domingo, 30 de septiembre de 2012

Indentidad política #9: curriculum loser

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Coaching, Ingratiation, Impression Management, 
Personal Branding...
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el infierno existe (y quieren tu curriculum)

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La forma literaria de moda esta temporada es el curriculum, género chico capaz de lograr aquello que las incontables leyes educativas desde la transición vienen intentando con tan poca fortuna: que España entera se ponga a escribir. Y no es precisamente poesía pastoril lo que redactan nuestros sufridos desempleados, sino la forma textual más pavorosa, malrollista, intimidante y deprimente desde que el “Libro de los Muertos” se transformó en memorabilia otaku. El rito de entrada en la vida adulta solía consistir hasta antes de ayer en aquello tan bizarro de la mili, pero ahora la carta de ciudadanía no se obtiene hasta que uno pasa la penosa prueba de hacerse el CV de marras.

 
Los wishful thinkers quizás se piensen que en los tiempos que corren la manera más habitual y funcional de autopresentarse sean los ubicuos perfiles en la red social, en los que uno goza de libertad absoluta para construirse una imagen del yo a la medida de nuestra subjetividad más ensoñadora, definiéndonos a través de los códigos comunicativos con los que se construyen nuestras redes de fraternidad: elegimos el avatar que más gracias nos hace (desde una viñeta de Son Goku a una foto de resaca en Fuerteventura: la libertad iconográfica es infinita), linkeamos toda suerte de bufonadas y maledicencias junto a información política minoritaria, nos aseguramos de aparecer estupendos en las fotos en que nos etiquetan y, en fin, mostramos (construimos) una imagen de nuestra personalidad lo más parecida posible al ideal de sí individual. Cada uno deberá ecualizar en qué hábitos y comportamientos de los que le definen hace más hincapié (en función de, por ejemplo, si tiene agregado o no a su jefe o a su abuela), pero por lo general la gente suele estar bastante en paz con la imagen que transmiten sus facebooks o twitters: en muchos sentidos, esas cuentas son el reflejo de ellos mismos, pues todas las decisiones que sobre ellas se toman son gestionadas por nuestra “personalidad”… ¿en libertad?


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Evidentemente, la presentación del yo en sociedad es cualquier cosa menos libre, por cuanto estar en sociedad es por definición aceptar un determinado sistema de coacciones que prejuzga lo que es admisible y lo que no, lo gracioso y lo grotesco, lo bonito y lo feo… formando una red de juicio colectivo en la que uno va definiendo su casilla intentando en la medida de lo posible ser coherente con las propias afectividades. El problema es que si ampliamos el razonamiento a todas nuestras decisiones, y consideramos que finalmente todos los gestos que hacemos para presentarnos en sociedad responden a las expectativas que los demás depositan sobre nosotros, al final llegamos a esa vieja “muerte del sujeto” que ronda a occidente al menos desde Freud, que a fin de cuentas llegaba a la conclusión de que el “yo” es poco más que un epifenómeno resultante de presiones que en realidad están completamente determinadas por su afuera: somos puro teatro y lo que somos es siempre una escenificación “de cara a la galería”. Los códigos de autopresentación son omnipresentes y abarcan todo el espectro de la comunicación interpersonal y convivencia: uno no va en zapatillas a la Opera, ni eructa en los prolegómenos de una cena de empresa, ni le dice a un viejo amigo “te encuentro viejo y gordo” tras una larga separación. Y este razonamiento por supuesto es aplicable al perfil de Facebook, Messenger o twitter: uno puede permitirse siempre ciertas prerrogativas, pero su límite es siempre la conformidad al código protoclario silencioso sobre el que se construyen todas las sociabilidades. ¿Ir atrezzado como Aznar a una asamblea del 15S? ¡No way!
El pensador con el que más me identifico para describir esta idea del Yo como figura fundamentalmente protocolaria es Erving Goffman, sociólogo candiense famoso por su libro “La presentación de la persona en la vida cotidiana”, cuyas tesis constructivistas hacen de su figura una especie de Foucault al que todo el mundo puede entender. Más envenedado de lo que parece, Goffman plantea la sociedad como un espacio esencialmente escénico, en la que una serie de “personajes” (cada uno de los miembros de la comunidad) se comportan inconscientemente siguiendo unas rígidas normas de guión, de tal manera que lo que hacen o dejan de hacer es siempre, indefectiblemente, resultante de las expectativas que la sociedad determina para cada individuo en función de todo tipo de variables. Cada uno de los “círculos” de los que se compone nuestra vida (el laboral, el familiar, el de los amigos del gimnasio, los amigos de la noche, los amigos del café…) proyecta sobre nosotros un determinado rango de expectativas, y de la intersección de cada uno de los personajes que nos construimos en cada contexto surge nuestra “personalidad”, que viene a ser el mínimo común múltiplo de las múltiples escenografías que llevamos a cabo cotidianamente. Una tesis como esta puede asustar a los humanistas que quieren salvar por encima de todas las cosas la idea del Hombre como Ser en Libertad, pero la mera existencia de “ciencias humanas” (especialmente la sociología y la psicología) implica que no hay en realidad tal libertad, pues la acción humana es siempre función de factores que no sólo exceden a la persona, sino que la preceden, la constituyen, la localizan y la individualizan. De ahí que el materialismo sea en el fondo tan nihilista, y si no lean esta cita de Goffman tomada de la wikipedia:

En su condición de actuantes, los individuos se preocupan por mantener la impresión de que cumplen muchas reglas que se les puede aplicar para juzgarlos, pero a un individuo, como actuante, no le preocupa el problema Moral de cumplir esas reglas sino el problema Amoral de fabricar una impresión convincente de que las está cumpliendo. Nuestra actividad se basa en gran medida en la moral pero, en realidad, como actuantes, no tenemos interés moral en ella. Como actuantes somos mercaderes de la Moralidad.


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Siguiendo con el pensamiento de Goffman, es fácil comprender por qué el curriculum como modo de presentación personal resulta tan fastidioso comparado con nuestros celebrativos perfiles en las redes sociales de turno: la diferencia no es que uno “va en serio” y los otros no (pues nuestras relaciones de fraternidad son siempre muy serias, incluso graves) sino que en caso del curriculum la información compone un “retrato” en el que las exigencias protocolarias nos reduce hasta anularnos, mediante la moldura de un código alienante: si en las relaciones de amistad o familiares hay un mínimo de interacción dialéctica mediante la que uno puede modular las expectativas que sobre él se generan, el CV exige una definición del Yo hecha desde categorías y criterios universalizantes sin más objetivo que el poder compararte con los demás normativamente. Y en un contexto definido por la competitividad.
Cuando uno rellena el tétrico formulario de suscripción a Infojobs por ejemplo, y más en las circunstancias actuales, tiende a la sensación de que hay demasiadas cosas que uno no ha hecho, o no sabe hacer, o pudo haber hecho o aprendido y dejó pasar la oportunidad, u optó por determinadas opciones vitales que, puestas en paralelo al resto de la biografía laboral y formativa, no encajan de ninguna de las maneras. El curriculum uniformiza al trabajador potencial referenciándolo a una serie de valores standard (idiomas, años de experiencia con el culo pegado ante el PC, años de experiencia como becrio o manager, estancias en el extranjero, gestión de equipos, masters de todo tipo…) que nos inscriben en un esquema valorativo en el que todas las comparaciones son odiosas: siempre habrá un curriculum mejor que el tuyo. Pero lo peor es la absoluta y reducción de cada uno de nosotros a un “personaje” de costuras tan apretadas que hasta el mismo Goffman se hubiese escandalizado.
Y es que la tendencia al alza (consolidada ya hace años en el mercado laboral anglosajón) es ampliar los contenidos del curriculum hasta incluir todo tipo de datos personales y subjetivos, personalistas. Si el CV de toda la vida consistía en una foto, identificación mínima y un listado de trabajos y formación, ahora el formato se amplía con esos esotéricos apartados en los que indirectamente se nos pide que nos “definamos” según las categorías propias de esa aberrante infra-ciencia de baratillo, degradación infame y farisaica de la psicología clínica, que son las nuevas y maquiavélicas técnicas del yo propias de los departamentos de recursos humanos. Cada vez más las entrevistas de trabajo se parecen a tribunales o confesionario, donde el “experto” de turno puede someter al examinado a todo tipo de preguntas íntimas o pruebas delirantes. El mensaje va calando en la sociedad, y cada vez hay más gente haciendo cosas simplemente “para rellenar curriculum. Qué demonios, ¡¡¡yo mismo hago mil cosas “para rellenar curriculum!!!


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Cuando uno se inscribe en una oferta en la que piden un par de idiomas en bilingüismo, licenciatura hardcore y un pedazo Master como bonus (por 650 brutos más misteriosos incentivos) y es informado de que 721 personas se han inscrito también, el efecto psicológico oscila entre la ansiedad, la desesperación, los impulsos suicidas… o terroristas. A resultas de lo cual florece una fenomenal industria emergente de  falsas técnicas de optimización del curriculum y la gestión de las entrevistas de trabajo, que estiran hasta el límite ideas distópicas de Foucault como la biopolítica o la vigilancia panóptica hasta incrustarlas en el corazón mismo del desesperado buscador de empleo. Esas disciplinas de nuevo cuño como personal branding (orientada a la gestión de la propia imagen como si de una marca empresarial se tratase), impression management (o la sistematización de nuestras condiciones aparentes para que la “impresión” que ejercen en el potencial contratante sea la adecuada), "ingratiation" (exactamente lo mismo, pero en un cursillo diferente), “neuromarketing” (dedicada al estudio de los mecanismos de seducción mercantil inconsciente) y muy especialmente el  coaching”, auténtico cajón de sastre satánico en el que convergen todas las pseudotécnicas y supercherías psicológicas de garrafón para convertir al pringao de turno en un supertrabajador que pisa fuerte  y se come el mercado laboral con patatas. Semejante catálogo de supercherías y técnicas de lobotomizado se edifican sobre el trabajo previamente realizado por la industria de la “autoayuda”, que sirvió fenomenalmente para que el ciudadano medio estuviese familiarizado con el tipo de jerga y retórica mongui que `pretenden instituir como científica: todos esos cursillos motivacionales para desempleados utilizan términos como “autoestima”, “asertividad”, “proacción”, “visisón inspiradora”, “coaching coercitivo” y demás infra-conceptos salidos de los consultorios psicológicos de los semanarios generalistas, que ahora han abismado el alcance de su significado hasta lograr que el pobre diablo que se cree ese tipo de “personificación” viva su vida no como una biografía, sino como un currículum andante. Quien sabe si en el futuro el curriculum llegará a ser el arma de ligoteo definitiva, desplazando a las obsoletas "cartas de amor" como literatura melosa por excelencia.


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Si hacemos caso a la fórmula del marxismo inicial según la cual las ideologías y afectos de una cultura son resultantes de las condiciones materiales de vida, la proliferación del desempleo estructural en las sociedades occidentales está promoviendo una pavorosa soberanía de las categorías personalistas que se utilizan en la siempre sórdida disciplina de los “recursos humanos”, que de recurrentes tienen mucho pero de humanos poco. Por fortuna, el desempleado mínimamente formado ha desarrollado el cinismo necesario para que todas esas ingenierías psicológicas le produzcan sonoras carcajadas (no hay más que pasarse por los foros de parados para comprobar las chuflas e improperios con los que se comentan ese tipo de cursillos), pero poco a poco el discurso subjetivista que proponen va normalizándose a ojos del gran público, cada vez más dispuesto a sacrificar aspectos de su intimidad para conseguir un trabajete. Nadie que se vista por los pies hace un MBA por vocación: es el tipo de actividad que proliferan 100% por el glamour que proporcionan a un CV, y ejemplos similares los hay por docenas, cada día más.

Para todos aquellos que hayan pasado la escalofriante experiencia iniciática de hacerse un curriculum (y convencerse de ese modo de que uno es siempre Betty la Fea al principio de la serie), o que se vean obligados a competir en las entrevistas de trabajo con hordas de orcos engominados manofacturados en cursillos de Coaching, la cultura pop nos ha regalado de numerosos libros y películas que se toman estos fenómenos con suficinte humor como para que los losers no nos peguemos un tiro. Mi favorita sin duda es la vitriólica y envenenada "Escuela de pringaos", magistral parodia de los cursillos de optimización de la autoestima en la que la identificación del espectador con el mega-pringao Jon Herder es instantánea: un pobre perdedor al que le llueven palos desde todos los flancos y que busca la redención en una academia para losers irrecuperables, irradiando humor negrísimo y definiendo magistralmente estas visiones posmodernas del "homo homini lupus" hobbesiano. Y es que esta emergente fiebre por la definición de un yo competente a través de un curriculum inmaculado es deducible de una cultura que, incapaz de gestionar sus excedentes de mano de obra, somete a los trabajadores a todo tipo de coacciones psicológicas en aras a su normalización con la excusa de la competitividad.
Lo cual, como digo, explicita claramente que el neoliberalismo incoming (aparentemente libertario y individualista) empieza su labor ideológica con herramientas propias de Maquivelo y desde una antropología que no es otra que la de Thomas Hobbes: todo ello además construido sobre falsedades, pues los curriculums son siempre una sarta de mentiras, exageraciones y medias verdades.Patearse las agencias de empleo virtuales con el CV en pdf bajo el brazo puede resultar muy descorazonador y deprimente, especialmente porque allí uno es cualquier cosa menos "yo mismo", menos persona. Pero tal y como están las cosas hay un pocas alternativas: la ruleta rusa del emprendimiento, o las herramientas clásicas de promoción laboral hispanas: la oposición, la recomendación, el enchufe o, más felizmente, el braguetazo. Cuando te enamores, pídele el curriculum a tu enamorad@.


8 comentarios:


  1. Leyendo el post me he acordado de algo que decía R. D. Laing en “El cuestionamiento de la familia”:

    “Se espera de uno que sea capaz de experimentar pasión después de casado, pero no que la haya experimentado en exceso (menos aun, que se haya dejado arrastrar por ella) mucho tiempo antes.

    Si esto es demasiado difícil, uno debe fingir primero que no siente la pasión que realmente siente y alardear luego de una pasión que en realidad no siente y simular que ciertos movimientos apasionados de resentimiento, odio o envidia son irreales, no se han producido o son otra cosa.

    Ello requiere realizaciones falsas, desrealizaciones falsas y un pretexto (racionalización). Después de este holocausto casi total de la experiencia en el altar de la conformidad, es probable que nos sintamos algo vacíos. Pero podemos tratar de llenar ese vacío con dinero, artículos de consumo, posición, respeto, admiración, o con la envidia que nos provoca el éxito económico, profesional o social de nuestros colegas.

    Todo eso, más un repertorio de distracciones permitidas u obligatorias, sirve para distraernos de nuestra propia distracción.

    Y si nos hallamos recargados de trabajo, demasiado tensos, podemos refugiarnos en líneas de defensa adicionales incuestionablemente lícitas: podemos degustar mixturas, narcóticos, estimulantes, sedantes o tranquilizantes que nos depriman aun más, hasta el punto de impedirnos comprender lo deprimidos que estamos, y nos ayuden a excedernos en la comida y el sueño.

    Y más allá de eso hay todavía otras líneas de defensa, que llegan hasta los electroshocks, hasta la solución final (o casi) que consiste pura y simplemente en remover partes del cuerpo culpable, en especial del sistema nervioso central.

    Esta última solución, sin embargo, sólo es necesaria cuando la lobotomía social normal no da resultado y la lobotomía química fracasa igualmente.

    No puedo imaginar otro modo de obtener un producto “normal” a partir de la sustancia de nuestro yo originario que no sea ése: una vez que llegamos a nuestra matriz de distinciones, tenemos reglas para combinarlas y dividirlas en conjuntos y subconjuntos.

    El producto “normal” requiere que esas operaciones sean negadas. Nos gusta la comida presentada con elegancia ante nosotros, pero no queremos oír hablar de las fábricas en que se procesa a los animales, de los mataderos, ni de lo que ocurre en la cocina.

    Nuestras ciudades son nuestras fábricas; familias, escuelas e iglesias, los mataderos; universidades y otros lugares, las cocinas. En nuestra vida de adultos, en el matrimonio y los negocios, consumimos el producto”.

    http://es.scribd.com/doc/62238717/El-cuestionamiento-de-la-familia-Ronald-Laing-1969

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  2. Claro que lo anterior tal vez pueda actualizarse con lo que dice Baudrillard en “El paroxista indiferente”:

    “Que el hombre sea un ser social es seguro, que pueda dejar de serlo es una eventualidad que debemos considerar.

    […]

    Se ha desarrollado toda una historia del sujeto y del individuo en oposición a los social, pero hoy ese sujeto está hechizado, ha perdido su libertad, ya no es dueño de sus orígenes ni de sus fines, es el rehén de la red. La prioridad está en la red y no en los abonados de la red. La identidad está del lado de la red y no del individuo. También lo colectivo pasa a la red. La hiperrealidad virtual ha engullido ambos términos a la vez. La polaridad individual/colectivo se borran.

    En cambio, la singularidad sería lo que suscita el acontecimiento. Una singularidad que ya no es individual, ni obra de un sujeto determinado, sino una ruptura, una quiebra. Puede proceder de un hombre, de un grupo, de un accidente en el sistema mismo. Es una anomalía que adquiere fuerza en el conjunto indiferenciado del sistema.

    El individuo en el sistema es residual, mientras que la singularidad es antagónica. Tiene una autonomía total y sólo existe como tal. El sistema se destruye a su pesar, mientras que la singularidad tiene el privilegio de destruirse a sí misma. Todo el mundo interpreta su desaparición, pero la singularidad la interpreta por sí misma, al ser dueña de las reglas del juego.

    La singularidad está hecha para desvanecerse muy rápidamente. Pero su desaparición no es una fatalidad. La aparición y la desaparición son las configuraciones que adopta el destino”.

    http://revistasenlinea.saber.ucab.edu.ve/temas/index.php/logoi/article/view/501/497

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  3. Pero además Baudrillard añade otra cosilla interesante, creo :-)

    “Fundamentalmente, el ejercicio del lenguaje es aquello con lo que alcanzamos no una animalidad instintiva sino una radicalidad de las formas. El lenguaje, sin dejar de pertenecer al ámbito de la ilusión, nos permite jugar con esa ilusión. A través de él, entramos en una complicidad con el mundo que no tiene nada que ver con el dominio del sentido.

    El juego existe incluso allí donde todo parece funcionar de acuerdo con unas leyes. Existe una regla secreta. No es posible desvelarla. No es posible mostrarla. Tengo la honda convicción de que las personas no se toman por individuos, que no son lo que son y que viven de acuerdo con el juego.

    Sin ese tipo de deriva, de intercambio, de alteridad inconsciente, esto sería invivible. Si sólo viviéramos en la relación diferencial, la de la voluntad, la de la representación, el mundo real no sobreviviría”.


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  4. Grcias por las citas, qué sugerente Baudrillard! Desde hace tiempo me ronda la idea de ponerme con su etapa final, sus textos más especulativos y especialmente donde se centre en el sujeto y su concepto de "el mundo real" pues estoy mucho más familiarizado con sus inicios, más marxistas (aunque en aquellos libros, a medida que los construye, ya se advierte cómo poco a poco cada reflexión le va llevando hacia un terreno diferente, propio suyo). En scribd y ebookbrowser hay mucho material para descargar,haré acopio antes de que los ministros nos cierren las barras libres:

    http://es.scribd.com/search?category=&language=4&num_pages=100%2B&filetype=&uploaded_on=&paid=&query=baudrillard

    http://ebookbrowse.com/ba/baudrillard?ord=size-desc

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  5. Interesante!! eso del ebookbrowse, tienen cosas de Baudrillard bastante curiosas, aunque por más que rebusco no encuentro “El paroxista indiferente”. Lo encontré en una biblioteca por una extraña casualidad serendípica, y como está escrito a modo de entrevista con un tal Philippe Petit, pues el tal Baudri tiene que esforzarse para que se le entienda “algo más” o “algo mejor”, no sé :-)

    Por otro lado no creo que a los adolescentes -que no tienen ni medio euro- les hundan la imaginación para intercambiar archivos, es más yo creo que toda prohibición fomenta la rebelión, aunque ésta parece ser una rebelión casi dirigida por control remoto o más bien por un remoto control.

    Por cierto, yo suelo encontrar bastantes cosas en rebeldemule.org. Pongo en google “rebeldemule” y el autor del que quiero textos y salen bastantes enlaces. En algunos puedes descargarles directamente desde su enlace de mediafire o desde el scribd.

    Aquí dejo un par de ellos:

    http://www.rebeldemule.org/foro/biblioteca/tema9759.html

    http://www.rebeldemule.org/foro/biblioteca/tema8299.html


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  6. Genial!!! no conocía ese rebeldemule. mi siguiente paso será hacerme con un puñetero ebook para poder leer donde me plazca (me gusta mucho leer en espacios abiertos, de hecho prácticamente siempre leo al aire libre, sea en la ciudad o en el campo), pero haremos bien en hacer acopio de material, yo siempre he sido muy diógenes para temas de coleccionistas,lo guardo todo "por si las moscas" y tal y como está el panorama, me bajo todo lo que puedo antes de que sea demasiado tarde.Gracias again!!!

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  7. pillar el cd en el forum? temporalmente o tipo sustraer? ;-P


    no te preocupes, ya me lo descargué

    -x-

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  8. En el forum lo prestan todo... supongo que sabes que bajarse cosas es delito, no? tú lo que tienes que hacer es pillarte la interviú de esta semana, no veas las ubres que se gasta la milá!
    http://es.omg.yahoo.com/blogs/informaci%C3%B3n-confidencial/mercedes-mil%C3%A1-pillada-en-topless-en-intervi%C3%BA-091221166.html

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