jueves, 19 de julio de 2012

Hipo-Realidad #2: Reálisis

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Beyond the Black Raimbow, film de Panos Cosmatos, 2010


El tiempo ha venido demostrando que los hallazgos conceptuales y formales ideados por las vanguardias terminan por ser incorporados a la cultura popular en el momento y el lugar más insospechados, y a menudo reinterpretados y recontextualizados de un modo muy diferente al esperado en origen. La historia del arte funciona mediante transferencias locas de imaginarios, a su propio ritmo, y sin que haya lugar para la impaciencia, pues muchas grandes ideas han necesitado décadas hasta que el mundo estuviese preparado para asimilarlas. Por más que la modernidad haya jugado siempre a mimetizarse con la urgencia de cada ahora, lo cierto es que las obras de riesgo son un mensaje en una botella lanzado al mar de la historia, sin destinatario definido y cuyo despegue tendrá lugar dónde, cómo y cuándo se den las condiciones necesarias para su desarrollo. En arte no hay fracaso: en todo caso, éxito diferido. Tal vez en la radiofórmula del mañana se programe a Derek Bailey y música concreta, los oficinistas perezrevertianos lean metapoesía deconstruída, y Zara venda ropa inspirada en la costura belga de los noventa. Siempre hay que esperar, a ver por dónde irrigará cada creación nueva.



En cualquier caso, la cadena cultural que hilvana el Arte y Ensayo con el pop más lowbrow sigue unas pautas más o menos estables: hay toda una serie de pasos intermedios entre la obra radicalmente experimental y el producto de consumo mainstream, que habitualmente toman cuerpo en lo que se suelen llamar “obras de culto” facturadas por visionarios capaces de convencer simultáneamente a la intelligentsia y al público de centro comercial. Ejemplos de ese tipo de artistas serían David Lynch, Radiohead, Chuck Palahniuk o La Fura dels Baus: quizás demasiado radicales para el espectador de a pie y excesivamente amables para las exigencias del paladar fino, pero necesarios en cuanto intermediarios entre dos mundos (high art y street wear) generalmente demasiado estancos. Y en esa categoría intermedia es donde inscribiría una película como “Beyond the Black Raimbow”, hipnótica rara avis de hechuras excéntricas y regusto intelectualoide, pero redactada en relativa conformidad a los cánones del pulp de toda la vida.
De una extraña frialdad casi autoparódica, el film me sirve como instancia perfecta desde la que dar cuenta de un tipo de narrativa cada día más prolijo y popular que llamaré (a falta de un nombre mejor) “reálisis”: historias a medio camino entre el fantastique y el metarelato existencial, ambientadas por lo general en ucronías o limbos de espaciotiempo indeterminado, y que se caracterizan por presentar una realidad incompleta y gobernada por una lógica autónoma y desconcertante cuyo desciframiento será el motor de la narración. El ejemplo más canónico y exitoso de este modelo narrativo será la celebérrima serie de televisión “Perdidos”, pieza fundacional en la que sedimentan los grandes temas que caracterizan esta “reálisis” de la que hablo: personajes de identidad confusa transportados a un espaciotiempo paradójico y misterioso, expuestos a acontecimientos de causalidad incierta, y donde cada evento remite directamente a la resolución de la incógnita que gobierna el transcurso de los hechos. Una historia cuyos segmentos pueden parecer caprichosos, inexplicables, deshilachados o abruptos, pero de los que el espectador sabe que encontrarán al final una epifanía que explique, conjugue y dote de sentido a la constelación de catástrofes que ha ido presenciado. Thrillers en los que el asunto a resolver no será el quién hizo qué, sino el orden lógico que gobierna el microverso en el que transcurre la historia.



Digo “reálisis” porque si algo caracteriza a este tipo de relatos es la fractura de la realidad en acontecimientos incongruentes: transcurren en universos inconsistentes donde, mientras no se determinen los límites de lo posible, cualquier cosa puede suceder. Presididos entonces por un estado de ánimo de desconcierto, desconfianza e incertidumbre, la ansiedad de los protagonistas y los espectadores derivará de esa ignorancia de la cosmogonía a la que están asistiendo. Metáfora indisimulada del estado de ánimo generalizado (o generalizándose) del ciudadano contemporáneo (que ha dejado de comprender la lógica que gobierna el mundo, pero a la que intuye poderosa), esta nueva tradición narrativa retoma muchos asuntos habituales en la intelectualidad del siglo XX como la literatura de Pirandello, Joyce o Brecht, la noción de “caosmos” de Deleuze y Guattari, la disolución de lo histórico anunciada por la posmodernidad, o los paradigmas del “hombre sin atributos” o el “hombre unidimensional”. Pero, de manera muy perspicaz, hoy en día esos conceptos no se desarrollan en el circuito intra académico de connoiseurs profesionales, sino que se inscriben en historias comerciales para todos los públicos en las que la especulación teleológica viene presentada mediante aventuras, explosiones y, si se tercia, tetas y culos. Y no hay nada de malo en ello, ¡todo lo contrario!
Vayamos con la peli, pues. Dirigida por el debutante (y más que prometedor) Panos Cosmatos, la historia tiene lugar en un microcosmos autoconclusivo (la práctica totalidad de la acción tiene lugar en el interior de un aséptico edificio gélidamente moderno, sin ventanas, e iluminado en mórbido clarosuro) y en un vago 1983 refigurado acentuando el aspecto kitsch de los ochenta, como en una reconstrucción semiparódica de los clichés que rodean a la era Reagan. Ese extraño tono caricaturesco (pero en absoluto risueño) se continúa en la construcción de los personajes y los eventos, de tan marcada iconicidad y “tipismo” que parecen recuperados de oscuros VHS de serie Z: un malo malísimo de gestualidad histriónicamente tenebrosa, tecnología vintage salida de un cementerio de imágenes de nuestra infancia, diálogos calcados de literatura barata y una banda sonora que se diría fusilada del primer John Carpenter. Un carrusel de reminiscencias espectrales de unos años ochenta tan arquetípicos que resultan extrañamente irreales. Todo ello además iluminado con neones de matiz rosáceo, y filmado con una parsimonia que resulta en un tempo estático y como de onstante interludio, como si el espectador estuviese en la sala de espera de un hospital nocturno y hubiese perdido toda referencia horaria.



Formalmente el film puede ser referenciado al tipo de revival surrealista que en elcampo del avant pop ha hecho fortuna de la mano de John Maus o Ariel Pink: reconstrucciones desconcertantes de recuerdos desenterrados del inconsciente colectivo, y organizados de un modo tan hierático y ambiguo que más que de un homenaje cómplice o nostálgico, de lo que se trata es de evidenciar lo místico, extraño y ajeno que sobreviene con un pasado reciente que, sin embargo, resulta extrañamente “inmemorial”. Al director no le tiembla la mano en la redacción de una caligrafía aparentemente trash de cuyos tópicos se apropia de manera retorcida y absolutamente consciente: esto no es kitsch en el sentido atribuido por Susan Sontag (“seriedad fallida”) sino más bien el tipo de “seriedad travesti” profetizada por los posmodernos pero que hasta tiempos muy recientes no empezó a dar pie a obras de categoría. En cualquier caso, desde los títulos de crédito resulta evidente la voluntad de convertirse en cult movie generacional, pues todos los detalles están milimétricamente acompasados con el tipo de coherencia estética de la que sólo los grandes visionarios son capaces.
Me gustaría dar un par de apuntes sobre la sinopsis, pero no quiero spoilear una peli que conviene ver con ojos medianamente vírgenes: diré no obstante que se trata de un pulp de ciencia ficción metafísica que, ya os lo podéis imaginar, quiere beber tanto del “Solaris” de Tarkovski como de los exploits ochenteros de terror o del manga cyberpunk. Una historia desconcertante, ensimismada, incompleta, que como he dicho orbita en torno a la sensación realíptica de la pérdida del suelo de lo real, protagonizada por personajes que, privados del consuelo de su propia memoria, carecen de identidad: en este punto las historias de reálisis a las que me refiero son profundamente nostálgicas, pues a diferencia de lo previsto por Deleuze esa superación de lo identitario no supone una liberación, sino una forma de esclavitud e indefensión. Pero sobre este punto ya hablaremos en próximos posts.



Lo interesante de la mecánica narrativa de este tipo de films de última hornada es la nueva vuelta de tuerca que aportan a la tradición surrealista (que, no lo olvidemos, tomaba su nombre del apócope de superrealista). En el surrealismo clásico la renuncia al sentido propiciaba la desaparición de toda consideración lógica, de tal modo que la superrealidad que proponían era un universo completamente onírico, delirante, imprevisible, caótico y caprichoso, gobernado únicamente por las asociaciones afectivas que emergían entre los objetos. En la reálisis, en cambio, se renuncia al sentido pero no a la lógica: los microversos que plantean no tienen explicación posible, ni principio ni final, ni un espaciotiempo medible o predecible, pero sin embargo presentan un orden lógico endógeno y secreto, resultando en hipo-realidades gobernadas por una matemática propia menos aleatoria que la del superrealismo. Frente al método surrealista de asociación espontánea, aquí se articulan estrambóticas relaciones entre objetos y acontecimientos, en una atmósfera presidida por el desconcierto ante un mundo no completamente caótico, pero sí ingobernable.

Beyond the black raimbow” es desde ya la típica peli que tenéis que ver, mis queridos modernitos. Uno no puede ir por la vida sin conocer “Eraserhead”, “The Rocky Horror Picture Show”, “Happiness" o “Arrebato”, y en esa estela de insularidades radicalmente personales (y demasiado potentes como para no perdonarles las inevitables torpezas) es donde yo colocaría un film como este, ideal para freakos de la ciencia ficción malsana a lo Phillip K. Dick, los estetas mumblecore, los espeleólogos de rarezas gafapasta, e incluso el thirysomething palomitero que paga siete euros por verse “The Ringen el mall. Una película encantadora que se presta a muchísimas especulaciones culturetas sin por ello renunciar al deleite dionisíaco: carne de cañón para la Cahiers del 2030.



1 comentarios:

  1. Sugerencia de presentación: clickear la opción 2 y ver la peli online... o bien descargarla con dwhelper (programa gratuito descargable desde softonic, por ejemplo)

    http://eduman-movies.com/ver-beyond-the-black-rainbow-dvdrip-online-2011-subtitulada/


    PD: esta forma que tienes de escribir los post -tan cultista- me parece muy buena, digamos que se te da muy bien, o por decirlo de otra forma: te pega :-)

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