La nueva experiencia del
tiempo y la memoria derivada del “presente continuo” de la
telépolis contemporánea, el cíclico eterno retorno de la
posmodernidad capitalista y su sedación de lo histórico, ha situado
al Fantasma en el centro de las meditaciones metafísicas,
entendido como no-presencia o inconsciente cultural que repta por los
códigos simbólicos colectivos amenazando la viabilidad de sus
olvidos: el espectro es portador de cierta Justicia, de aquello que
quedó irresuelto en su día y retorna, ya cadáver, para exigirnos
explicaciones y responsabilidades. Como el monstruo en el armario que
asustase a los niños de occidente, el “fantasma que recorre
Europa” previsto por Marx ante la sigilosa primavera socialista
sería retomado por Derrida como el desencadenante de una
fértil “hauntology” obstinada en la demarcación ontológica del
espectro. Incluso el astuto bandwagonesque Simon Reynolds
se ha sumado a la fiebre por la fantasmagoría con su libro sobre el
retro, pero su trabajo (como el de casi todos los estudios culturales
espectrológicos) incide únicamente en el carácter reminiscente
del fantasma, más que en estudiar su paradójica presencia, su
estricta corporalidad. Puede hablarse de los espectros incluso en
términos hápticos, de sensación del cuerpo, y es un camino que
convendría estudiar: la cognición materialista de lo fantasmal como
presencia.
Uno de tantos pequeños
y humildes orfebres “menores” del techno, Max Duley ha
producido en su dilatada carrera algunas de las piezas más
memorables de la Doctrina, brillando por su capacidad para construir
fenomenales trallazos incandescentes para la pista, sin renunciar a
lo extraño, lo rudo, lo desconcertante y fantasmal. Vuelvo a colgar
su monumental “Disgust” como ejemplo de cómo se puede
evocar la corporalidad del fantasma desde la modulación de un
timbre: el fraseo de este tema está construido con un loop basado en
el reverb de un sonido ausente. El eco de una palabra que nadie ha
pronunciado. Suena como un soplido metálico, afilado pero
incorpóreo, sin ataque y apenas sin sustancia, puro aleteo del aire:
imposible transcribir la partitura de un tema así, cuyo sonido
principal no tiene cuerpo en realidad. No es una estrategia nueva, pues sobre ella se edificó la arcana arquitectura del Dub jamaicano, pero es en los dominios del techno estricto donde esta incorporalidad amenazante cristalizó en diamantes más pulidos. Pero si lo traigo al hilo
Polirritmo es por su insólito juego kinestésico alrededor de
nuestras “constantes vitales”: mientras ese soplido ausente sigue
el compás de la respiración, la percusión lo hace al de los
latidos de un corazón.
Algún cognitivista habrá estudiado la doble articulación que funda el tiempo de nuestra corporalidad: corazón y pulmón, latido y exhalación, sístole/diástole e inspiración/expiración. Desde que nacemos hasta que morimos, nuestra experiencia de lo real está acompasada alrededor de la presencia simultánea y fantasmal de esos dos ritmos, que no son en realidad completamente diferentes, pues cuando uno se acelera el otro le sigue en su crescendo, de tal manera que de su balance resulta la velocidad de nuestras constantes vitales, la cinética de nuestro cuerpo. Cuando su armonía es la correcta olvidamos su presencia, pero sabemos que de ellos depende nuestra supervivencia: una arritmia puede ser letal, pues nuestra vida requiere necesariamente la armonía polifónica, serena, subterránea y espectral del doble compás perpetuo de lo cardíaco y lo pulmonar. Ellos distribuyen la cantidad de oxígeno que irriga nuestra sangre, condición necesaria del pensamiento... pues pensar no es otra cosa que masticar / digerir el flujo vital oxígeno / sangre.
Pensamiento que es
entonces la encarnación de un polirritmo, pulsión firme y latencia
pura, doble reloj interno, dupla de metrónomos que secuencian la
velocidad de la vida. Aquí la "canción":
Y como bonus, un encantador ejercicio teórico sobre el polirritmo a propósito de Hegel, en el que el orador en cuestión (un chavalín con mucho desparpajo y salero) expone ideas muy cercanas a lo que estamos comentando por aquí... (No sé si ya había colgado este video, estoy alzheimer total!!)
La lógica rítmica que expongo para las constantes vitales, si es prolongada para ver qué da de sí, ofrece una consecuencia de cierta gravedad, y es que la totalidad de nuestra existencia puede ser descrita como el trenzado polirrítimico de diferentes frecuencias: el ritmo de comidas, el del sueño, la frecuencia con la que vamos a la peluquería o salimos de noche... el conjunto de nuestra vida es la yuxtaposición de diferentes ciclos, diferentes secuencias y ritmos. Creo que Hume fue de los primeros en postular que el ser es fundamentalmente hábito, y casi todo lo que hacemos resulta de la concatenación y superposición de esos “hábitos”, que armonizados dan lugar a la sinfonía de nuestra existencia. Hábitos, claro está, del cuerpo.
ResponderEliminarEsto es inquietante desde la perspectiva del Vitalismo garrafonero habitual en ciertos círculos, que afirman la Vida como una especie de aliento creador libertario que, por sí misma, tiende a la expansión y el sobresalto. No lo tengo tan claro: tal vez ese “aliento vital” sea, por encima de cualquier otra cosa, el establecimiento de hábitos, de constancias e insistencias. Siempre he ha inquietado cómo incluso en los textos más revolucionarios de D&Guattari nunca se menciona el hambre: el ser famélico implica negatividad y falta, algo que no cuadra con esas filosofías que postulan que el Vitalismo es libertad autodeterminada y estrictamente afirmativa. El Hambre es un fenómeno muy poderoso, mueve muchísima energía y ha sido la causa de los más lastimosos y fabulosos acontecimientos de la historia.
- Observer
Voy a intentar explicar algunas cosas sobre el materialismo de las intensidades, muy malamente. El materialismo de Deleuze, no propone una voluntad dirigida que afirme la vida, como causa inmanente que desembocaría en un error de trascendencia, una mala hipóstasis. Esa voluntad en la filosofía de Deleuze no existe como nivel jerárquico de control que supedita al resto, eso será una ilusión verbal o ideal por decirlo así. Son las velocidades relativas, los incrementos y decrementos infinitesimales en las relaciones diferenciales entre los componentes de las multiplicidades en sucesión, como flujos de intensidades (señales más o menos), las que trazan o generan el rizoma. Lo que se distribuye son las variaciones en las velocidades (cualquier nuevo componente que pase al dominio de un rizoma lo hará estableciendo un nuevo flujo, como polo o término diferencial en relación a otro). Por ejemplo, en el caso del hambre, en Deleuze no hay hambre, mucho menos Hambre, hay hambres, muchos apetitos subliminales que trazan su rizoma al actualizar sus efectos en el mundo. Es crucial ver la cosa desde el lado de su génesis constante mientras dure, mientras se mantengan los diferenciales que le dan consistencia (actualidad), en sus variaciones, en lugar de verlo desde sus condicionantes. En este sentido es en el que se puede hablar de algo similar a un "vitalismo" o un "actualismo". Pero cuidado, porque el plan de consistencia está recorrido por flujos a velocidades infinitas, es un campo potencial virtual infinito con su propia fuerza de descomposición (algo así como la entropía). El rizoma que se haga dependerá de las multiplicidades que intervengan en un momento dado en relación a las otras multiplicidades ya comprometidas, inútil buscar un origen ontológico a lo que está en devenir (son series de efectos, la causa tiene una función teórica). Por ejemplo, para el caso del hambre según los alimentos que hayan al alcance o que se puedan adquirir, los hábitos, las posibilidades motoras de ese cuerpo, los sentidos, cosas así. Siempre se desea una multiplicidad en y desde una multiplicidad comprometida rizomáticamente. Imagina, una multiplicidad que conecta sensaciones, la sed, con el brazo, la copa, el wiskhy, pero no el anís (el corte), etc; hace rizoma (modifica el rizoma, o lo continúa). Ese "pero no", es muy importante, porque la multiplicidad finita de una situación en devenir (un rizoma) limita o está inscrita en el infinito de todo lo que excluye (esto le da consistencia, es el recorte). Sólo en la reflexión, sólo al explicarnos, produciremos los enunciados, o la serie de enunciados, que den cuenta de esa multiplicidad de apetitos como efecto total y siempre ideal, pero esto será en otro agenciamiento, con otros componentes etc. Así que no hay niveles jerárquicos de control que supediten los niveles moleculares, la realidad es molecular, deseo sin objeto, por supuesto no en un sentido físico-químico, desde luego que no. Y como ves un rizoma no es exactamente una simple urdimbre con sus momentos de conexión y desconexión, no es una estructura que conecte puntos, incluye la generación de sus líneas (flujos), su devenir, su propio desbordamiento y la relación con el plan de consistencia...
EliminarDisculpa por la explicación tan informal y poco exacta, he usado los términos con poco rigor y así de memoria, pero espero que te sirva como orientación deleuziana...
Pues sí, estoy muy de acuerdo en eso de que "las relaciones diferenciales entre los componentes... son las que generan el rizoma".
EliminarPero me gustaría añadir que el rizoma, IMHO bien pudiera ser traducido por movimiento. O lo que es lo mismo, por energía.
Umm, creo que no se capta la idea de rizoma llamándola movimiento. La energía, así sin determinar, sería sencillamente una abstracción que permite atribuir una cantidad a los cambios (pero claro... no funciona sin determinar). El por qué usan intensidad para referirse a los cambios que circulan en las relaciones diferenciales es un asunto un poco largo de explicar.
EliminarSi queremos traducirla a otro plano de comprensión nos puede servir el concepto de atractor. El rizoma sería similar al atractor de un sistema dinámico. Pero esto no es demasiado legítimo, es una analogía que puede servir para aproximarse a la idea desde otro campo.
Aquí el capítulo de mil mesetas en el que los autores explican la idea de rizoma: http://es.scribd.com/doc/17582965/Deleuze-y-Guattari-Rizoma-Introduccion-a-Mil-Mesetas.
Lo que dices me suena mucho. Leeré ese asunto del rizoma a ver qué dice. Pero tengo una ligera intuición de por donde van los tiros, así que cuando lo contraste con eso de D&G te respondo en los comentarios del último post que cuadre. Rebuscar en posts anteriores es un poco rollo, creo :-)
EliminarGracias por tu sugerencia.
Por otro lado, comento aquí un último comentario al post de ayer (ya que nadie mira los posts atrasados) para explicar la que considero la verdadera idea “heavy” de Hegel, al menos hasta donde yo comprendo en mi ignorancia. Hegel es fuertemente spinozista y de él deduce IMHO la estructura básica de la “Realidad”, pues en el caso de ambos lo real es una sustancia unitaria y absoluta para la que no hay un afuera, que “todo lo contiene” como trenzado de multiplicidades diferenciándose continuamente y unidas por la respectividad. La realidad es respectividad y simultaneidad.
ResponderEliminarAhora bien, IMHO Spinoza otorga a la “sustancia” la génesis de los acontecimientos, en la medida en que el conatus de las singularidades les impele a buscar la plenitud de su potencia: la felicidad, la alegría, es el desarrollo de la potencia propia, y “lo real” es el resultado del movimiento de la sustancia.
La pirueta de Hegel es muy ingeniosa: él dice que lo real no está poblado de “objetos” ni “modos” ni “singularidades” (vamos, la realidad no está hecha de “entes”) sino de ACONTECIMIENTOS. La lógica de Spinoza propone que el movimiento de la sustancia da lugar a los acontecimientos, a aquello que sucede, mientras que el hegelianismo “vacía” de sustancia la realidad y la reduce al evento. Para él, los acontecimientos son lo que distribuye a los objetos, y no a la inversa: de ahí que generalmente se le tache de idealista, pues en su sistema la sustancialidad apenas importa si se la mide con la eventualidad. El devenir son “cosas que suceden”, y no “cosas que cambian”, por lo que por ejemplo la relación entre los humanos y los objetos adquiere una nueva dimensión: no es tanto lo que las personas dispongan de los objetos, sino que unos y otros (nosotros y las cosas) estamos subsumidos a la soberanía del acontecimiento, que es lo que distribuye todo. A partir de esa idea creo que se puede entender mejor la dialéctica, que evidentemente implica una fuerte Fatalidad (pues nuestras acciones son más “resultado” de la lógica de los acontecimientos, que “causa” de los mismos) pero que IMHO es ante todo una fenomenología (aunque luego estira su sistema hasta aplicarlo a la realidad misma: no es que nuestra experiencia en el mundo sea dialéctica, sino que el mundo en sí, al margen de nuestra participación, deviene dialécticamente).
Sólo quería exponer esto por si a alguien le sirve para poner a funcionar su imaginación y especulación (y el que quiera corregirlo, comentarlo o desmontarlo, bienvenido sea).
- Observer again
Elijo semi aleatoriamente este post para decir que es un excelente Blog. Muy buen trabajo de análisis que necesita algo de tiempo para ser digerido. Una "pequeña" acotación: Creo que lo que llamas Polirritmia es en realidad Polimetría
ResponderEliminarVaya!!! Ahora me entero de que ¡yo también soy hegeliano!
ResponderEliminarExcelente explicación. Plas! Plas!
Por cierto, Baudrillard es más hegeliano que Hegel.
Ya decía Picasso que los artistas copian y los genios roban.
Seguro que Hegel fue más spinozista que Spinoza :-)