viernes, 22 de febrero de 2013

polirritmo, polifonía #6: Diálogo plástico



la dialéctica imposible

Hace unos días hubo en un grupo de facebook sobre Gilles Deleuze una polémica en torno a un pobre hombre que tuvo la osadía de publicar un libro relativizando la incompatibilidad entre dialéctica y deleuzianismo, desatando una airada tormenta de reproches de la que tuve noticia por otros blogs: la congregación de los iluminados por Nietzsche puso el grito en el cielo ante una especulación según ellos tan peregrina como indignante, por cuanto sólo puede ser planteada desde la absoluta incomprensión del modelo de devenir esbozado en la Sagrada Escritura “Diferencia y repetición”. Más allá de la inconsistencia de los acérrimos de Deleuze que se definen como radicalmente ant-hegelianos (puesto que “anti” es una postura dialéctica), se trata de un debate muy profundo porque la de fondo fondo es determinar si es posible la afirmación pura sin el recurso de la negación. Ese problema es una de las críticas más inmediatas que se derivan de la lectura de Dif/Rep: todo el libro es prolijo en amplísimas refutaciones de ideas de otros pensadores (Kant, Husserl y Hegel especialmente), cuya recensión sirve a Deleuze como “localizadores”, por distanciamiento, de su propia filosofía. Es decir, al final la única manera de comprender el concepto de “diferencia” que propone es midiéndolo y distinguiéndolo de las concepciones previas sobre el mismo concepto. Lo cual, como digo, es una postura tremendamente dialéctica. Hace años, tanto Zizek como Badiou ya cuestionaron el supuesto inmanentismo de la multiplicidad como etiqueta definitiva para Dif/Rep sin armar tanto revuelo, pero supongo que por aquel entonces las huestes rizomáticas no estaban inmersas en la deriva de integrismo deleuziano monocromo que ha hecho del francés una lectura que tributa a su propia Academia y por tanto muy poco apetecible.


A veces creo que la mayoría de lo deleuzianos militantes no han leído al mismo autor que yo, o mi lectura es completamente equivocada. Pero siendo consecuentes con la absoluta fidelidad al principio spinozsta de la afirmación como motor de todo su pensamiento, el deleuzianismo no puede  permtirse de ninguna manera afirmar que ningún otro filósofo está equivocado, porque el pensar no decide su éxito más que por las consecuencias inmanentes de su ejercicio: no puede haber filosofía "equivocada" como tampoco puede haber ninguna acertada en términos absolutos. El tipo de “plano de inmanencia” propuesto en “¿Qué es la filosofía?” deja muy claro que cada sistema filosófico se mide únicamente consigo mismo, es un campo de consistencia que se enriquece y reverbera con otros planos, pero que en última instancia es autosuficiente y único en su dominio. El pensamiento, tal y como viene modelizado en “La imagen del pensamiento” en Dif/Rep, es anterior y más profundo que el mero logos, su dominio inmanente es fundamentalmente estético y conjuga objetos y afectos (es el logos el que los separa), por tanto en ningún caso podría Deleuze “desmontar” a Hegel porque 

el deleuzianismo impide el desmontaje de ningún sistema, 

a no ser que lo haga como ampliación o delimitación del sistema propio. Una ampliación que, en cuanto dialéctica, es incompatible con la idea de diferenciación que articula todo el proyecto deleuziano, y que la resumía como estricta afirmación de intensidades algo que a menudo olvidan sus más acríticos seguidores. Soy de los que creen que la virulencia crítica de Nietzsche contra la metafísica conduce al ensimismamiento de considerar, con Ana Torroja, que lo que opinen los demás está de más, porque pensar no es una ruta hacia las verdades sino hacia los hechos, soberanos inmanentes de la legitimidad filosófica. Deleuze puede aspirar derrocar a Hegel por sus consecuencias, pero no por sus ideas: ¿han olvidado, amigos deleuzianos, el significado del "empirirsmo trascendental"? Constructivismo pragmático, no crítica dialética.

Hace unos días alguien preguntaba en Facebook al respecto del activismo político: ¿Hegel o Deleuze, la Unidad o el rizoma? En mi opinión esa propisicón se lleva a cabo en forma hegeliana, pues propone una lógica oposicional que nos sitúa ante una elección binaria que, conforme al deleuzianismo estricto, opera por inaceptable negatividad. Por ese motivo empecé a sospechar de la inconsistencia del sistema metafísico deleuziano: está atrapado por todos los frentes por paradojas dialécticas para las que está esencialmente impedido, que le son prohibidas. Y es que en su corazón ontológico (el vitalismo radical de la pura afirmación del tiempo) no está habilitado para el diálogo, y por tanto en mi opinión queda políticamente anulado. Toda la literatura y activismo políticos en la estela de Foucault, Negri, Deleuze y demás están categóricamente privados de la potencia de dialogar, lo cual resulta letal en una época de tantas fricciones entre culturas como es la globalización, para la que el modelo rizoma no tiene más respuesta que la propia afirmación: es la misma lógica del capitalismo, que no considera que lo que afirma, su expansión, tiene límites y afuera, como “afuera” hay para el rizoma. Ya dije en alguna ocasión que IMHO “La imagen del pensamiento” y su crítica de los dogmas impide el desarrollo de ninguna forma de lo común  más allá de la simultaneidad efímera y local: no se propone sólo la ausencia de un  principio desde el que pensar, sino también de un suelo, de un “plano de consistencia” como territorio de consenso para lo diverso. Y a mayores de esta falla (y seguramente a resultas de ella), también impide una instancia tan apasionante como es el diálogo.



Últimamente estoy muy fascinado por Hegel, un pensador que me ha costado entender pero cuyo sistema metafísico me parece el más completo de los que conozco, por más que las lecturas habituales que circulan por ahí (casi todas devaluándolo con Foucault en la mano) no lleguen a explicar en toda su potencia la versatilidad de su método. Tal y como lo entiendo (especialmente gracias a las liadísimas lecciones de AlexandreKojeve), la dialéctica es una fenomenología del diálogo, algo así como una metafísica en la que la realidad viene considerada como negociación. Su filosofía de la naturaleza postula que ese "diálogo" no es un efecto del lenguaje o la comunicación sino que es la naturaleza la que se autoproduce como negociación continua de sus partes, que tal y como lo entiendo sólo es posible mediante una concepción del tiempo diferente a la de Spinoza (verdadero origen tanto de Hegel como de Deleuze): para el alemán, el tiempo se da como negación del presente, y no como esotérica afirmación del futuro. Es un cambio de paradigma ingeniosísimo que se presta a teleologías bastante más elaboradas que la que desarrolló el propio Hegel, que muy torpemente se sacó de la manda su perezosa idea del progreso que conduce al fin de la historia.  La postura hegeliana habilita ideas tan excéntricas y sugerentes como la de los "Atractores futuros", que permiten pensar el paso del tiempo y el acaecer de los acontecimientos desde una concepción de la cronología que permite especulaciones loquísimas
Estoy con los pensadores contemporáneos que creen que Hegel está por descubrir todavía, una vez se prescinda de sus lamentables deducciones políticas y se repiense la potencia de la negatividad en relación al tiempo. El vitalismo spinozisma asume, ya que el devenir de lo real es estrictamente afirmación, que el tiempo es un contenedor vacío, que el futuro es un “página en blanco” sobre el que puede irse desplegando esa afirmación que, para serlo realmente, exige el "Imperar", sin duda el concepto más oscurantista de Dif/Rep: existe el azar, la posibilidad de una afirmación que no sea el reverso de una negación implica que lo real se expande, que el cosmos crece en el tiempo. EL Nietzsche de Deleuze afirma, según lo entiendo, que como proceso a su expansión paralelo el tiempo destruye, no se acumula sino que sencillamente deviene y así se pierde, lo cual deja sin resolver el problema de la acumulación de acontecimientos mediante la memoria, que es precisamente el motor del hegelianismo. La dialéctica, como fenomenología, afirma que el tiempo "progresa" porque lo vivido es una forma de continuidad. No sé hasta qué punto el deleuzianismo es consciente de que para que lo real sea irreducitible a la negatividad (aquello que destruye el tiempo) lo afirmativo ha de traer un “plus”, y eso es una idea inflacionaria del devenir: si pasado y futuro no son equivalentes, si lo construido y lo destruido no pueden intercambiarse, la “vida” es un plus, un constante big-bang. La vida es plusvalor, siempre sucede trayendo algo "a mayores de lo que hay".
Hegel en cambio propone que lo real no crece ni se destruye sino que dialoga consigo mismo: hay una totalidad que no crece, y esa totalidad viene “despiezada” en objetos que se relacionan en respectividad (concepto precioso y muy utilizado por Zubiri): lo real es el conjunto de todas las instancias relacionadas mutuamente, unidas en un mismo “cesto” (la realidad) del que nada entra ni sale, ni siquiera el tiempo. Las fuerzas que atraviesan esa totalidad (lo Absoluto o el dominio en el que estamos inmersos, el conjunto de todas las cosas e ideas que pueden dialogar entre sí, todo lo existente) son el resultado del devenir, o el diálogo entre el ser y la nada. La figura más potente del hegelianismo a este respecto es eso de la “negación de la negación” como definición de la conciencia, y que como digo es un diálogo del que la identidad surge como negación.
Creo que la dialéctica negativade Adorno intentaba desactivar el conservadurismo y estatalismo de Hegel trayendo a escena algo así como el eterno retorno de Nieztsche, o un devenir que no termina nunca de resolverse en pacíficas identidades sintéticas, sino que se perpetúa como continua inquietud y autonegación: una pirueta un poco cutre que buscaba desactivar la idea de progreso (insostenible tras el Holocausto) a costa de traicionar la fundación de lo dialéctica en la experiencia, su condición fenomenológica.
Me gusta la dialéctica de Hegel porque es permisiva con la identidad, y he ahí la gran fuerza de su sistema: es una fenomenología, dato crucial que muchos parecen olvidar, que permite considerar que el mundo que nos rodea está poblado de entes que son lo que son y no se transforman más que cuando un diálogo compromete su continuidad. Es decir: es una fenomenología del diálogo con el mundo que no siempre ha de ser resuelto por la vía de la negación ni la afirmación, pues la síntesis como negación de la negación permite que las cosas, tranquilamente, sean. Tanto Adorno como Deleuze y Foucault llevan a cabo una sublimación tan acrítica del devenir, lo transitorio y lo mutable, que imposibilitan la viabilidad metafísica de aquello que, simplemente, no tiene por qué cambiar. Y en ese sentido, la obra de Hegel me parece mucho más madura, ya que como digo plantea la realidad como diálogo... lo cual exige considerar (cosa que no hacen los posestructuralistas vitalistas) que el límite de nuestra acción no es nuestra potencia ensimismada, sino la solidaridad con el otro.


El diálogo es un proceso afectivo. La dialéctica de nuestra relación con una silla, o con un blog, o con alguien a quien acabamos de conocer, es un proceso de afectos multivalente y bidireccional, del que participamos en calidad de agentes y pacientes (activos y pasivos, productores y producidos) que, en la experiencia es siempre respectividad, interacción. No sólo los conceptos son producidos dialécticamente, sino en conjunto de la realidad, pues cada una de las cosas que nos pasan, los encuentros que nos transforman, los amores que nos atrapan y los que atrapamos, lo que observamos y lo que tenemos de contemplados, se efectúan como un diálogo de diferencias que deciden armonizarse en un compás común. Un diálogo con alguien es como un ballet común en el que se comparten protocolos y signos, y que da lugar a un espacio sinfónico (composición de diferencias) o más bien polifónico (pues a menudo no participamos en diálogos de a dos, sino en los que concurren muchos participantes). Hacer del diálogo la base de un sistema metafísico me parece, además de imprescindible para una civilización de la convivencia, una tentativa preciosa, máxime cuando precisamente lo que lo anima es la diferencia y su acuerdo (la síntesis). Evidentemente, los matices de este planteamiento son muy complejos, pero su base es el principio tan poco apetecible hoy en día como es el de la conciliación. ¿Demasiado aburrida?
Deleuze nunca participaba en debates, en infinidad de ocasiones reconoció detestarlos, pues la estrategia de su pensamiento y su concepto de consistencia lo convierten en un soliloquio autosuficiente que sólo permite formas muy tibias, fáciles e inmediatas de lo que llamaba "alianzas", en el caso únicamente de una convergencia de intereses. La divergencia sólo puede ser resuelta, en su literatura, mediante la táctica de la fuga.


No me extiendo más, pero sí quiero comentar un nuevo descubrimiento intelectual que se me ha presentado al hilo de estos temas, y es el concepto de “plasticidad” tal y como es planteado por Catherine Malabou a propósito del futuro de Hegel. El problema de la dialéctica hegeliana es que su idea de síntesis es inflacionaria (la realidad como acumulación a través de la negación y la negación de la negación) lo cual le conduce irremediablemente al “fín de la historia” como estadio último en el que ese proceso de depuración alcanza su límite y ya sólo queda lo absoluto indiferenciable. Su teleología se construye como sucesión de momentos críticos en los que las identidades son cuestionadas y de las que saldrán transformadas y a la vez fortalecidas: el proceso dialéctico es un aprendizaje y no sólo la mera concatenación errática de instantes a la deriva, pues la memoria y la producción de conceptos se encargan de mantener las causas en las consecuencias. Sin embargo hay una manera de salvar este paso tan comprometedor, y es el concepto que propone Malabou de “Plasticidad”.
Para Malabou, el devenir dialéctico es un proceso plástico en el que, utilizando las categorías aristotélicas de materia y forma, la materia de la dialéctica es la forma. Sirviéndose de este concepto de plasticidad (que, además, toma de la neurociencia el axioma de que el cerebro humano es una estructura plástica en continua auto-producción en diálogo con el entorno) y combinándolo con métodos propios de la deconstrucción, elabora un discurso alrededor del concepto de “epigenética” que matiza la distancia entre Hegel y el mundillo Foucault / Deleuze. Hay un montón de charlas suyas en Internet pero por desgracia la doña no es una oradora especialmente apasionada ni convincente, pero en cualquier caso nos quedamos con su muy sugerente concepto de la “plasticidad” y el amplio espectro de figuras que insinúa, pues como ya sabemos los que hemos calculado estructuras, el “límite elástico” es aquel punto a partir del cual un componente deja de comportarse como lo hacía, pasando a deformarse plásticamente y por tanto deviniendo otra cosa: un devenir que, como resultado de una fuerza exterior, es consecuencia de un diálogo. Una imagen muy bonita cuya metáfora más exacta es el acero, material que en su licuefacción es moldeable para adaptarse a cualquier forma, pero que tras su endurecimiento da lugar a una identidad sólida que sólo se pierde cuando sobrepasa su tolerancia a la elasticidad.

Pulsando sobre las imagenes tenéis algunas conferencias de Malabou, quizás plúmbeas pero muy sugerentes.

7 comentarios:

  1. Interesante entrada, pero sólo un hegeliano puede meter a Deleuze, Foucault y Adorno en el mismo saco sin sentir como mil cuchillos le apuñalan en silencio. Pero claro, es que si ves en Hegel solidaridad política —lo cual en Kojève puede estar hasta cierto punto, pero Kojève no es Hegel como Deleuze no es Nietzsche— poco puedo decir: tu lectura es tan sui generis, que no termino de entenderla. Por eso, un poco después, te haré unas preguntas para ver si consigo cuadrarlo.

    Por lo demás, la crítica de Deleuze es muy legítima y lógica, pero como ya dije con Foucault y Adorno erras el tiro de largo. Mientras Foucault pertenece simple y llanamente a otra tradición de pensamiento con el cual difícilmente puedes conectar a Deleuze o Hegel —con lo cual no digo que no pueda ser criticado, sino que si hay criticas hacia él desde el hegelianismo lo debería ser por su pensamiento específico y no por una generalidad—, el caso de Adorno es incluso más sangrante: lo que propones está más cerca de su dialéctica negativa que de la dialéctica hegeliana.

    Eso sin contar uno de esos maravillosos problemas típicos de la época, que es el problema (o uno de los problemas) que Deleuze intenta evitar en su permanente evasión: el solipsismo. Con Hegel, si no hay Dios, Espíritu o Fin de la Historia, no sabemos que el mundo existe; volvemos al cartesianismo.

    Como me resulta interesante esta deriva tuya hacia Hegel —que no significa que la comparta pero, a diferencia de Deleuze, a mi me encanta discutir—, me gustaría hacerte tres preguntas. ¿Cómo conjugas la posibilidad de la crítica cuando para Hegel el Estado es la forma más elevada de ética y libertad sobre la que los demás debemos someternos?¿Cómo conjugas esa posibilidad de crítica con el hecho de que el Espíritu Absoluto se represente como religión? Y por último, ¿cómo evitas el solipsismo?

    las dos primeras preguntas me interesan porque chocan frontalmente con tu propuesta política, la tercera porque el idealismo hace imposible que exista el mundo externo: o existe el Espíritu Absoluto aka Dios que produce la certeza del mundo externo, o no existimos. Como entenderás, volver a Descartes no me parece una opción.

    Aunque no puedo negar que las preguntas son un poco maliciosas, lo hago sin pretensión de atacar: tengo una sana curiosidad por saber como las resuelves. Quizás así pueda entender mejor tu defensa enconada de Hegel.

    ¡Un abrazo!

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  2. A ver, me explico. En general mi planteamiento es completamente anti-nietzscheano porque eoy determinista, no creo que exista algo así como el azar o la contingencia, y en el caso de existir presentaría muchísimos problemas. Lo del eterno retorno al menos como viene planteado en el libro de deleuze sobre nietzsche, a mí no me convence. Creo en el destino, confío en él, es una intuición personal legítima y quizás por deformación profesional creo en un cosmos ordenado, mucho más que en un caosmos. Por eso meto en el mismo saco a Foucault y a Deleuze, porque (al menos tal y como los leo) ambos se sacan de encima la idea de "progreso" para empezar a filosofar.

    La idea de "destino" que propongo implica que lo real puede leerse no sólo desde el pasado al futuro, sino también del futuro al pasado: para que esto no sea posible, es necesario el "plusvalor" de la vida imperante, que me parece la jugada más cutre de deleuze porque ese vitalismo me parece una superchería. Y esa posibilidad está más presente en Hegel, que habla de la realidad como si fuese "succionada" por el destino inexorable, un destino que se va realizando como diálogo de fuerzas. Pero la clave, inisto, es que se trata de una fenomenología. No hay "eterno retorno" en la medida en que mis recuerdos no desaparecen, se quedan, se sintetizan en mí, no se borran, es mentira que (al menos en la experiencia) la realidad devenga como una piedra rodante: hay sentido, habitamos el sentido, lo producimos y por tanto es producido por la relidad (pues nosotros somos producto de la realidad, y lo que hacemos no nos pertenece, somos ventrílocuos de la voluntad de lo absoluto, del conjunto de todas las cosas que existen). Esto suena a rollo religioso absolutamente, pero es que aquí donde me tienes soy un tío muy muy religioso a mi manera y creo que el nihilismo es sólo un período más del devenir de la cultura. SUpongo que eso me inhabilita para especular, pero me da igual porque no soy filósofo.
    (sigue)

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  3. El problema de Hegel es efectivamente su teoría del estado que es una patochada, pero es que no entiendo por qué confía en que el proceo dialéctico se paraliza en ese momento, en ese sentido estoy en desacuerdo con él, y muchos otros pensadores también por ejemplo Adorno, del que me distancia que (según entiendo la dialéctica negativa) su idea del tiempo es más en plan nietzsche. Pero sí que creo con Hegel en que no hay que rendirse al devenir y se le puede poner coto: estoy harto de cómo el cpitalismo nos obliga permanentemente a rendirnos a la idea de que "todo cambia" y no hay más que un presente eterno que no va a ningún lugar. Personalmente he llegado a una edad en la que hay muchas cosas que ya no quiero cambiar ni repensar, a no ser que mi dialéctica con el mundo me obligue a ello.
    Que el espíritu absoluto se presente como religión me parece fenomenal, yo siempre digo que me sorprende la cantidad de spinozistas que hay por ahí y que precinden de su teísmo, es que Spinoza está todo el tiempo hablando de Dios y no de otra cosa, Deleuze en ese sentido únicamente le "cambia el nombre" pero en la medida en que salva el orden de atributos,modos etc. la sustancia a la que se refiere puede ser considerada divina.
    Ya sé que es una marcianada mística lo que digo, pero si de verdad no hay un sentido para la realidad, al menos quiero buscarlo aunque al final llegue a la conclusión de que efectivamente el big-bang fue una casualidad, las leyes del cosmos son una casualidad, y el hecho de que esté escribiendo esto ahora mismo es casualidad.
    Respecto al solipsismo, creo que no e puede evitar desde la filosofía, pues es una experiencia. La experiencia de lo real es solipsista nos pongamos como nos pongamos, cada uno vive una realidad experimental que se va transformando dialécticamente pero de la que nada entra ni sale, como dominio "la realidad" está cerrado, no crece, es siempre el mismo territorio, ayer y mañana comparten el mismo "cuerpo", la realidad. No sé, espero seguir dándole vueltas a estas cosas, aunque sólo sea por el hartazgo ante los blogs deleuzianos enajenados que parecen custodios de una verdad absoluta cuando la génesis de su sistema es una idea constructivista de la verdad. Seguimos para bingo!!! un abrazo!!

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  4. (matizo: soy religioso pero no cristiano ni nada que se le parezca; más bien panteista, en el sentido de que hay una "sustancia suprema" e infinita que es la Realidad, y que tiene conciencia: la nuestra, la de cada uno. Al final decidirse religioso o no es, en gren medida, una postura retórica que depende de cómo llamemos a las cosas, porque hay algo indudable: existe realidad cuando la ciencia cree más bien que debería no haber nada, y a partir de ahí se le puede llamar de mil maneras)

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  5. ah y por último: agradezco cualquier recomendación de críticas fuertes a Hegel, me da un poco de corte estar fascinado por un tío tan casposo como él, pero la verdad es que la dialéctica me parece una estrategia superbonita. Adorno me resulta un petardo por su estética tan elitista y relamida, supongo que habrá dialécticas muy interesantes pero no las conozco.

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  6. El solipsismo sólo es un problema si obviamos que Wittgenstein y Heidegger existieron; si aceptamos que existe Dios, o el Espíritu Absoluto, también lo evitamos. El problema es que, para mi gusto, es una respuesta pobre: yo prefiero otros derroteros.

    Críticas fuertes de Hegel hay tantas que roza el absurdo hacer aquí una lista de todas ellas, pero como te interesa el nivel religioso de toda la cuestión yo debo ir a la que sería canónica de lo filosófico/religioso: Kierkegaard. Toda su obra nace como oposición directa de la de Hegel porque cree, y en ello estoy de acuerdo, que Hegel no habla de la realidad de la existencia de los hombres. ¿Qué hará entonces? No hacer filosofía —según afirma él, cuidado: hizo (muy buena) filosofía— y buscar el modo de conseguir una experiencia primera del cristianismo: una vivencia de Dios pura, sin mediaciones institucionales. Para eso, lee Temor y temblor.

    Eso sí, ya te lo advierto, si la idea del devenir no te gusta ni te parece aceptable ni te acerques a Kierkegaard, porque es la base de su pensamiento. Y tampoco tiene un finalismo, siento decir; las críticas fuertes a Hegel, seguramente chocarán con lo que has expuesto aquí de tu pensamiento.

    ¡Un abrazo!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Alvaro... Como comprenderás lo que escribo son únicamente especulaciones y "provocaciones" intelectuales a mis propios dogmas, espero tener energías para ponerme con Kierkegaard porque lo poco que le he leído me resultó tan sufriente, tan en plan letanía, que no fui capaz. Me pasó lo mismo con Pascal, que a nivel "wikipedia" parecía muy estimulante pero cuyos "Pensamientos" me resultaron de un cristianismo miserabilista bastante pesado. Respecto al devenir... insisto en que desde la fenomenología es muy complicado rendirse al "todo cambia" porque, efectivamente, muchas cosas no lo hacen: la fuerza de la gravedad, el ciclo solar, muchos afectos... en fín seguiremos delirando. Otro abrazo maestro!

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