lunes, 18 de febrero de 2013

) ) ) eco ( ( ( sistema ) ) ) #7: de_estética



ecologismo verde, ecologismo multicolor

La coral de instituciones y categorías ideológicas que conforman el archipiélago de la modernidad, haciendo gala de su histórica y admirable capacidad de adaptación a los desafíos de cada época, están promoviendo subrepticiamente la revolución de la sostenibilidad como una oportunidad para perpetuarse, según aquella vieja estrategia del Gatopardo de cambiar algo para que todo siga igual. Todas las fuerzas vivas de nuestra civilización se están remangando la camisa para conducir el cambio de paradigma en curso, suficientemente abierto y multidisciplinar (la sostenibilidad enreda tecnología, estética, espiritualidad, economía y todo lo demás) como para que todavía pueda resultar en escenarios muy diversos: por ahora, cada uno de los implicados intenta arrimar el ascua a su sardina o, dicho más prosaicamente, sacar la mayor tajada posible en el nuevo reparto del pastel. Universidad y empresa, tecnología y arte, política y finanzas, ciencia y capital, se han dado cuenta de que garantizar la continuidad de su fortaleza les exige apropiarse de ese huracán de lo ecológico que se intuye en el horizonte pese a ser todavía una tímida ventisca, y quieren asegurarse de que la eventual instauración de una civilización sostenible perpetúe la ordenación actual de lo real: los que estén al tanto de la producción intelectual anglosajona habrán advertido que los poderes y saberes están sacando su artillería pesada para que la economía verde se efectúe bajo plan, y no suponga una amenaza a las líneas maestras del status quo actual. En su enésima exhibición de versatilidad y capacidad de adaptación a los requiebros de la historia, el capitalismo se ha puesto las pilas con muchísima celeridad para sobrevivir a la inminente revolución energética que, o bien es minuciosamente gestionada y ordenada por los poderes fácticos, o bien éstos pueden ver sus estructuras hechas añicos ante las urgencias que vendrán con lo que se avecina. Marx tenía mucha razón en su admiración por la capacidad del capitalismo para mantener siempre la sartén por el mango, dándole la vuelta a todas sus amenazas para hacer de ellas oportunidades de crecimiento y expansión de límites… cuya única cortapisa puede ser la acción cívica.

 
El inminente “Capitalismo verde” no va a pillar desprevenidos a los que reparten el bacalao, y la sutileza con la que preparan el terreno evidencia que se están tomando el (aparente) cambio de paradigma muy en serio: algo está pasando cuando los archiduques del marketing y el I+D industrial han dado un golpe de timón de 180 grados y ahora concentran toda la potencia de sus motores en la gestión del advenimiento irrefrenable de la conciencia ecológica. De un modo u otro el cambio de panorámica implícito en lo que está por llegar (el fin de la economía del petróleo y el reparto global de la cadena de producción que llevaba parejo) es suficientemente severo como para que pueda suceder cualquier cosa, y lo que muchos vemos como oportunidad para la revolución de las conciencias corre el peligro de quedarse en mero aggiornamento epidérmico de las estructuras del dinero viejo. Pero no quiero ser pesimista en ese sentido: se están produciendo estudios científicos y culturales muy potentes que, al margen de las fuerzas que los promueven, nos ofrecen herramientas fantásticas que pueden servir como armas de resistencia (y de verdadera vanguardia) si sabemos aprovechar su potencia subversiva.


Este delicado zeitgeist de incertezas queda muy bien reflejado en el debate que dejo enlazado al final del post, que con la excusa de la estética de la sostenibilidad pone encima de la mesa varios temas cruciales que a muchos nos estaban pasando inadvertidos. Para empezar, porque se reflexiona sobre cómo lo que en algún post llamé “ecologismo reaccionario” está siendo monopolizado y capitalizado por los conservadores como instrumento con el que naturalizar un determinado orden ideológico e imponerlo como “la realidad” positiva. Ya hemos hablado de cómo el gran debate de fondo de la dramaturgia ecologista es acotar con precisión aquello a lo que llamamos “naturaleza”, y cómo un concepto tan difuso y problemático redunda en desconciertos por ahora irresueltos: a veces lo “natural” no es “sostenible”, a veces lo “sostenible” no es “ecológico”, y a veces lo “ecológico” se da de tortas con lo “biológico”, y a toda esta ensalada de dominios hay que añadir (y repensar éticamente) lo antropogénico. Vuelvo a lo de siempre: IMHO la metafísica mejor habilitada para resituar la posición del hombre en continuidad con la ¿naturaleza? es la de Spinoza, que puede ser instrumentalizada desde morales muy diversas y por ahora en pañales.
El debate en cuestión está muy bien y se enumeran concisamente muchos de los nudos que hemos de desmadejar inmediatamente, aunque considero que para que la lógica de estas cuestiones se desarrolle en plenitud hay que hacer pie en las aguas más profundas de nuestra cosmovisión: hasta ahí no llegan los ponentes de esta charla, todos muy bien instruidos en sus respectivas disciplinas pero a los que encuentro deficitarios de verdadera hondura. Plantean el problema de la ecología desde la fricción entre estética y ciencia (hay pasajes muy interesantes sobre la compatibilidad entre la “mirada estética” y la mera aprehensión razonada en la cognición de un objeto) y salen a colación muchos de los temas que han de resolver ya mismo los diseñadores y arquitectos… pero las reflexiones resultan algo tibias si, tal y como especulamos por aquí, la nueva conciencia ecológica se confirma ni más ni menos que como el colapso de la milenaria escisión cultural entre nurtura y natura, probablemente uno de los más longevos cimientos epistemológicos de la cultura occidental tras 2500 años incuestionado. Revertir esa fisión y promover una fusión de naturaleza y artificio (con todo el espectro de matices que albergan ambos términos, juntos y por separado) dará lugar a lo que los físicos llaman una “singularidad”, es decir a un escenario en el que las leyes habituales dejan de funcionar y emerge una legislatura desconocida que nos sitúa ante el abismo de lo radicalmente nuevo. El ecologismo no será verde, sino multicolor.
En cualquier caso, el video es testimonio de un debate encantador y crucial a día de hoy, que recomiendo especialmente a todos aquellos que, como los arquitectos, hayan de hacer encaje de bolillos entre lo científico y lo estético. ¿O ya no? Estemos en guardia porque, no me canso de repetirlo, la tesitura real es literalmente la de volver a negociar el reparto entre lo divino y lo humano. Pregunta viva, debate más que recomendable.

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Post scriptum
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Centrándonos sin más dobleces en la cuestión estética, el debate expone un par de ejemplos de hasta qué punto es importante la seducción: hablan por ejemplo del caso de una cubierta verde (el acabado superficial son vegetales vivos) que, pese a su apariencia ecoeficiente, termina por resultar ruinosa en términos de sostenibilidad pues no cumple su función de abrigo de la intemperie, y consume mucha más agua, trabajo y recursos que una cubierta “sucia” de toda la vida. Otro caso igualmente inquietante es el de un coche de bajo consumo tan ecológico como el que más, pero que fracasa en el mercado frente a los competidores de su misma gama precisamente porque su apariencia no dejaba suficientemente clara su sostenibilidad: los ecologistas compraban en lugar de ese coche otros quizás menos eficientes, pero de apariencia más “eco-friendly”. Ambos ejemplos me resultan interesantísimos porque traen a colación un tema tratado con tan poca cintura por los arquitectos como es la sutura entre “ser” y “parecer: cualquier compañero me dirá sin titubear que una buena cubierta es la que realmente ahorra recursos independientemente de que ello sea perceptible estéticamente por el usuario… pero yo eso no lo tengo tan claro, pues la función estética en cuanto ejercicio de reparto de lo real me parece de importancia similar (o superior) al ecologismo “científico”, sobre todo al hilo del subsuelo metafísico que se insinúa en estas aporías.
Un “coche ecológico” ha de ser algo más que un coche que consume menos recursos… es importante que vehicule también su propio diccionario icónico y estético, unas estrategias autónomas de presencia: la retórica importa, por más que las memeces del Movimiento Moderno hayan convencido a muchos (a casi todos) de lo contrario. Mi idea de lo sostenible no consiste simplemente en consumir menos, sino fundamentalmente en sentir y valorar la vida de otra manera, en todos sus regímenes y dominios… y también en el simbólico, claro. El repertorio semiótico de la estética ecológica está por determinar, y no podemos ser tan idiotones como para pensar que de lo que se trata es de estirar la tecnocracia del proyecto Moderno cambiando únicamente el molde tecnológico pero no el existencial. Es un tema especialmente crítico que merece ser matizado pausadamente, en otra ocasión.

4 comentarios:

  1. Ok. Estoy muy de acuerdo en que la revolución no será verde, sino multicolor. Tan multicolor como la exterminación a la que se autosomete el capitalismo, convirtiéndolo todo en capital circulante indiferenciado e indiferente a sus efectos.

    Los hay quienes intentan separarse del sistema y sus mortales efectos -los hippies y los nuevos ricos-.

    También los hay quienes combaten al sistema para reivindicar otro alternativo o sostenible -pero cualquier nuevo sistema va a tender también a su propia desaparición (aunque esa es otra historia, claro)-.

    Y luego están los que evidencian la liquidación que está llevando a cabo este sistema -estos son los más necesarios e interesantes, creo-.

    Ahora bien, IMHO cualquier forma de seduccción -ética, lógica, estética o metafísica- que requiera nuestro esfuerzo, debería de ser puesta de inmediato bajo sospecha. Aunque para eso existe el humor supongo, para anular esta cultura milenaria del esfuerzo redentor, tan falso como obnibulador.

    (especialmente revelador del minuto 15.30 al 18.15 -aunque todo el vídeo es tristemente gracioso :-)


    http://youtu.be/PgJf1ogLDag

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  2. aissss... me veré la conferencia que linkeas, espero que no sea especialmente horripilante porque soy muy aprehensivo con esas coisas. Por cierto estos días he leído en prensa una historia super bizarra de una sidrería de Gijón en la que uno de los camareros por lo visto envenenaba a sus compañeros por un móvil aún por esclarecer. Además creo que conozco el local pues cuando iba por allí me llevaban siempre a esa encantadora plaza!!! (es un asunto frivolote ya lo sé, pero esas estrambóticas patologías sociales por las que se desborda la angustia de la vida mediocre, me fascinan). - Observer

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  3. http://www.lavanguardia.com/sucesos/20130213/54366681795/detenido-empleado-bar-gijon-acusado-envenenar-comida.html

    una metáfora perfecta del hecho de que, decididamente, uno ha de sospechar incluso de lo que come (¿puede haber una civilización más enferma que esa?)

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  4. Eeeeey, si eres aprensivo sin hache intercalada, mira sólo el chiste del minuto 15.30, porque dicen que el efecto nocebo es muy superior al del placebo.

    Si eres aprehensivo con hache intercalada ¡felicidades! Y te añado a un divulgador de teorías alternativas que está teniendo furor últimamente. Hasta le han detenido últimamente en Ibiza creo, por corromper a “la juventud” -como diría Goucho Marx-. Así que he visto algunas conferencias suyas y dice cosas curiosas; como que la industria farmacéutica tiene más beneficios al año que todos los bancos juntos, o que toda la industria de la alimentación y el petróleo juntos.

    Como menú degustación -sin tóxico alguno :-) yo me quedaría con un par de trocitos:

    del minuto 4.10 al 5.20

    y del minuto 11.00 al final


    http://youtu.be/sJsxL6FQm-Q


    PD: Sus teorías de la conductividad física o energética del cuerpo resultan muy sugerentes, y no sólo en salud, sino también en otros ámbitos.

    Bon Appétit!


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