que expresan con tanta virulencia en el marco de lo virtual. El comentario generalizado suele ser algo del tipo “cualquier día la gente se echará a la calle”, “esto es insostenible y la gente estallará”, tantos abusos harán que la gente se subleve”… pero ese misterioso “la gente” al que remiten la revolución siempre es visto como un cuerpo al que no se pertenece: es como si todos esperasen que fuese el vecino el que se decida a actuar, justificando así el hecho de no actuar ellos de motu propio. Insisto en que el fenómeno es curiosísimo, y no he encontrado apenas autores que sepan explicar esa fractura entre la voluntad que la sociedad expresa en sus foros, y la pasividad con la que realmente actúa. ¿Por qué no hay una revolución, si tantos parecen sentirla inminente desde hace ya tanto tiempo?


En principio, el concepto que me resulta más adecuado para explicar este hecho es la idea aristotélica de la “Catársis”: para Aristóteles, la ficción teatral servía para proyectar el pathos personal sobre un universo imaginario y poder así purificar su mal rollo sin necesidad de violentar el estado de cosas, consumiendo la energía negativa del espectador mediante símbolos meramente imaginarios. “Catarsis” sería por ejemplo el proceso que sigue el aficionado al “Medal of Honor” que acribilla sanguinariamente infantería pixelada pero que en la vida real es tan inofensivo como un monaguillo. De algún modo, su carácter pacífico en la vida cotidiana es directamente proporcional a su capacidad para “desfogarse” en el mundo de las representaciones. Poniéndonos distópicos, remito a aquella estimabilísima “THX-1138” de George Lucas, en la que los ciudadanos completamente subyugados in manniera orwelliana, canalizaban sus frustraciones mediante el visionado de imágenes ultraviolentas e hipersexuales. Catarsis como válvula de descompresión de la invisible represión ejercida por el poder.
Desde este punto de vista, lo catártico es un fenómeno enfermizo, pues atrapa energía revolucionaria y la disuelve restringiéndolas al mundo de las ficciones o representaciones. Muchas veces esa catarsis no se figura literalmente (es decir, representando los propios objetos causantes del mal rollo) sino transfigurada en iconos simbólicos que permitaan que el proceso catártico tenga lugar inconscientemente. El ejemplo más claro de ello es el fútbol o cualquier otro gran espectáculo “emocionante”, "conmovedor", en el que el espectador se vea comprometido a tomar parte por uno u otro contrincante. La energía libidinal que disipa un Madrid-Barça es, conforme al modelo freudomarxista, sustraída de la vida real del aficionado, de tal suerte que el más fanático seguidor de un club suele ser un ser un donnadie triste y gris que canaliza mediante ese show frustraciones reales que no se atreve a resolver de otra manera. Lógicamente, el marxismo siempre ha sido muy crítico con esta capacidad catártica de ciertos espectáculos populares, pues el goce que proporcionan a la población le impide tomar consciencia de los motivos reales por los que sienten tanta rabia acumulada. Utilizando una bonita metáfora termodinámica, podemos recurrir a la figura de las “estructuras disipativas” modelizadas por el químico más fashionable, Ilya Prigogine. Cito la wikipedia:
En un lenguaje vulgar, una estructura disipativa, sería la encargada de permitir alcanzar un cierto orden (muchas veces asociado al mero orden biológico) a expensas de un aporte continuo de energía externa al sistema. De ahí, que se le asocia al no equilibrio, pues origina condiciones que no son alcanzables espontáneamente, pero a las que si se llegan y mantienen en equilibrio si cíclicamente se le incorpora energía. Se dice que tales sistemas concluyen en un «equilibrio estacionario»
Si esa energía externa es rabia y frustración, y ese equilibrio estacionario es el bucle autoconsumido que propician los espectáculos colectivos, me temo que la sociedad está sometida por un gigantesco aparato de captura libidinal que se encarga de normalizar las potencias revolucionarias ordenándolas hasta que pierdan su naturaleza originaria, desnaturalizando el fundamento entrópico que las generó. Profundizando y especificando aún más el fenómeno, supongo que el fútbol propicia la catarsis mediante la diégesis, y los foros de Internet mediante la mímesis. Pero de catarsis se trata.
Para superar esta dinámica irresoluble (la revolución coartada por instancias gozosas que la vampirizan), no recurriré a los topicazos de las “sociedades de control”, la biopolítica y demás, pues creo que el que más elegantemente advirtió el fenómeno y supo darle la vuelta desde la estética fue el siempre reivindicable Bertol Bretch. Para el genial dramaturgo alemán, el teatro tenía un potencial revolucionario si optaba por estructuras anti-climáticas: plantear situaciones de alta tensión cuyos desequilibrios no queden resueltos al final, de modo que el espectador se vaya a casa con todo el mal rollo sin purgar, y por consiguiente con su ánimo de patear culos intacto. Obviamente su técnica tenía más matices de lo que acabo de exponer, pero en esencia su fundamento pragmático sigue plenamente vigente. Siguiendo esos derroteros nacerían las escuelas Situacionistas, agit-prop, punk y demás, pero a tenor de la inacción que se ha apoderado de la sociedad, hay que asumir que esas tentativas no han terminado de real-izarse como prometían.
Si recuerdo esta breve genealogía del valor político de la catarsis es como reflexión sobre la posibilidad de que dicho fenómeno se haya apoderado también de Internet. Insisto en que la clase media dice estar quemadísima en sus foros virtuales, pero nadie da un paso al frente y desencadena las acciones de protesta revolucionaria de las que tanto hablan (obvio decir que IMHO todas las protestas pancartistas e institucionales no sirven de nada, y el tipo de activismo que persigo es de muchísima mayor implicación personal, aunque no necesariamente violenta). Mi muro defacebook se ha convertido en una población de noticias políticas que van colgando los amigos, plagadas de comentarios como “¡no toleraremos más abusos!”, “esto es inadmisible, guillotinas!!!”, “la gente ya no aguanta más y todo tipo de lamentos e improperios… pero insisto en que esa virulencia no termina por condensar en un activismo  A veces pienso que todos esas querellas y quebrantos que profesamos en Internet quizás no sean más que catarsis con la que desperdiciamos una energía que, de esta manera, pierde su potencia para redimir de facto el estado de cosas.

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 Potencia / Acto

Siguiendo el hilo de la reflexión, y pesimista como estoy al asistir a tantos hechos penosos para los que no consigo fabricar una explicación, termino por preguntarme hasta qué punto la “conciencia crítica” por si misma sirve para algo. Si la indignación se reduce al mundo de las ideas, y de allí es incapaz de desarrollar acciones prácticas que den la vuelta a lo que está pasando,¿qué interés tiene? ¿para qué envenenarse con retórica antisistema si a la hora de la verdad nuestros cuerpos siguen en su postura habitual, con el culo pegado frente al ordenador y esperando que la revolución sea consumada por el otro? Paradójicamente, la crisis (como ideograma colectivo, tema de conversación) es la mejor forma de distraernos de la crisis (como realidad inmanente, acontecimiento).

Mucho lirili, y poco lerele.

Siendo optimistas, cabe considerar que esa pasividad de la “Clase media” airada puede ser modelizada recurriendo a la dialéctica clásica entre potencia y acto. He expresado mi recelo ante esa conciencia política que no conduce a ninguna praxis real, pero desde esta perspectiva podemos esperar que al menos si sirva para construir la revolución a nivel “potencia” y que en un determinado momento se actualice como “acto”, siguiendo el proceso que Aristóteles llamaba literalmente movimiento. Es decir, la legitimidad y valencia de toda la indignación que sentimos sólo tiene sentido si desarrollamos una forma de movilización que consiga romper el círculo vicioso de la catarsis. Dando por buena esta tesis, digamos que ya tenemos cubierto el momento “potencia” (pues la indignación quizás haya llegado ya al nivel crítico necesario para efectuarse en lo inmanente) y lo que necesitamos es encontrar el mecanismo de movilización. Entonces, desde mi punto de vista, sólo hay una forma de activismo verdaderamente real: la movilización de los cuerpos, de nuestros cuerpos. Una implicación que, utilizando la retórica de los conferenciantes marymodernos, trascienda el discurso y se instituya en práctica.



 Ciencia Ficción: Manual de Instrucciones

La primera vez que me encontré lamáscara de V en la portada de El País no salí de mi asombro: uno de los comicsque habían marcado mi adolescencia (en aquella edición barata y humilde, tan proletaria si se quiere, de Ediciones Zinco) había rebasado las catacumbas del underground para convertirse en referencia y desencadenante (al menos estético) de una nueva forma de activismo y, más aún, de una nueva formalización de la colectividad política para los tiempos del hiperindividualismo. Un icono tan nerd como Anonymous parecía haber descubierto la clave para condensar la nueva voluntad social de cambio bajo el paraguas formal del anonimato impersonal, un ingenioso modelo que parece solucionar viejas obsolesciencias del arquetipo revolucionario marxista y su gestión de Yo. El partisano anónimo, haciéndose fuerte en su condición de hombre-masa, no normaliza su yo en sumisión a un ideal colectivista uniformante, sino que lo repliega puntualmente (como función del tiempo) mediante el sabio recurso a la máscara, la careta: se eclipsa el nombre propio, la identidad personal, pero ésta no desparace más que en un determinado momento y situación reconfigurando lo común como “mínimo común múltiplo” de individualidades que no tienen por qué dejar de serlo.
El precario equilibrio entre la soledad que invoca el compañero post dos, y la pertenencia a lo común que habilite un cuerpo político colectivo, se resuelve en el comic de Alan Moore en una pirueta ingeniosa: la dialógica asamblearia es salvada mediante una instancia epidérmica como es la máscara, habilitando la supervivencia de lo individual  como latencia subterranea a una colectividad que no anula al sujeto (al modo de la instrucción stalinista o capitalista) sino que lo atenúa, lo invisibiliza puntualmente, únicamente para aquellas prácticas en las que lo personal es irrelevante. Esa, al menos, es la lectura oficial: Anonymous son ciudadanos libres que, en un determinado momento y unidos por una reivindicación simultánea, deciden tavestirse en revolucionarios al amparo de una masarada que no sólo es símbolo de lo común,sino índice inmanente de fuerza.
No deja de ser emocionante que una obra tan pop como “V de Vendetta” se haya convertido con los años en una especie de manual de instrucciones para la sublevación en la era del hiperindividualismo. La potencia, belleza, inteligencia y agresividad de Alan Moore hacen de esa cumbre del arte pop un clásico de la narrativa distópica a la altura de 1984, Rebelión en la granja, Un mundo feliz o la propia Matrix: arte político de primera categoría, con el plusvalor de su condición folklórica, antiacadémica, callejera, de consumo. La figura del héroe enmascarado no es nueva (casi todos los superhérores tebeísticos ocultaban su identidad, y ya en el viejo folletín abundaban los justicieros de incógnito, como el Zorro), pero “V de Vendetta” aporta un nuevo giro a esa genealogía, pues remite esa heroicidad anónima a una colectividad, a una masa. Todos podemos ser Spiderman; es más, todos debemos ser Spiderman… y custodiar a nuestro Peter Parker, como condición de supervivencia de lo íntimo. Acto y potencia secuenciados mediante la mediación de la máscara.

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Ahora bien, hay un detalle que considero crucial en “V de Vendetta” y que no suele ser valorado como merece en los ríos de tinta que se han vertido sobre esta historia (incluso en las universidades católicas se han escrito tesis como esta “Análisis simbólico de V de Vendetta”, un laborioso estudio semiótico dedicado ni más ni menos que a Dios ¿!!? ) y es el hecho de que el devenir revolucionario de la protagonista se efectúa en paridad a una historia de amor con V, el icono de la revolución.
Alguien podrá pensar que ese detalle es una mera concesión al gran público, como mecanismo “comercial” para convencer a una audiencia para la que todo relato estuviese incompleto sin el componente romántico de rigor. Pero en realidad, ese asunto da cuenta de una de las dimensiones más cruciales a todo proceso revolucionario: el enamoramiento por el Ideal revolucionario. Una condición necesaria que se puede observar en prácticamente todas las ficciones de esta cuerda, que utilizan el recurso de manera completamente literal.
Veamos. Pongamos el ejemplo de “Star Wars”, cuyo argumento (al menos en la primera trilogía de la saga) proponía la contienda entre una minoría de justicieros (los Rebeldes) contra un estado fascista y omnipotente (el Imperio). Tanto Luke Skywalker como Han Solo terminan uniéndose a la causa, pero su implicación personal en la rebelión emerge del hecho de que ambos se han enamorado (o al menos encariñado... ustedes ya saben cómo sigue la trilogía) previamente de la Princesa Leia, que a la sazón es el símbolo máximo de los ideales revolucionarios. Sólo una vez han desarrollado un afecto íntimo por ella, se unirán definitivamente a “la causa”: de no haberse cruzado Leia en sus vidas, cada uno de ellos hubiese continuado con su vida normalmente, de tal modo que su participación no nace de ninguna reflexión intelectual o moral sino por la seducción de una mujer bella y carismática, metáfora del Ideal liberador. Y que, según el mecanismo de represión católico,se hubiese anulado mediante la identificación entre líbido libertaria y perdición.
Otro ejemplo incluso más cercano: Matrix. De nuevo, el protagonista es un tipo acostumbrado a la tranquilidad de la indiferencia política que por una serie de casualidades se ve envuelto en un proceso revolucionario con el que inicialmente mantendrá una relación de recelo, descreimiento y prudencia… hasta que aparece Trinity en la ensalada como “canto de sirena” que, enamorándole, termina por acabar con su inicial resistencia al devenir revolucionario.  Otro ejemplo de la misma estructura es Akira: de nuevo, Kaneda es un absoluto vividor despolitizado que sólo se interesa por la causa rebelde cuando cae rendido a la belleza de Kai.  Podríamos seguir con cientos de ejemplos de cómo la verdadera implicación personal en los procesos revolucionarios viene propiciada en las narraciones mediante un agenciamiento amoros: Avatar, 1984, Dune,  Terminator, incluso El planeta de los simios… en todas ellas, la zozobra del ciudadano anónimo y apolítico ante un Ideal revolucionario es superada a través del enamoramiento pulsional o, dicho en posmoderno, libidinal.

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Iniciaba el post preguntándome por qué la indignación consciente no basta como desencadenante de una participación activa en los procesos de cambio, y creo que las ficciones nos dan una respuesta metafórica muy elegante: el único camino posible es enamorarse del Ideal de la revolución, como requisito indispensable para aceptarla como modo de vida, de lo que se deduce una conclusión muy clara: los ideales no son producto de reflexividad moral, sino de afectividad, apasonamiento, enamoramiento. Y esta consideración (de resonancias nietzscheanas) me parece clave para la "fabricación" de cualquier práctica de activismo, pues los Ideales son en última instancia no ya mandamientos morales, lógicos e “inteligentes”, sino pura afectividad, pasión, amor. No intenten trastocar la ideología de un fanático, pues es un ser enamorado, y toda su visión de la realidad está filtrada por ese amor al ideal que le con-mueve. El amor conmovido es el pistoletazo de aquella movilización aristotélica de los cuerpos con el que liberar la catarsis de su captura alienante, y reconducirla a un Ideal de emancipación.
Consecuencia: la clave de la identidad política es su consonancia con procesos de seduccón. Las revoluciones proliferan enamorando. Un marxista clásico como Anguita invocaba hace ya años aquello de “programa, programa, programa” como herramienta fundamental para la implantación de políticas en democracia, y el fracaso de su tentativa sólo puede ser trascendido añadiendo a su fórmula ”…y sedución, seducción, seducción”. No hay que convencer (esa batalla es relativamente fácil de ganar) sino, por encima de todo, conmover. Lo colectivo quizás no sea más que la comunión del amor compartido por un mismo icono, sea éste una hoz y un martillo, una máscara como la de V, o incluso una palabra. Y para ello, cualquier programa revolucionario está condenado al fracaso sino es capaz de asombrar con un aparato poético que lo vehicule: el agujero negro donde lo político, lo estético y lo afectivo se conjugan en una misma figura necesariamente Ideal, pero cuya materia prima e impulso motriz es secretamente visceral. Walter Benjamin alertaba de los peligros de la estetización de lo político, pero su denuncia carecía de sentido si la aplicamos retroactivamente a la historia: las pirámides de Egipto, las catedrales cristianas, los templos los rascacielos de Nueva York... todas las grandes ideologías han florecido sobre la base de su propio sistema estético de sofronización, todas han buscado deleitar a sus correligionarios.Y, a tenor de cómo el ideal revolucionario se formaliza en nuestras ficiones colectivas, también las rebeliones se construyen apelando a las máquinas deseantes. Y por tanto, el cambio no puede venir invocado apelando a la heroicidad moral del héroe que actúa por principios, sino al irrefrenable aliento pasional del individuo enamorado.No hay más convición política que aquella capaz de armonizar lo razonable con lo digno de amor. De ese modo el cambio, si llega, será una fiesta.

10 comentarios:

  1. Ains... si me enamorase de un perroflauta estaría seguramente quemando contenedores, pero la verdad es que siempre me quedo atrapado por arquetipos mucho menos ilustres. Mi caso sí que es "mucho lirili y poco lerele", y supongo que como consecuncia de mis múltiples neurosis, paranoias, represiones, desplazamientos inconscientes y demás chaladuras, sólo me he enamorado de gente totalmente apolítica. Mea culpa. Debería ecribir un post reflexionando sobre el hecho de que "los polos opuestos se atraen" y deducir alguna consecuencia sobre lo que acabo de exponer, porque ya digo que mi caso es mucho más rollo Peter Parker (que se enamora de una tonta del bote) que de Neo (que se enamora de una valkiria antisistema).

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  2. Es un enfoque interesante el tuyo, coherente y bien “i-lustrado”... pero yo no lo veo tan “así”.

    Acabo de intentar leer el texto que nos has recomendado en tu último comentario anterior: “Ensayo sobre la conciencia del Mal” de Alain Badiou.

    Es denso y enrevesado, así que me he cansado. Pero hasta donde he leído, tiene una idea muy al hilo de este post. Y es algo que yo también he observado en muchos ámbitos y que yo creía un “signo” de estos tiempos, pero no, parece que viene de mucho más atrás. Se trata de “el lamento”.

    Badiou dice cosas como éstas (que bien pueden responder algunas cuestiones que planteas):

    "El estado de víctima, de bestia sufriente, de moribundo descarnado, asimila al hombre a su subestructura animal, a su pura y simple identidad de viviente. La humanidad es una especie animal. Es mortal y depredadota. Pero ni uno ni otro de estos roles pueden singularizarla en el mundo de lo viviente, En tanto que verdugo, el hombre es una abyección animal, pero es preciso tener el coraje de decir que en tanto víctima en general no tiene un valor mayor. Todos los relatos de torturados y sobrevivientes lo indican con fuerza: si los verdugos y burócratas de los calabozos y de los campos pueden tratar a sus víctimas como animales destinados al matadero y con los cuales ellos, los criminales bien alimentados, no tienen nada en común, es que las víctimas han realmente devenido animales.

    Pero justamente, es siempre por un esfuerzo inaudito, saludado por sus testigos -en quienes suscita un reconocimiento radiante- a la manera de una resistencia casi incomprensible, en ellos, que no coincide con la identidad de víctimas. Ahí está el Hombre, si se insiste en pensarlo: en aquello que hace que se trate, como lo dice Varlam Chalamov en sus Relatos de la vida en los campos, de una bestia resistente diferente de los caballos, no por su cuerpo frágil, sino por su obstinación a persistir en lo que es, es decir, precisamente, otra cosa que una víctima, otra cosa que un ser-para-la-muerte, o sea: otra cosa que un mortal.

    Un inmortal: he aquí lo que las peores situaciones que le pueden ser infligidas demuestran qué es el Hombre. De tal manera que si existen los" derechos del hombre", éstos no son seguramente los derechos de la vida contra la muerte, o los derechos de la supervivencia contra la miseria. Son los derechos del Inmortal afirmándose por sí mismos, o los derechos del Infinito, ejerciendo su soberanía sobre la contingencia del sufrimiento y de la muerte. Que finalmente todos nosotros muramos y que allí haya solamente polvo no cambia en nada la identidad del Hombre como inmortal, en el instante en el que afirma lo que es a contrapelo del querer-ser-un-animal al que la circunstancia lo expone. y cada hombre, se sabe, imprevisiblemente, es capaz de ser este inmortal, en las grandes o en las pequeñas circunstancias,.por una verdad importante o secundaria, poco importa.

    En todos los casos, la subjetivación es inmortal y hace al Hombre. Fuera del cual existe una especie biológica, un "bípedo sin plumas" cuyo encanto no es evidente.

    Si no se parte de ahí, si se identifica al Hombre con su pura realidad viviente, se cae inevitablemente en el contrario real de lo que el principio parece indicar. Y a que este' 'viviente" es en realidad despreciable, y se lo despreciará".


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  3. Convocado quedas a escribirnos un post sobre ese "lamento" sugerente del que hablas, que no logro encajar con las especulaciones de este post. Mi perspectiva pasa siempre por afirmar la propia Humanidad festivamente... ¿a qué te refieres con ese lamento? curioso me quedo

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  4. Casualidad cósmica: acabo de recibir este email de youtube al respecto del video que casualmente va en este post:
    " Hola, 1001plateaus:

    MC for Warner Bros. ha retirado su reclamación de copyright contra tu vídeo "Surgeon - Cable (classic Downwards techno, 1996)". Para obtener más información, consulta la página Notificaciones de copyright. "

    ¿¿ha retirado su reclamación?? ¿¿y eso?? alucino. en este blog no estoy metiendo links piratas porque ahora te lo cierran, y me jodería mucho que chapasen el blog aunque sólo sea porque NO TENGO COPIA DE SEGURIDAD DE NADA :-((( soy un desastre a ver si empiezo a hacer backups, guardar aunque sea los textos o algo :-(( por favor señores ministros / castuzos / embaucadores no me chapéis el blog!!!

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  5. No te lamentes tanto :-)

    Existen muchas alternativas:

    http://www.youtube.com/watch?v=MVnViRvPvLc

    ... y además acuérdate que somos inmortales... ¡porque tú lo vales!

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  6. No seas malo, que tengo complejo de quejica . Prefiero quejarme aquí que me sale gratis, y me ahorro la pasta de un psicoanalista :-)))

    Bueno, el caso es que quería comentar el asunto de moda estos días, que no es otro que la tremenda repercusión que está teniendo el caso Gordillo, y que tiene mucho que ver con el tema de este post. Por una parte, en principio parecía que su protesta fue una forma de "ACCIÓN" y que quizás serviría como pistoletazo de salida a una oleada de "confiscaciones" similares o incluso el principio de una revuelta popular... sin embargo no ha sido así: su fechoría ha fracasado como "acción ejemplarizante" pero ha triunfado de manera espectacular como "SEDUCCIÓN". Son un fenómeno mediático de primera categoría y por ahora todas sus intervenciones se saldan con sobresaliente. Ayer estuvo el Cañamero nada menos que en Intereconomía y se los comió a todos con patatas, el tío con su temple y naturalidad callando a los piji-fachas powerpointistas acostumbrados a sus debates-verbena: Cañamero se toma las cosas en serio y no perdió los papeles ni los nervios, menudo OWNED les metió a todos... Es un fenómeno interesante porque lo que necesita España no son gafapastas concienciados, sino proletarios informados. Creo que habrá revolución cuando el público de Belén Esteban empiece a comprender lo que pasa, y esta gente puede conseguirlo con su discurso claro, humilde y calmado. Es probable que con el tiempo terminen siendo un bluff, pero por ahora soy fan y no me pierdo ninguna de sus intervenciones, es un gustazo ver cómo desparasitan los casposos debates televisivos en los que sólo se chillaba sin hablar de nada. Si alguien no lo ha visto aquí lo tiene:

    http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=84_7tKjkoZM
    y
    http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Y6KHmEr5U9I

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  7. Hola.
    Te sigo, pero tengo poco tiempo. Lo de ser autónomo "Pseudo-independiente" da dolores de cabeza: a tal circunstancia prefiero la plática verbal cara a cara.
    Ayer vi prometheus en sesión golfa y por primera vez, la sala toda para Isela y para mi: Que le den por culo a los críticos, salvo chorradas aisladas del guionista de Lost en el producto, Prometheus es acojonante: no sé de donde viene el tópico de que no encaja con Alien, es una precuela perfecta (que incluso admite secuela).

    Te dejo aquí esta interview que encajaría mejor en otro post, por si te interesa:

    http://pitchfork.com/features/interviews/8915-john-maus/

    Tons of hugs & Kisses.

    Vic

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  8. Pues sí, parece un tipo incorruptible, y por lo tanto "inmortal" -como dice Badiou-.

    Claro que no me extraña nada que a estas alturas de la corrupción del capitalismo todos empecemos a verle su estructura, quiero decir, sus "huesos".

    Por cierto ¿no funciona mejor linkear los vídeos con los enlaces directos?

    http://www.youtube.com/watch?v=84_7tKjkoZM

    http://www.youtube.com/watch?v=Y6KHmEr5U9I

    Ah! se me olvidaba comentar lo que más me ha gustado de vídeo: cuando en la segunda parte, el moderador, en medio de la entrevista, se dedica de repente a publicitar un hotel de lujo en Tenerife a un precio "irresistible"... Interesante ejemplo de cómo el capitalismo nos convierte en "psicópatas".

    PD: el tipo ese sí que es un gafapasta concienciado, sólo que visceral, que es peor -o mejor, según se mire-.



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