martes, 29 de enero de 2013

Polirritmo, polifonía #4: Autechre y la anti-intuición

ª u t € c R
 parte 1





No entiendo en toda su profundidad el concepto de deconstrucción, ni he llegado a leer con detenimiento a Derrida, pese a sentir una ambigua fascinación por el singular aura de personaje pop casi caricaturesco en que se ha convertido su espectro. Cada vez que intento tomarle en serio choco con la insoportable retórica con la que escribía o con el cansino narcisismo de sus apariciones públicas. Pese a todo, es un icono pop con puntazos muy coñeros (el ochenterismo extremo de sus atuendos, el pelo SSS, su glamour para con el artisteo moderno, las fotos en que exhibe su mirada mágnum, su fandom de feminazis…) y probablemente termine por encontrarle algún día: me identifico con su forma de pestañear y mirar al suelo, varios de sus conceptos claves me interpelan (sobre todo, presencia y escritura) y pese a que su nombre es moneda de cambio entre lo más frívolo y hortera de la Academia Gafapasta, hay algo en él que me inspira confianza.
Hubo una deconstrucción en arquitectura, uno de cuyos más representativos (y onerosos) proyectos está por cierto en Santiago de Compostela. Fue una efímera corriente semi-intelectualoide todavía en boga cuando yo estudiaba, pero que terminó tristemente por resultar un bluff tanto en su voluntad de instituirse en moda identitaria de una época, como de su ansiada estocada final a un Movimiento Moderno que ha sobrevivido a contendientes más letales. Lo que empezó como gestualidad insolente y radical propia de kamikazes que leen manifiestos, apenas dio para un par de starchitects de los que se apuntan a todas las salsas y un saludable toque de despendole estético en un contexto tan asfixiante como el del puritano moralismo formal de los arquitectos: quizás el “deconstructivismo” hubiese desarrollado mayor pegada de haberse dado en cualquier década que no fuesen los ochenta, que (y esto está más que contrastado) afean todo lo que tocan. No sé si Miralles (otra de mis asignaturas pendientes) leía a Derrida, pero de darse el caso apreciaría a ambos con ojos incluso más curiosos.





En cualquier caso, está claro que la sonoridad de una palabra como “deconstrucción” y la nube de posibilidades conceptuales que sugiere se amoldan como un guante al trabajo de Autechre, que en más de una ocasión han sido descritos como deconstructores. La verdad es que, a falta de un género existente en el que encuadrar el tipo de estructuras que construyen, considerarlas como suturas de fragmentos da una determinada idea de cuál puede ser el fundamento de su método: al profano, como me decía un amigo hace poco, le suenan a “electrónica rota”. Innegablemente algo de eso hay, especialmente en el alias Gescom: llegaron a editar un Minidisc escuchable en modo random, acentuando la fragmentación de la experiencia musical al introducir el azar en el encadenamiento de los tramos. Algunas de sus grabaciones más oscuras (entre el 2005 y el 2010) llevaban al límite la musicalidad de la acústica que manejaban, mediante flirteos con el ruidismo cuya incomodidad provenía del hecho de que no eran estrictamente ruidismo: patrones dadaístas, superposición de capas fuera de toda lógica, samples tratados como grotescas caricaturas de sí mismos… pero pese a todo, mediante esta materia prima tan incómoda y autista construían canciones, bloques únicos y sujetos a un mismo desarrollo, piezas autónomas y acabadas, identificables y distintas a las otras de cada disco, cada una con un principio y un final. Proyectos, piezas, composiciones, canciones: no meramente “fragmentos inconexos”, sino una suma muy concreta de partes. Lo que les dota de su desconcertante y exigente sonoridad es precisamente su extrañamiento del modo de conjugación, de lo estridente de las suturas. Más que deconstrucción, el autechrismo (¿cómo narices llamamos a lo que hacen?) es una dislocada y disfuncional síntesis de disparidades, de diferencias. Lo que hacen es explorar los límites de la coherencia, el grado cero de lo composible: su modus operandi es la composición de un puzzle cuyas piezas se relacionasen de manera especialmente tensa. Supongo que disfruto tanto de sus discos por su musculosa capacidad para la tensión, para husmear en escombreras digitales una forma de belleza ruda y poco amigable, por férreamente intrépida. Anti-intuitiva, creo que esa es la palabra que define su música (y viceversa).



Hace unos meses Mulero afirmaba que Autechre han sido los autores del mejor disco electrónico de la historia, algo que no creo sorprenda a nadie: el madrileño les ha pinchado siempre que ha tenido oportunidad (incluso en algunas de sus sesiones más zapatilleras) y el tiempo ha confirmado que el autechrismo y el techno estricto son dos palos hermanados en la misma causa, aunque no bajo la misma bandera. Y por otra parte, el enorme prestigio de Autechre entre cualquier ilustrado en estos asuntos hace que elegir un disco suyo parece casi un aburrido gesto protocolario. No obstante, su reinazgo es una cuestión indiscutible, y no creo que nadie ponga en duda que su barra de medida no son ya Richie Hawtin o Daft Punk, sino Stockhausen o Messiaen: ellos han sido junto a Aphex Twin los grandes inventores de la música digital, los que han sabido poner el dedo en las llagas más profundas abiertas por la música computerizada. ¿El mejor disco electrónico de la historia? ¡Por supuesto que Autechre! Todos de acuerdo en eso, pero no tanto en cuál es la pieza más brillante de su discografía: el disco preferido por Mulero era el Amber, pero personalmente optaré por una referencia igualmente meritoria y mucho menos laureada: el exquisito Chiastic Slide.




En este modesta y majestuosa “obra menor” cohabitan lo mejor de los Autechre de todas las épocas: el paisajismo nostálgico y ensoñador de sus primeras grabaciones, el hermetismo sintético de sus rarezas más abstractas, polirritmos destilados hasta el octanaje óptimo de barroquismo, la valentía y riesgo de su constante galanateo con el puro caos, el neo-primitivismo, el mimo en la correcta (¿o incorrecta?) temperación de los timbres, la atmósfera de óxido pixelizado y viajando por wifi… Extrema frialdad que, de tan exuberante y vertiginosa, termina por instaurar una calidez que, como todo lo verdaderamente exclusivo, sólo es accesible no para los que pueden sino para los que saben.
Como todos los amores verdaderos, enamoran dulcemente por su cercanía, y enganchan lujuriosamente por su insalvable distancia. Nunca he visto fotos sonrientes de Sean Booth y Rob Brown, ni su música inspira en ningún momento algo parecido a un “humor” de ningún sentido. El preciosismo y contención de sus seminales arabescos melódicos inspiran a muchos una tibia melancolía, pero personalmente creo que la plenitud emocional de su estética se da en los momentos más ásperos y opacos de su trayectoria, en los que lo espectral de su superficie enmascara un temperamento muy severo pero, a su manera, también muy cálido. Ambos polos (el melódico que inspirará a Boards of Canada o el primer Apparat, y el experimental de sus momentos más de arte y ensayo) trazan el vector del curso de lo que Autechre siempre han sido: un grupo con corazoncito, pero voluntariamente obsesionados por encontrar su canon de belleza en territorios de penumbra. Su planteamiento estético me hace pensar en el tipo de rostro inexpresivo que, sin embargo, sugiere tempestades con una caída de ojos furtiva y casual.



Tras varios años sin escucharles, he vuelto a ellos estos días al hilo de este post, y de nuevo me han dejado boquiabierto ante la intachable y rigurosísima cuadratura matemática de todo lo que hacen, tan suprema que en ocasiones (saludablemente) parecen recrearse con aire chulesco en su facilidad para el virtuosismo geométrico. Todo cuadra, siempre, en cada una de sus canciones; los juegos con el azar, los pasajes en los que un tema parece haber perdido definitivamente su orden, se resuelven contra pronóstico con geniales y elegantísimos gestos que devuelven la estructura a un cauce reconocible: cuando sus ensamblajes se ensucian hasta sonar como magmático caos, introducen algún pequeño requiebro rítmico que demuestra que en realidad se trata de orden muy complejo. ¿Es esto jazz? No, porque no hay nada más opuesto al vivo y el directo que las canciones de Autechre, extremadamente cerebrales.
Chiastic Slide es su disco industrial por antonomasia, edificado con timbres metálicos y sulfurosos de percutividad analógica, apostando por la rotundidad cuando la pléyade mayor de productores arty de la época atravesaban una fase especialmente amariconada con aquello de los clicks & cuts: mientras media Europa estaba haciendo canciones con sonidos de fax y teléfonos móviles, Autechre editaban un disco casi paleotécnico por su apuesta por la acústica de la industria pesada. Ya el anterior y fascinante Tri Repetae les había llevado a adentrarse en las aguas negras de los timbres corrosivos, pero aquí es cuando la estética fabril encuentra su plenitud, aunque en discos posteriores (del LP5 en adelante) apostarán por sonoridades mucho más abstractas y digitales. Este Chiastic Slide, junto al fulminante trío de maxis que fueron Cichlisuite, Envane y Anvil Vapre, suena como un disco de hip-hop hecho con samples de SPK, Esplendor Geométrico y Einsturzende Neubauten, gélido y desafiante pero al mismo tiempo, insisto, muy humano. El recurso a los sonidos de las viejas fábricas fordistas da al disco un aura extrañamente espectral, con cierto deje figurativo en el contexto de una estética mayormente abstracta y autorerreferencial. Figuración continuada además por los melancólicos arpegios melódicos herederos de Incunabula que sirven de eje en torno al que se articulan sus orgías de ritmos. Los discos posteriores serán cada vez más matemáticos, ensimismándose en radicales experimentalismos suicidas y casi imposibles para el oído, que les hicieron perder muchos fans hasta llevarles casi al ostracismo: un disco tan ferozmente inhumano como el EP7 son ya harina de otro costal (arte y ensayo en su máxima pureza) que trataremos en otro momento y al hilo de otros asuntos.



Pero ahora estamos especulando sobre polirritmos, y Chiastic Slide incluye en mi opinión tres obras maestras del funk dislocado y disfuncional, donde la síncopa funk y los espasmos de azar encajan con una precisión ante la que sólo cabe el asombro: el marcial y bellísimo Cipater que abre el disco (elegantísimo haiku crepuscular que se cierra con una bella secuencia orientalizante que pone un nudo en la garganta), la muy hip-hopera Tewe (cumbre de su talento para el juego matemático de contrapicados rítmicos en fuga, sobre un ritornello minúsculo y magistral), y especialmente el monumental Nuane que clausura el disco, quizás mi tema favorito de Autechre y el más inapelable en su sorprendente articulación de orden y caos. Trece minutos de gloria, que avanzan haciendo malabarismos sobre el abismo del desorden mientras vamos descubriendo que su estructura deja todo atado y bien atado: un anecdótico motivo melódico de dos notas alrededor del cual se despliegan chasquidos, zumbidos y serpenteos de todas las texturas imaginables, cada una siguiendo su propio compás, hasta estallar en un inesperado anticlímax que convierte la canción en un imponente y silíceo himno funk. Hay que escuchársela enterita para entender su poesía, tan virtuosa que hace sonreír.



El tiempo demostrará la importancia del majestuoso y riesgoso proyecto estético de Autechre, que en el fondo sigue siendo un grupo todavía por descubrir, pese a su status de leyendas de culto entre los seguidores de la electrónica seria. En realidad son mucho más: su arte es, hasta donde yo conozco, la culminación de la modernidad, y quién sabe si también el primer peldaño de una sensibilidad radicalmente post humana. Más allá de su inapelable talento para la arquitectura acústica (tanto por sus shockeantes ritmos retorcidos como por su minuciosa manipulación de los timbres, que alguien definió como “un trabajo de chinos”), brilla en su discografía su peculiarísimo temperamento, un estado de ánimo muy suyo y para el que es difícil encontrar equivalencia en otras disciplinas artísticas. Su música es un cocktail personalísimo e indescriptible de seriedad, irreverencia y elegancia, una síntesis imposible de incomposibles a la que subyace un sutil y profundo ímpetu romántico: fueron capaces de inventarse para sí un canon de belleza a su medida, y cada vez que en su carrera parecían haber encontrado terreno firme, han preferido huir en dirección contraria. No sé si Derrida buceaba en aguas tan profundas, pero Autechre siempre han sido para mí el gran orgullo de mi generación: son un poco mayores que yo, vienen de la misma cultura (el techno) y han inventado una estética de su tiempo tan sublime y respetable como la de cualquier otro período histórico. El Arte con mayúsculas siempre ha sido esto: belleza, valentía y hondura entre tinieblas, hurgar en las grietas del presente hasta encontrar las señales que nos envía el futuro, por graves y difíciles que estas sean. Si alguien todavía no les ha escuchado con todos los honores, le recomendaría zambullirse en su discografía en orden cronológico, para apreciar la hoja de ruta que le subyace, y entender que sus herméticos experimentos finales no son más que la continuación lógica de su inicial culto a una belleza que supieron reverdecer con un código que probablemente sólo en el futuro se podrá entender en plenitud. Gigantes de su zeitgeist.

(continúa en siguiente post)

13 comentarios:



  1. Cuando lo que dices te gusta
    ¡Nos asustas!

    Y como buen arquitecto
    Lo escribes todo perfecto

    ¡Bravo!
    ¡¡Genial!!

    Sólo le falta New Order
    A tu cuadro genealogial

    Tks!

    http://youtu.be/cvr16VL18r4


    PD: por cierto, hablando de New Order, tal vez esta canción ochentera sobre la “fe verdadera” sea IMHO una de las mejores muestras de la conexión que existe entre el techno y la filosofía. Entre la máquina y el humano, quiero decir. Un amor seductor aunque destructivo, imposible y por ello nostálgico -como todos supongo-.

    El humano ayuda a la máquina a tomar conciencia de sí misma -conciencia estética, pues no hay otra, claro-, y la máquina intenta ayudar al humano a no perderla. Nace una nueva filosofía y muere otra. Un zeitgeist en transición... toda una deconstrucción. Y puede que sea la nueva máquina pensante, la que esté empezando a hablar, por la boca del cantante, pues la letra es reversible, para cualquiera de los dos, amantes.

    http://youtu.be/R_rhnHpRSXQ


    _True faith_

    Me siento tan bien
    Algo tiene el control sobre de mi
    Tengo este sentimiento, me pongo en movimiento

    Una súbita sensación de libertad
    No me importa, porque no estoy allí
    Y no importaría, si estuviera aquí mañana
    Una y otra vez, he estado suponiendo demasiadas cosas
    De las cosas que te cuestan demasiado

    Pensaba que el día nunca llegaría
    Me deleitaría viendo la sombra de un soleado amanecer
    Este soleado amanecer es la droga que me hace recordar
    Mi niñez perdida, reemplazada por el miedo
    Pensaba que el día nunca llegaría
    Que mi vida dependería del soleado amanecer.

    Cuando yo era muy pequeño
    Los más pequeños hablaban conmigo
    Ahora, que hemos crecido juntos
    Ellos tienen miedo de lo que ven
    Ése es el precio que todos nosotros pagamos
    Nuestro preciado destino llega al fin, para nada
    No puedo decirte a donde vamos
    Supongo que no hay forma de saberlo

    Las oportunidades que tuvimos se perdieron en el tiempo
    Te llevaste mi tiempo y te llevaste mi dinero
    Ahora temo que me abandones aquí sentado
    En este mundo que es tan exigente

    Pensaba que el día nunca llegaría
    Me deleitaría viendo la sombra de un soleado amanecer
    Este soleado amanecer es la droga que me hace recordar
    Mi niñez perdida, reemplazada por el miedo
    Pensaba que el día nunca llegaría
    Que mi vida dependería del soleado amanecer.

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  2. Me ha gustado mucho la primera parte, al igual que me pasa con AE.
    Ya sabes que yo soy más de los primeros AE; aunque, con el paso de los años, creo que voy avanzando lentamente con un extraño retraso cronológico en su discografía.
    A gosso modo me gusta todo hasta el Chiastic Slide:
    Aquel live en el FIB contigo, J.Gallego y Marianna me ha marcado como una carga de profundidad que aún no he sabido digerir. En ese live, yo esperaba a Incunnabula o a Amber, pero coincidió con la etapa de transición de AE y ejecutaron un live de deconstrucción, tb de los temas antiguos: Recuerdo el cabreo insitu por mi parte, tildado de aquella como "cacharrería caótica digital": Creo que aún hoy en día no estoy preparado para leer entre líneas esa faceta de AE : Como mucho, intenté estudiar hasta el LP5 que pillé el año siguiente en un stand del FIB... Aún así recuerdo con cariño la conversación con Jesús sobre mis gustos más de "robótica" o la conversación que mantuve contigo sobre el "New beat" : Aunque reconozco que os estorbé en el live con mi palabrería: mezcla de excitación sobre lo que escupían los baffles y el acabar de conocer a gente con la que se podía hablar de electrónica.
    Con lo que más a gusto me encuentro de AE en la actualidad es con el Tri-repetae: hace años fue el Incunnabula o el Amber, quizá , este últimi, el que más años me ha atrapado con su entrada al disco con Foil (adoro su base sincopada) y la grandiosa Montreal sin olvidar las atmósferas marciales de la impresionante GLITCH.

    Hay un tema, precisamente en Tri-repetae con el que mantengo una cierto nexo especial desde la primera vez que lo escuché: De niño, cuando vivía en BCN, gustaba de tirar piedrecitas por el tubo de plástico de un pozo artesiano en un descampado del Vall D'Hebron: adoraba el sonido que producían las piedras cuando rebotaban por el tubo del pozo durante su descenso y me pasaba horas y horas escuchándolo: Hoy en día, después de dejar sonar todo el Tri repetae, revivo ese mismo sonido con el tema que cierra el disco: "Rsdio"

    http://www.youtube.com/watch?v=5UDP7TCGmw8

    Gran Post, espero el siguiente.








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  3. Gracias por vuestros cálidos comentarios, sois muy riquiños. Víctor tengo ganas de verte, estoy en pleno "impasse" y tal vez esté fuera un tiempo, o acabe en un pueblo, o...
    Bueno mañana comento. Hoy estoy depre y además el Barça va ganando :-(

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  4. Impresionante ese “tri-repetae”.

    Sobre lo de el “true faith” de New Order he encontrado la versión que yo conocía, y que la llaman “rare” cuando para mí era la “normal” :-) También he descubierto que se han hecho cientos de versiones y que es toda una canción de culto en internet. ¡Qué cosa tan curiosa!

    http://youtu.be/fq8lYZK0qoM


    PD: te envío un mail a cdf

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  5. Temazo de New Order, aunque no soy experto ni mucho menos en su trabajo (Vic en cambio es un gran fan). Tengo mogollón de maxis suyos en vinilo que compré de segunda mano, la verdad e que si a alguien le interesan los podemos intercambiar, nunca los escucho. Eran un gran grupo pero al final ya era un rollo super hortera, con giras de reunión cuando ya no venía a cuento, el típico caso de grupo inglés incapaz de asumir que es mejor dejarlo a tiempo que seguir indefinidamente y cargarte tu leyenda. Me gusta mucho el "Power corruption & lies" aunque jamás los escucho porque son uno de los grupos de cabecera de cierto colectivo social que me da grimilla... aunque en general ese sonido FM ochentero me encanta, las canciones de la radio de aquella época, sobre todo el "Left to my own devices" de Pet Shop Boys me parece un clásico universal, la versión extendida de 8 minutos es celestial, creo recordar que producida por Trevor Horn.
    El tri repetae es tremebundo, está claro que esa belleza ruda es lo que gusta en este blog. seguiré sobre ellos.

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  6. Aprovecho el impasse para explicar aquí la primera entrada del hilo sobre polirritmo, en el que colgué los cuatro temas que componen el clásico "Red Light district" de Female, de manera supongo que sorprendente porque se trata de música muy cuadriculada, 4x4 muy riguroso, y en principio antitética a la idea de una polirritmia. Sin embargo esas cuatro canciones tienen un común una característica habitual en todo lo que hace ese genio que es Peter Sutton: están pensadas para ser escuchadas de dos maneras posibles, en función de dónde el oído sitúe los acentos. Creo que es difícil de explicar pero el que lo haya experimentado sabrá a qué me refiero. Por ejemplo "In Istambul" está construida sobre un loop de 4 pasos, ese sonido aflautado que recorre la canción... bien, pues si uno hace el esfuerzo cognitivo de desplazar un paso el acento, escuchará un loop diferente. De hecho si os fijáis al principio de la canción "sobra" un paso, el que antecede a la entrada del loop, y luego cuando empiezan los bombos sobra otro paso... ojalá pudiese explicarlo pero es algo que hay que experimentar. Yo me dí cuenta pinchando el tema, el traktor unas veces me lo situaba en una posición y otras veces me lo desplazaba un paso, con lo que el ritornello, el fraseo, suena muy diferente. Es algo así como el viejo juego de "Monja-jamón", si uno lo repite indefinidamente hay quien escucha monja, y quien escucha jamón, pero nunca ambas cosas a la vez. Es la esencia del concepto polirritmo. El caso es que los cuatro temas de ese ep siguen ese principio compositivo, se pueden escuchar de dos maneras, aunque el más difícil es "In Valencia", al que cuesta mucho encontrarle la duplicicidad porque creo que hay que cambiar un paso el bombo. En realidad es una pijada, pero como juego cognitivo que explica cómo el cerebro mastica la música /(y los relatos en general) es maravilloso: cuando uno empieza a escuchar la canción en "modo B" es una sensación muy curiosa, como una epifanía, descubrir que habías estado escuchando un discurso del modo equivocado. En fín, una chorrada, pero muy divertida.

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  7. Ok. Creo que está muy bien explicado, pero también creo que para experimentarlo es necesario escucharlo bastantes veces. Eso me pasó a mí escuchando el "Rapid eye" de Regis y Ruskin, que lo escuchaba a todas horas como un mantra con el que dejaba mi mente en blanco concentrándome en el ritmo, así que al poco tiempo descubrí que dependiendo de mi estado de ánimo me concentraba en un ritmo diferente. Ciertamente es muy curioso. Aunque más curioso resulta cuando alguien dice algo y quien le escucha entiende lo contrario. Cosa que a veces también me pasa, dependiendo también de mi estado de ánimo, claro :-)

    http://youtu.be/6O1jP67uEXk

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  8. Algunas canciones techno presentan un ritmo arrítmico (anti-intuitivo) que, en progresión, es una parte de un todo.
    Ese "Truco" es extremadamente viejuno y, por su propósito , en perspectiva resulta empalagoso por lo sumamente utilizado.
    Dios, cuánto echo de menos un new homework!!!
    Sobre N.O. no te esfuerces César: ni mutis.
    V.

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  9. doy por zanjado el tema y todos los temas.
    -obsrvr

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  10. ???? :No te pongas tremendo, bájate ésto y aceptemos nuestra vejez, no por "Out", sino por hastío:
    http://nodata.tv/72130
    Un besazo.
    V

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    Respuestas
    1. victor, además de vieja estoy avinagrada y refunfuñona. no en serio, necesito descansar el blog para darle otro aire pero siempre acabo volviendo... en fín, te dejo, que supongo estarás extasiado con el disco de MBV -obsrvr

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    2. Extasiado???? Es un jodido truño. Con Loveless tuvo su gracia, ahora sobran.
      Felices vacaciones.
      V

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  11. Efectivamente Vic, ese “truco” es muy viejuno porque los significantes -las formas- van a su aire, desligándose de vez en cuando, y afortunadamente, de su significado, es decir del significado que nosotros intentamos darle. Y cuando se le pretende “manipular” desde el exterior, él se sigue riendo del significado que se le intente dar.

    Decía Dalí -creo que en su autobiografía- que desde pequeño él tuvo la facultad de ver en las paredes, en las pinturas y en las formas en general, otras formas que le sugerían otros significados.

    Lo anti-intuitivo no puede ser nunca viejuno, a no ser que se le intente dar un sentido -como tú dices-. Pero creo que el hastío está en querer darle siempre el mismo sentido o significado. Y para mí la evocación de algunas canciones de hace treinta o cincuenta años no es nostálgica, sino que tienen la capacidad de actualizarse a sí mismas y de actualizarme a mí. Si la música es capaz de descontextualizarse, también debería de tener esa capacidad sobre mí. Supongo que para eso sirve el arte, no sé.

    Observer... decía Savater en su ensayo sobre Cioran que “la lucidez es un penoso equilibrio en el que no podemos mantenernos largo tiempo, algo así como alzarse de puntillas para atisbar por encima de una tapia, sabiendo que no podremos perseverar en tal postura largo rato. La principal e indubitable certeza que alcanza el lúcido es que dejará de serlo”.

    Pero para tener siquiera la posibilidad de otro momento de lucidez, yo también creo -o más bien interpreto lo que dice Savater- que es preciso dejarse arrastrar por el delirio colectivo de cualquier tipo de “normalidad”. Porque de lo contrario, obviamente, la lucidez termina por transformarse en otro tipo de “delirio”.

    Sólo es una reflexión, claro.

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