Requiem por el glamour de la Arquitectura Nómada
y el ¥ € $ Regime
Vivimos en un mundo
moderno, que está caracterizado ante todo por cambio continuo, y movimiento,
movimiento de gente, mercancías e información, de constante creación de novedad
(…). El modernismo ha buscado producir espacios en los que la clase media pueda
sentirse en casa (…). La modernidad es producto de la clase media, (…) que por
definición es homeless y placeless, pues no pertenecen a una tierra del modo en
que los campesinos lo hacían, ni poseen la tierra como los aristócratas… más
bien son los habitantes flotantes de este nuevo mundo creado por el comercio y
la producción y el consumo.
Aaron Betsy, aquí.
Esta cita de Betsky (ideólogo de
peso medio-alto en la arquitectura académica) es explícita de cómo las diversas
epifanías del Nomadismo han terminado por ser aceptadas como la realización
lógica de la Modernidad,
demostrando la naturalización que han alcanzado en la cultura oficialista los
tres axiomas que mencionaba en el anterior post: el tiempo considerado fundamentalmente como cambio, el hombre ante todo como productor de novedad,
y la sociedad licuada que pierde su
suelo para transformarse en un fluido incontenible. Tres postulados con los
que uno puede estar más o menos de acuerdo (uno todavía es libre de no sentirse
moderno), pero que se han convertido en realidades inmanentes impuestas, entre
otras esferas, por la arquitectura y el urbanismo.
Si alguien considera todavía que la “subjetividad nómada” es un dispositivo que opera “en las catacumbas del contrapoder”, debe ser consiente de que todas las escuelas de arquitectura, todos los simposios del ramo, las normativas que legislan el territorio y los dispositivos de seducción estética de los que se sirven se han confabulado estas últimas generaciones en la producción y promoción seriadas del individuo nómada: más que nunca, el mercado laboral está pidiendo esos individuos sin raíces dispuestos a unirse a la conversión del mundo en ese romántico “espacio liso” sin estratificaciones que impidan el libre tránsito de gente, mercancías e información. Tristemente, lo del “arquitecto nómada” es una realidad que no nace de alegrías revolucionarias, sino las más de las veces por la urgencia de encontrar un trabajo digno… una situación que resulta paradójica, pues como digo hace unos años la cultura arquitectónica estaba fascinada por el glamour del cosmopolitismo nómada, evidentemente de otro cuño.
La ascensión del “nomadismo” como concepto cool de la doxa arquitectónica fue en
paralelo a la retórica de cierto campo semántico formado por palabras como flujos, fisuras, trasversal, nomadismo,
extranjería, redes, transitorio, transfronterizo: esa constelación de
imágenes que esbozan un mundo magmático y mutante de rizomas, topologías y
fluctuaciones, se han convertido desde hace años en el establishment de la
planificación urbana (por más que los filósofos vitalistas creáis que se
tratan de ideas heréticas impronunciables fuera del underground) y por tanto que rigen y articulan nuestra vida
cotidiana. Pues lo que quizás algunos no hayáis advertido nunca es que estáis en cada instante de vuestras vidas
rodeados de arquitectura, encerrados en
arquitectura.
Si el nomadismo ideológico es bendecido
y promovido por Harvard y Yale, si nuestra burbuja inmobiliaria fue propiciada
esencialmente por una Ley del Suelo que convertía el territorio en un “espacio liso” permisible con cualquier
emergencia (aunque los
economistas creen que aquella ley no fue suficientemente liberalizadora), si
“lo moderno” ha de ser diferencia y no identidad, cabe insistir en hasta qué
punto las “máquinas de guerra nómada”
son agentes que reman verdaderamente contra el imperio del gran poder, o si son
más bien la consecuencia lógica de décadas de instrucción subjetivante en esa
dirección, de la que nuestras revolucioncitas no son más que un placebo de
andar por casa… pero no voy a seguir ganándome enemigos proponiendo esa
hipótesis, porque este post trata sobre la interesantísima influencia del
deleuzianismo en la arquitectura contemporánea, centrándome ante todo en la
trayectoria de un arquitecto y teórico Nómada por excelencia (ha hecho carrera
en base a eso) que es Alejandro Zaera Polo, uno de los grandes iconos de
una era ¿que ahora termina?
Para los no familiarizados con el
personaje, reseñar que se trata de un niño prodigio que ya muy joven emigró a
Europa, donde trabajaría en el estudio de Rem
Koolhaas (el gran mentor de la arquitectura de los noughties) para luego
instalarse en Londres y orbitar en torno a los saraos académicos de la AA, la institución de mayor
glamour vanguardista del planeta. Haciéndose fuerte en su condición de expat, Zaera Polo empezaría a destacar
como crítico gracias a sus sesudas colaboraciones y entrevistas para la revista
El Croquis (en las que destacaba por
sus eruditas referencias constantes a Deleuze, Derrida y demás superestrellas de la
industria PhD), hasta que finalmente monta su propio estudio, con el que
alcanzaría prestigio mundial: FOA,
Foreign Office Architects. La marca
de fábrica de su oficina consistía en abordar cada proyecto desde su
condición de arquitecto apátrida, extranjero
en todas partes, como gesto intelectual aparentemente natural en la era de
la globalización: ya que la historia o el origen geográfico han perdido su
capacidad de proveer identidad, la movilidad se impone como categoría regidora
de la nueva economía política y la sociedad de ella derivada. Si el espacio físico pierde sustancia y
representatividad frente a la instantaneidad trasnacional de las virtualidades
telemáticas, el arquitecto (según razonaban entre líneas los apólogos del ¥€$ Regime) ha de aceptar y promover esa nueva realidad mediante un
radical pragmatismo cuyo único horizonte posible es lo genérico.
“Genérico” equivale a universal, claro. Y
por ello la generación de intelectuales de Zaera Polo ha mantenido siempre una
férrea fidelidad a la deontología del Movimiento Moderno, en la medida en que con
su trabajo creían estar realizando la inevitable actualización de la lógica
positiva de la teleología de la modernidad: el trabajo de Koolhaas, Zaera Polo o MVRDV siempre se argumentó desde la
razón instrumental Europea, sus ideas estaban perfectamente aceptadas en la Academia y tango
gobiernos como multinacionales de todo tipo, desde Mercedes a Prada, se sirven
de sus servicios para dotar de legitimidad intelectual a sus respectivas marcas.
El discurso estético que presentaban era una forma de cosmopolitismo
metropolitano frío y desapasionado, apto para una idea universalizante de “el
ciudadano” de la “aldea global” transterritorial que supuestamente afirma el
fin de las certezas, y cínicamente resignados a la neutralidad ideológica de la
profesión. Una de las grandes consignas de Zaera Polo y de Koolhaas fue su
sonada renuncia a la arquitectura como
ejercicio crítico: ambos aceptaban la aparición de la ciudad global de los
mercados como “inevitable” y proponían una estrategia operativa basada en la
optimización de las “oportunidades” ofrecidas por el capitalismo. Aquella época
terminó posiblemente cuando Koolhaas, ni corto ni perezoso, aceptó diseñar el
edificio de la Televisión
pública China (conocida por su control de la información y la censura), desatando
una oleada de críticas de las que se defendió respondiendo que el arquitecto no ha de posicionarse ante las
condiciones políticas en las que tiene lugar la producción de ciudad: desde
su ética radicalmente pragmático, esas cuestiones eran manejadas “datos del
programa”. Salpimentando aquello con unas citas cultistas que poetizaban a ese
arquitecto cosmopolita como un “surfista” sobre la ola del capitalismo o
el Pliegue de Deleuze, su plan resultaba fascinante.
Y en la plenitud
de aquel contexto, cae Lehman Brothers.
Desde luego, el antiguo semi Dios Koolhaas no ha vuelto a ser el mismo: la influencia de su discurso se ha desvanecido, su antigua efervescencia ha perdido todo el color y su figura es hoy blanco de todo tipo de críticas por parte de las nuevas generaciones #occupy. El propio Zaera Polo reconoce que su reciente autocuestionamiento del rumbo de su carrera ha venido propiciado por las recriminaciones de sus alumnos: asegura haberse dado cuenta de que ni él ni Koolhaas son ya “lo último”; que el ambiente demanda otras compromisos y estrategias profesionales radicalmente críticos con el nomadismo existencial que ellos promulgaban. No sorprende el circunspecto ensimismamiento que muestra Koolhaas en sus comparecencias recientes: tiene que ser culpabilizadoramente consciente de que mientras ellos alababan el exotismo de las conurbaciones africanas, contemplaban fascinados la hipervelocidad acrítica de la urbanización China, analizaban con minuciosidad las particularidades de las escaleras mecánicas o los espacios sin ventanas, se estaba cociendo delante de sus narices y sin que lo advirtiesen la mayor burbuja inmobiliaria de todos los tiempos. Recuerdo escucharle en 2009, sin haberse percatado todavía de la gravedad de la recesión, que “Europa ya no es excitante” ante el empuje del capitalismo oriental… el tipo de “Frase para enmarcar” que le perseguirán mientras viva, pues fue el intelectual máximo de la arquitectura de la opulencia ¥€$, y el hundimiento del casino que lo financiaba muy probablemente haya terminado con el crédito teórico que pudiese mantener.
Hoy en día, aquel tipo de discursos pueden parecernos intolerables, pero lo cierto es que no son fruto de un par de pelagatos rendidos al vil metal, sino de cabezas muy bien amuebladas que se sentían parte (aunque oblicuamente) de una genealogía intelectual muy noble: la del formalismo de Aldo Rossi, que proponía que los “tipos” en arquitectura trascienden las determinaciones circunstanciales del poder de cada momento porque la arquitectura es un dominio autónomo que se rige por sus propias leyes. La historiografía rossiana proponía que la producción de ciudad seguía sus propias reglas meta-políticas, de tal manera que los juegos de poder sólo ejercerían una influencia muy tímida en la formalización de lo construido. La diferencia con Rossi consiste imho en que Koolhaas y Zaera Polo tienen una idea de la “autodeterminación de la arquitectura” muy similar a la del mercado smithsoniano: se trataría de un campo de fluctuaciones regidas por una especie de evolucionismo autoimpelido y que funciona mejor cuanta más libertad se le de. De ahí la fascinación de los holandeses por supuestas aberraciones como Benidorm o Lagos, en las que constataban una especie de fascinante auto-poiesis de la ciudad, como si cuando uno deja el territorio a su suerte éste terminase por autogobernarse mediante una especie de mano invisible benefactora. La mayor enseñanza que las generaciones actuales han obtenido del liberalismo de Koolhaas consiste seguramente en su respeto y curiosidad hacia los asentamientos espontáneos y al empuje y vitalismo de la ciudad ingobernada…la admiración por el equilibrio y belleza escondidos en lo que en principio parece fealdad y caos (una especie de ITV de “Aprendiendo de Las Vegas“ en la era del iPhone). El tiempo dirá si la generación ¥€$ fue una rendición a la ingobernabilidad del mundo (Heráclito aggiornado en el Rizoma), o el espejismo intelectual de lo que en el fondo era Imperialismo capitalista. La globalización es una película cuyo final está todavía por escribir, aunque ahí tenemos al frivolote Bjarne Ingels y su “Yes is More” como eventual continuidad de Koolhaas en modo garrafón.
A su manera, Zaera Polo está
logrando “reciclarse” (como todos los arquitectos) manteniendo a salvo sus
esencias, y por lo visto está muy centrado ahora en el tema de “Lo
barato”: el tío no es ningún zote y defiende muy bien sus ideas, así
que dejo aquí una interesante charla con otro titán del discurso como es
Bernard Tschumi (uno de los grandes “misterios por resolver” ¿o “genios por
redescubrir”? de la vanguardia del siglo XX). Más interesante si cabe es la
conferencia de Eduard Bru por lo atemperado de sus reflexiones, que continúa
además con otro pragmático radical como parece ser Eduard Sancho.
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ResponderEliminarNo he entendido gran cosa del tal Bruno Latour, pero leyendo la wiki y por donde tira “los tiros”, este tipo a mí me huele a chamusquina.
En primer lugar porque su teoría del actor-red, aunque pueda ser cierta, ni puede ser observable en toda su extensión, ni medible, ni controlable. Me parece un brindis al sol, como se suele decir.
Y en segundo lugar, esa historia suya -o no suya, no sé- del blackboxing o cajanegrismo, que habla de “la automatización de ciertos mecanismos exitosos”. Yo le preguntaría ¿exitosos para quién? ¿exitosos para qué? Es pura tautología. Pura soberbia occidental que intenta “estirar” como sea el método científico y su sistema aristocrático de “títulos” académicos, que literalmente ya está haciendo aguas por todas partes.
http://vimeo.com/52326720
IMHO todas estas ideas holísticas, monistas y en el fondo metafísicas -pues resulta “evidente” que todos somos holísticos-, no son más que un juego de palabras que precisamente expanden aquello que pretenden reducir, es decir, el reduccionismo que tanto nos suele molestar, pero que en mi opinión es insuperable puesto que opera dentro del mismo lenguaje, oseasé dentro de aquello que nos capacita para “comprender” las cosas.
De tal modo que si vivimos en esa “trampa”, pues yo creo que deberíamos de tratar con ella en vez de tratar de intentar superar lo insuperable. Esa idea tan delirante y tan absurdamente humana. Aunque claro, así no es de extrañar que semejantes cuentos chinos o franceses tengan “éxito”.
¿Será ése el “éxito” al que se refiere Latour? :-)
PD: Unos gifs preciosos, y un texto muy in-formativo. Por cierto, a mí también me gusta “lo barato”... pero hace tiempo que los “seres de luz” -los nórdicos- dicen que caminan hacia “la vida simple”. Aunque yo no sé exactamente a qué simplicidad se refieren, de modo que intentaré investigar ese intrigante asunto :-)
No sé si atribuible a lós nórdicos (¿por qué que todo arquitecto ETSAC queremos ser nórdicos?), pero esto último que dices no solo es conveniente, yo diría urgente: tenemos que buscar por ahí, no se si "simplificar", quizá "aclarar", está de moda "transparentar", no lo sé, pero algo se nos atraganta. Primeramente en la cuestión del lenguaje, se me antoja, arma perfecta de especialización alienante. "Des-complejizar" ya sería una aporía supongo. No sé, yo ando por ahí, dejando de leer.
ResponderEliminarPor cierto, ¿los gif son tuyos?, muy chulos. Observer es post2. Me lío.
HACHE
Simplifico :-)
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo contigo en dejar de leer, pero no del todo. Por ejemplo, al principio del post pone que los gifs son de un tal Paolo Ceric´ -incluso si clickeas en el nombre te enlaza a su web-.
Observer no es "post dos". Casualmente coincidimos en algunas formas de opinión y de expresión. Yo me puse ese nombre porque me gusta hacer comentarios algo extensos, y a veces parecen un segundo post, creo.
Lo de des-complejizar me agrada, pero creo que un mejor objetivo para esta especie humana sería más bien des-acomplejar al vecino. Y para ello estoy totalmente de acuerdo contigo, de modo que de alguna manera también habría que desespecializar el lenguaje y todo lo demás, supongo. Ahora bien, yo no tengo ni remota idea de cómo se puede hacer eso. Pero intuyo que hacerse, seguro que se hará.
Dejar de leer del todo no, hombre. Quizá no leer al pie de la letra. Un poco al hilo de esta cita: “El único modo de leer a Foucault (o este blog) es seguir escribiendo” : a un “leer creativo”, si cabe, me refiero. Nunca reducirse a leer, nunca la retirada. ¿Qué me importa un saber si no me comporta un poder? (o un placer). Lo demás, como se dice aquí, son sólo juegos de palabras. A un libro inatribuible (¿blog inatribuible?) corresponde un lector poliédrico, transversal y creativo; ¿multiplicado?; en todo caso des-armado y seducible: en definitiva, un lector INSEGURO (Popper) y, por ello, en perpetua vigilancia. Un lector licúo, sin yo, sin identidad. Yo tampoco tengo solución. En todo caso, sin nostalgia de un viejo saber. Si sois uno o dos, o más no importa, solo era para saber a quién me dirijo.H
EliminarVarias cosas:
ResponderEliminar- sobre si Post dos y Observer son la misma "persona"... sí y no. Supongo que como muchos estamos "disueltos" en una red en la que a cada cuerpo no le corresponde una identidad fija. Por fortuna (y creo hablar por los dos, es decir, por ninguno) no tenemos ideas demasiado "estables" que defender mediante un nombre, y por tanto el "personaje" es indiferente.
- de Bruno Latour no sé mucho. Está siendo muy reivindicado por la gente de la ontología orientada al objeto, pero no puedo decir mucho pues no conozco su "sistema", pues por lo visto ha desarrollado su propia metafísica. Sin embargo, las conferencias que le he visto (un montón) me han encantado porque muestra una capacidad increíble para llevar los conceptos a lógicas muy extrañas, y llega a deducciones muy ingeniosas. Su idea de la modernidad por ejemplo me parece muy fértil para el callejón sin salida de la arquitectura, y su "natura" (o lo que queda cuando uno desactiva la diferencia entre natural y artificial) dárá que hablar, espero.
- Respecto a lo barato, soy el fan nº1 (por deber y por placer). El 90% de lo que consumo (desde ropa o mobiliario a literatura)es de segunda mano, y el resto son saldos. El problema es que en el capitalismo "lo barato" tiene trampa, pues es índice de mano de obra explotada: cuando uno compra unos pantalones barateiros en Primarck, el precio se debe a que al chino que los ha cosido le han dado un plato de arroz y ya. Esa es una de las grandes fallas del sistema de4l dinero actual: el precio ya no es índice de disponibilidad, sino de desequilibrio geopolítico global. La URSS cayó por no haber sabido comprender la importancia del precio como índice, y el capitalismo va por el mismo camino. En nuestro caso, por lo intervenido que está el mercado energétic: los problemas más graves del mundo se deben al hecho de que los americanos pagan la gasolina a precio de risa. Es "barata" pero a base de esconder mucha mierda. Hay que "sanear" lo barato y en esa dirección los liberales austríacos la clavan IMHO, en fín habrá que escribir un post al respecto
- Observer dos
ResponderEliminarYa lo decía Deleuze:
“Es curioso lo de decir algo en nombre propio, porque no se habla en nombre propio cuando uno se considera como un yo, una persona o un sujeto. Al contrario, un individuo adquiere un auténtico nombre propio al término del más grave proceso de despersonalización, cuando se abre a las multiplicidades que le atraviesan enteramente, a las intensidades que le recorren. El nombre como aprehensión instantánea de tal multiplicidad intensiva es lo contrario de la despersonalización producida por la historia de la filosofía, es una despersonalización de amor y no de sumisión”.
…........
Sobre lo de “a quién te dirijes”, matizaría para H que yo por ejemplo siempre me dirijo a mí mismo, es decir que intento descubrir lo que quien quiera que sea me impele a expresar. No diferencio. Pero curiosamente siempre suelen ser personas con una forma de ser similar. Y similar a la mía, supongo. De la misma manera que un galgo y un mastín pueden jugar, cuando un galgo encuentra a otro galgo sus percepciones y aptitudes son similares y el juego es otro. Aunque estoy casi seguro de que es más interesante el juego entre el galgo y el mastín, puesto que precisamente sus percepciones y aptitudes son diferentes, y poder jugar en medio de esa “extrañeza”, a mí me parece mucho más fascinante aunque mucho más difícil, creo.
Por ejemplo, si Observer insiste en el tal Bruno Latour, aunque yo no sea arquitecto, me fio -por referencias anteriores que tengo de las percepciones de Observer- de que “algo” de interesante tiene que tener es tipo para que insista. Así que rebuscaré “qué es”. Digamos que “eso” es lo que me intriga.
Si Observer está actualmente “concentrado” en el dinero, por la razón que sea, sus pensamientos en torno a ese tema a mí me resultan especialmente relevantes debido a su alta intensidad. Intensidad que yo actualmente no tengo respecto de ese tema. Pero que tal vez me meta en esa dinámica de pensamiento si algo me “arrastra” a ello.
Sobre tus comentarios H, me parecen de lo más interesante. Pero para mí son píldoras demasiado concentradas como para desintegrarlas y asimilarlas deprisa. Y pienso que requieren su tiempo. Porque aunque tú hayas llegado a ciertas conclusiones, eso te habrá llevado tu tiempo supongo, y no es tan fácil sintentizar y luego desplegar las ideas sin que se “desvirtuen” demasido por el camino, creo.
Por cierto, sobre lo del galgo y el mastín, -x- en un comentario nos dejó un bonito ejemplo de idea transversal para un blog tan techno como éste:
http://youtu.be/2iUGfURqyhs
Vaya, parece que no soy el único que piensa que lo de Bjarke Ingels es arquitectura logotipo. No obstante, siempre me surje esta duda con todo esto: ¿será la arquitectura de su tiempo?. En parte sí, su éxito lo avala. No creo que lo de Koolhaas se trate de espejismo ni de renuncia, mucho menos del Problema de Zapatero (no haberse enterado de la burbuja). Cuando sabemos que burbuja y crisis son inherentes al propio negocio capitalista, están presentes en las agendas, el caso es operar en tales condiciones, teniendo en cuenta la posición excéntrica del arquitecto.
ResponderEliminarMuy buen post. Sigan así. POSTRES
Toda arquitectura es en última instancia un logotipo, desde el Partenón al edificio de correos de León. Es inevitable, pues construir es producir una entidad identificable, fabricar presencia. El problema imho empieza cuando esa función representativa devora completamente la inmanencia (la "realidad") del espacio como multiplicidad de acontecimientos y afectos. Cómo formalizar la presencia de un edificio me parece complicadísimo de determinar "razonadamente".
EliminarRespecto a Koolhaas y la burbuja... es imperdonable que no loa dvirtiesen porque no era un fenómeno "en la sombra", de trapicheos bancarios ocultos, bastaba con salir a la calle y ver la cantidad de grúas para darse cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. A Koolhaas probablemente le ha cegado su fidelidad a la Modernidad, a la idea de que hay "UNA" historia de la arquitectura, de tal manera que en un momento la batuta la lleva américa, en otra época China, en otra Europa... lo cual le llevaba a trasladarse a los territorios más "interesantes" de cada momento (ahora Lagos, luego el delta chino, ahora malasia...) olvidando que en los sitios "aburridos" también vive gente y también se cuecen procesos graves. En ese sentido, aquellas conferencias en las que decía que "Europa ya no interesa, China es ahora lo más potente" es una ignominia intolerable. Si se pretende recuperar la idea del arquitecto como actor social, no se le puede decir a un tío de Móstoles que "la arquitectura que interesa está en China", porque al mostoleño eso obviamente le tira de un pie. La burbuja fue el acontecimiento más im`portante para la arquitectura europea desde la segunda guerra mundial y ninguna lumbrera lo supo ver (ZP no fue más que un panoli, pero la burbuja fue universal: EEUU, UK, Italia, Irlanda, ahora Brasil y Qatar...) y un urbanista verdaderamente de su tiempo tiene que estar al tanto de esos asuntos. Gracias por participar!!
- Observerrrrrrr
Al fin y al cabo la burbuja es inherente al proceso del capital y la plusvalía, y es en la que se instala su discurso del "manhattianismo". Quizá se le pueda reprochar no advertir los límites a esa "congestión infinita" capitalista. También es verdad que no es a él sino a nosotros a quien nos toca vivir este ajuste de las condiciones hacia algo más sostenible. Cae de cajón que vamos de culo si no cambiamos de rollo. Siendo optimistas, si cabe, incluso apuesto por decir que nuestra arquitectura del barrio nos hará felices.
ResponderEliminarGracias a vos por contestarme y permitirme participar.
ResponderEliminarOk, a las burbujas se las ve venir, pero tengo la sensación de que la única manera de hacer algo para pararlas es la de hacer “evidente” su imposible expansión infinita -como tú bien dices-. Aunque sin esforzarnos demasiado -yo matizaría-, porque sólo la realidad es capaz de modificar su inercia expansiva. Es decir, hasta que alcanza el límite de su posible desarrollo.
Lo ideal sería descubrir un sistema -o varios- para detectar burbujas y desactivarlas a tiempo. Algo que suena excesivamente robótico como para ser -no sólo humano- sino posible. Por eso a mí me da que eso es algo completamente imposible. Porque la vida no es científicamente concebible. Es intrinsecamente insostenible. Y ese es precisamente su “milagroso” secreto para sostenerse durante algunos “ratitos”. IMHO está bien intentar “descubrirlo”, pero lo que no veo nada bien es el delirio que intenta arrastrarnos a creer que podemos “descubrirlo” y que debemos “esforzarnos” en ello, porque eso sí lo veo como la causa de todos nuestros padecimientos -nuestro complejo de inferioridad trasmutado en soberbio complejo de superioridad-.
También creo que el capital ha sido -hasta ahora- el medio por el cual la burbuja científica se ha podido expandir. Pero IMHO el objetivo último de la realidad -hoy por hoy- es desinflar su consecuencia más peligrosa: la burbuja demográfica -asunto del que los chinos, por cierto, saben más que nadie-. Aterrador, pero demasiado evidente como para no ser cierto, creo.
http://www.vanguardia.com.mx/cura_del_cancer:_%C2%BFbloqueada_por_las_farmaceuticas?_%28entrevista_con_el_dr._michelakis%29-731485.html
PD: Añado al comentario una cita optimista de Baudrillard, que también las tiene:
“No olvidemos jamás que lo real sólo es un modelo de simulación, de regulación y de reglamentación del devenir radical, de la ilusión radical del mundo y de las apariencias, de la reducción de cualquier singularidad interna, de los acontecimientos, de los seres y de las cosas al denominador común de la realidad.
Y si el análisis puede servir para algo, será para la reactivación de esa singularidad interna, para el resurgimiento de todo lo que ha sido modelado y remodelado por la realidad de los hechos. Recuperar la “idiocia trascendental” de que habla Clément Rosset, la singularidad fatal de lo real, en lugar del idiosincretismo banal en que estamos inmersos”.